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VIVIENDA
Independizarse, ¿a qué precio?: el colapso para el Bono Joven alimenta la “frustración” de intentar alquilar casa

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Sara Rojas

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El proceso para solicitar el bono joven de alquiler de la Junta de Andalucía se ha convertido en un “sinvivir” para miles de andaluces. Algunos de ellos, como Irene Pérez, se pidieron el día libre en el trabajo para poder concurrir a una subvención que llevaban “meses esperando” y cuyo plazo se abrió finalmente el pasado lunes 14 de noviembre. Pero con un día no fue suficiente. “No es que la página colapsara, es que directamente el primer día no llegó a funcionar, es una vergüenza y una injusticia”, critica esta joven que tuvo que librar también el martes para tratar de enviar la solicitud.

Las prisas vienen porque el criterio que ha fijado la Consejería de Fomento, Articulación del Territorio y Vivienda es “tonto el último”, como recrimina esta granadina de 28 años desde la “desesperación” que le ha generado la inoperancia de la página habilitada por la Junta para tal fin. En efecto, el número de bonos es limitado y se concederán por orden de llegada. De modo que las primeras 14.000 solicitudes que registre el sistema serán las que se beneficien de los 68,4 millones que el Gobierno central ha puesto al servicio de la Junta para contribuir a minimizar los gastos fijos de los jóvenes andaluces, con una dotación de 250 euros al mes durante 2 años para quienes vivan de alquiler y tengan entre 18 y 35 años.

Con un sueldo de 900 euros y una media de 600 gastos mensuales, Irene se puede permitir vivir de forma autónoma porque comparte facturas con su pareja. Pero apenas puede ahorrar “para encauzar” su proyecto de vida. Por eso, recibir el bono significaría para ella estar más cerca de alcanzar su mayor ilusión. “Me apetece mucho formar una familia”, confiesa en conversación con este periódico, “tengo pareja y trabajo estable y aún así no me lo puedo permitir”.

Trabajar para pagar el alquiler

Al hilo, esta abogada que actualmente trabaja de comercial en una tienda de deportes comparte una reflexión: “Siento que estoy dentro de una rueda que no para de girar”. “Voy a trabajar, pago todos los meses mis gastos y vuelta a empezar”, continúa, y en sus palabras resuena el descontento de toda una generación. Mientras gira en esa rueda, “no llego a ahorrar lo suficiente como para poder plantearme ser madre y siento que no consigo avanzar”, lamenta esta joven que al cabo de 33 horas, celebra con entusiasmo y sentido de la ironía haber completado la solicitud “por suerte divina”.

En muchos otros casos, incluso con un puesto de trabajo, los jóvenes en Andalucía se enfrentan a un terreno espinoso cuando persiguen la autonomía plena fuera del hogar familiar. Es lo que manifiesta el último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España (CJE), donde se recoge que a finales de 2021, pagar el alquiler suponía tener que dedicar el 72,1 % del salario íntegro de una persona joven en la región andaluza.

Elena Anguita casi roza tal porcentaje, pues destina más de la mitad de su sueldo a gastos de alquiler. Trabaja desde hace año y medio en un el departamento financiero de una productora y este mes ha decidido dejar de compartir vivienda, aunque ello entrañe un mayor esfuerzo económico e implique renunciar a gastos de ocio y alimentación. “Llega un momento en el que quiero tener mi independencia propia y prefiero dejar de desayunar o comer fuera a seguir compartiendo piso”, asegura esta joven de 24 años con ganas de experimentar la vida autónoma.

Brecha entre gastos e ingresos

A pesar de tener su propio salario, esta jienense que trabaja en la capital andaluza reconoce que sus padres todavía le pasan mensualmente “algo de dinero para no llegar ahogada a fin de mes”. También Patricia Trigueros, de 28 años, ha tenido que recurrir a sus familiares para poder afrontar gastos extra, incluso viviendo con su pareja. “Hacemos las cuentas y en general cubrimos los gastos, pero no nos da para más”, de modo que se ven limitados porque “queremos comprar una vivienda” y, sin embargo, “no tenemos capacidad para ahorrar ni cumplimos con las condiciones que nos pide el banco”, añade.

La realidad que describe Patricia desde Sevilla es la misma que experimenta Antonio Ropero en la ciudad de la Alhambra. “La palabra es frustración”, acierta a decir este trabajador de 33 años que lleva cuatro independizado y carece de “margen de ahorro”. “Un tercio del sueldo se me va únicamente en alquiler, en facturas otros 150 euros, y a eso súmale la comida que también se lleva una parte importante”, enumera haciendo un repaso mental de sus recibos. “Al final, lo que te queda es nada, 100 o 200 euros como mucho”, lamenta.

Y todo ello, a pesar de haber ascendido en diferentes puestos, pues en paralelo “mi sueldo no ha ido avanzando”, apostilla. Hoy es coordinador de un área de marketing, “tengo más responsabilidad, más carga de trabajo, pero eso no repercute en el salario y sí en mi día a día”, deplora este joven natural de Cabra (Córdoba) en referencia a los precios desorbitados derivados de la inflación.

En línea con lo que describe Antonio, desde el Consejo de la Juventud se explica que “la precaria recuperación del empleo [tras la pandemia] no ha permitido aún un incremento de los sueldos de las personas jóvenes trabajadoras”, como para poder reducir la “brecha” entre los elevados precios de la oferta de vivienda y la renta limitada de quienes la demandan.

La quimera de pagar un piso en solitario

Precisamente, la media salarial al año en Andalucía es de 15.943 euros brutos, de acuerdo con los últimos datos del Instituto de Estadística y Cartografía andaluz relativos al año 2020. Cifra que se reduce casi a la mitad en el caso de los menores de 30 años, con un salario medio de 8.807 euros anuales. Frente a la precariedad en las retribuciones, el precio del alquiler en la comunidad andaluza no ha dejado de crecer desde agosto de 2021, hasta anotar el mes pasado una media de 9,3 € el metro cuadrado, alcanzando el pico máximo que se registró en 2006, de acuerdo con el histórico de precios que recoge el portal inmobiliario Idealista desde que elabora sus estadísticas.

Esta escalada del coste de alquiler ha afectado a jóvenes emancipados como Daniel Rodríguez. Este programador de 25 años paga en la actualidad 800 euros por un piso de tres habitaciones en Sevilla. Consumiría más del 50% de su salario mensual, si no fuera porque comparte montantes con su pareja. Eso sí, de nuevo en su caso asegura que desde la pandemia su sueldo no le da para ahorrar. Lo cuenta mientras recarga incesantemente la página de la Junta de Andalucía que da acceso a la Ventanilla Única a través de la cual se tramitan las solicitudes del bono joven, y que se ha cerrado este viernes sin que Daniel lo haya podido lograr. Dice que su grupo de amigos se encuentra en la misma situación de “necesidad”. “Si no, la única opción que nos queda es volver a casa de nuestros padres”, asevera.

Ante esta coyuntura, la vivienda compartida se ha convertido en la alternativa de emancipación más viable para la juventud. Y a ella se acoge en España el 34,5% de jóvenes independizados, según los datos del referido Observatorio. La diferencia sustancial que supone sufragar gastos con la ayuda de un compañero es lo que ha llevado a Ana Gil a alquilar una de las habitaciones del piso que tenía arrendado en solitario. Tiene 28 años y un empleo fijo desde hace tres y, pese a ello, garantiza que le resulta “imposible pagar un piso sola”, aun ganando 1500 euros al mes como visitadora médica en la capital andaluza.

Como dar un paso atrás

“Cuando tenía pareja me resultaba más fácil compartir gastos, pero la vida ahora mismo no está hecha para vivir solo, con los sueldos cómo están y cómo está el mundo de caro”, se aqueja esta gaditana que también ha sufrido en los últimos años una subida considerable del precio de alquiler. “Antes pagaba 600 euros por dos habitaciones en el centro y desde este mes tengo que pagar 800 con una compañera”, informa Ana para terminar reconociendo que si dependiera de ella, “elegiría vivir sola”. “Me he planteado volver a casa si voy a estar en Sevilla trabajando sin obtener beneficios, pero aguanto porque prefiero ser independiente y no vivir de mis padres”, confiesa.

Disyuntiva similar es la que atraviesa Carlos Doncel, otro gaditano que trabaja en el sector de la comunicación en Sevilla. También a él le resulta “apurado” llegar a fin de mes con los 700 euros de gasto fijo que tiene que sufragar de forma íntegra con su salario. De ahí que haya solicitado el bono joven - “después de pasar mucha fatiga” - con la “esperanza” de recibir una ayuda que le supondría un “auténtico desahogo” para no tener que volver a convivir con más personas en la misma vivienda.

“A día de hoy vivir solo es un privilegio cuando debería ser un derecho”, defiende este joven de 26 años que considera que “para eso trabaja uno”. Por circunstancias personales, en estos momentos prefiere tener su espacio y su libertad y no “dar un paso atrás”, pues asocia el concepto de piso compartido con la etapa de estudiante. En un acto de sinceridad, comenta que es algo que necesita “emocionalmente”. Pero el esfuerzo económico que ello le supone lo ha llevado incluso a sentir “remordimientos” y a pensar que se trataba de un “capricho”.

La generación de la “incertidumbre”

En resumen, de todos los testimonios de jóvenes andaluces que ha recogido elDiario.es Andalucía se desprenden sentimientos comunes, expresados en términos parecidos. Muestra de ello es la sensación de estancamiento que comparten Irene y Antonio. “La situación es frustrante porque veo inviable poder comprar el día de mañana una vivienda si no consigo ahorrar porque mi sueldo no lo permite”, explica este último sin ver una salida: “tampoco puedo lanzarme a montar un negocio por mi cuenta porque mi trabajo me absorbe todo el tiempo y no puedo dejar el trabajo porque no tengo un colchón, así que sigo anclado”.

El “colchón” de ahorro al que hace mención Antonio lo ha podido conseguir Jaime Panadero gracias a haber vivido los primeros años de incursión en el mundo laboral en su núcleo familiar. Ahora mismo trabaja en Cádiz con un contrato que termina en mayo y con una sensación de “incertidumbre absoluta” que percibe de forma generalizada en su entorno. “Es imposible embarcarnos en proyectos de futuro a largo plazo”, admite en sentido similar a los anteriores testimonios. “La mayoría de la gente de mi edad que conozco tiene un trabajo bastante precario, sueldo que apenas le da para un fin de mes, comparte piso con gente desconocida y no tienen libertad de poder vivir solos” a pesar de estar formados y tener estudios.

Con este escenario de fondo, se entiende que el bono joven que aprobó el Gobierno de Pedro Sánchez y dejó en manos de las comunidades, haya generado una demanda ingente entre los jóvenes que lo perciben como una oportunidad para avanzar. Sin embargo, la incapacidad de la página para soportar un aluvión de solicitudes “jamás visto en estas convocatorias”, a juicio de la Consejería competente, ha dejado fuera a muchos de los andaluces que estaban interesados en beneficiarse del bono, pero que no han conseguido tramitar expediente, como le ha sucedido a Daniel. “Me da miedo que por cuestiones técnicas, pueda quedarme sin una ayuda que necesito”, lamenta Antonio 24 horas antes de que concluyera el plazo.

Posibles soluciones

Finalmente, cuatro días después de su apertura y tras el colapso registrado en la web durante la primera jornada con casi 350.000 intentos de acceso entre las 9 y las 12 horas, la Consejería de Fomento ha cerrado la convocatoria del bono alquiler joven al superar el cupo de las 14.000 solicitudes. En total, según ha dado a conocer este mismo viernes el departamento que dirige Marifrán Carazo en un comunicado, hasta la medianoche la ventanilla única de la Junta ha recogido 17.266 peticiones, por lo que expira el plazo de presentación de solicitudes, tal y como se anunció. No obstante, podría reabrirse conforme se vayan resolviendo los expedientes en caso de que se desestime alguno de ellos.

Con todo, desde el Consejo de la Juventud sostienen que esta ayuda “no es suficiente” para paliar los lastres que acarrea la juventud. Teniendo en cuenta los bajos salarios y las condiciones precarias de contratación que limitan el derecho a la emancipación de los jóvenes y su capacidad de acceder a una vivienda, los defensores de las generaciones jóvenes exigen medidas más contundentes, como subir el Salario Mínimo Interprofesional.

En definitiva, se trata de aportar soluciones eficaces que puedan revertir la situación “de exposición absoluta” a la que se ven abocados los jóvenes ante el encarecimiento de la vida y sus limitados ingresos, mientras observan cómo se frustran sus proyectos, a pesar del esfuerzo y la energía que invierten en poder avanzar.

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