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Entrevista

Manuel Martín Cuenca, cineasta: “Podemos perder la chaveta por la obsesión de ser padres”

El cineasta Martín Cuenca

Alejandro Luque

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¿Hasta dónde está dispuesta a llegar una pareja para ser padres? Esa es la pregunta que parece haberse hecho en algún momento Manuel Martín Cuenca (El Ejido, 1964), en un momento en que la paternidad y la maternidad son objeto de encendidas controversias. Y la respuesta, como no podía ser de otro modo tratándose de un experimentado cineasta, es una película: La hija, presentada en el Festival de Cine Europeo de Sevilla y que llegará a las pantallas el próximo 26 de noviembre.

La cinta, protagonizada por Javier Gutiérrez, Patricia López Arnáiz e Irene Virgüez, narra la historia de una pareja sin hijos que ayuda a una chica problemática a cambio de hacerse cargo de la criatura que está gestando. “He sido consciente de que estaba tocando un tema delicado, pero mi intención no es lanzar un mensaje ni sermonear a nadie, porque yo tengo una idea, pero mañana puedo cambiarla si me encuentro con alguien que tiene otra más interesante”, afirma el director. “Lo que sí tengo claro es que me importa mucho este tema: ser padre, no poder serlo, no querer serlo hasta que eres consciente de que lo eres, es un tema fascinante y primordial, pero hay todo un andamiaje social que no nos deja ver la importancia de la maternidad”.

“Al final, lo más grande del ser humano es la capacidad de dar vida”, añade Martín Cuenca. “Sin ese superpoder de las mujeres no estaríamos aquí. Es algo que no pueden hacer las máquinas, pero nosotros sí, como las plantas y los animales”.

Sin buscar la polémica

El director de filmes como Caníbal o El autor no es ajeno a la posibilidad de que esta nueva producción se lea como una crítica a lo que se conoce como gestación subrogada o vientres de alquiler. Para él este fenómeno no es más que “un protocolo burocrático concebido para reparar una injusticia, que puede dar lugar a una injusticia mayor”, pero no pensaba en ello cuando la ideó. “La película podría estar ambientada en una cueva hace 25.000 años con dos mujeres, una que puede tener hijos y otra que no. La hija tiene algo de western, un género que siempre tiene algo de primario. Pero el tesoro aquí no es un baúl lleno de monedas de oro, sino un bebé”.

Según comenta, no le sorprendería que hubiera polémica: “aunque advierto de que no pienso entrar en ninguna. La película está ahí, todo el mundo tiene derecho a opinar, faltaría más. Si remueve conciencias y cosas, pues supongo que eso es bueno. Pero no he querido polemizar, mi intención ha sido contar desde el corazón y desde mis tripas algo que me importa mucho”.

No olvida el almeriense subrayar que La hija es una cinta de ficción. Pero, como en todas las suyas, subyace algo parecido a una alarma: en algún momento, si nos descuidamos, podemos convertirnos en seres abyectos. “La gran barbarie del ser humano, el Holocausto, nace en Europa. Los monstruos fuimos nosotros, la sociedad civilizada. Cuando hice Caníbal imaginé una aberración, claro, un asesino de mujeres, pero quería decir que eso es posible. Quiero que entendamos que estas cosas están en nuestra naturaleza, aunque la mayoría, por fortuna, no lleguemos a esos extremos”. En este caso, concluye Martín Cuenca, “podemos perder la chaveta por la obsesión de ser padres: es un misil a la línea de flotación”.

Escenarios sobrecogedores  

Aparte de su trama argumental, uno de los encantos de La hija es sin duda el escenario: la provincia de Jaén. Y se trata de una elección muy a conciencia del director: “Creo que es la primera película rodada íntegramente en esta provincia, que me parece fascinante, con una gran cantidad de rincones sobrecogedores y hermosísimos. Yo la había conocido de pequeño, estuve un par de veranos en unas colonias en Santiago de la Espada, y tenía muy buenos recuerdos de aquello. Regresé cuando pensé que una película podía ocurrir allí, viajé con mi guionista por toda la Sierra de Segura y cuarenta y tantos años después regresé a Santiago de la Espada. Fue un trampolín para el deseo”.

Con un potente elenco, Martín Cuenca subraya que “cada actor es un ser humano diferente, no podemos olvidar que trabajamos con seres humanos y emociones, y para eso no hay un cálculo matemático. Trabajamos con el afecto, la desafección, el estado anímico, y todo eso es pura incertidumbre. Hemos aprendido a caminar en la oscuridad”.

Otro elemento importante del filme es el ritmo o, como él prefiere llamarlo, el tempo: “El guion para mí es una partitura, todo tiene que ir dosificado, no todos los instrumentos pueden sonar al mismo tiempo. Se trata de que puedas ver, conectar con la historia, que ésta te vaya transmitiendo cosas, y luego en el montaje lo ajustas todo. Yo pienso siempre en cómo comunicarme con el espectador: aunque sabes que ninguna película va a gustar nunca al cien por cien del público, soy un ser humano y puedo conectar con otros seres humanos a través de la intriga y el misterio. Por eso pienso mucho en la tensión”.       

Por último, cabe destacar que el filme tiene una banda sonora del popular grupo Vetusta Morla. “Me gusta mucho lo mínimal, y para este proyecto quería contar con música electrónica que sonara atmosférica e hiciera contraste con la fuerza del paisaje. Suelo trabajar con gente que no es específicamente del cine y se plantean ese reto, como hice con José Luis Perales. Vetusta tiene unas bases sonoras muy interesantes, me encanta todo lo que veo sonando detrás de sus canciones, así que contacté con ellos, se lo propuse y aceptaron. Y el resultado es justo lo que esperaba”.           

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