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María Peláe, cantautora: “Meto un tanguillo con un 'patún' 'patún' y la gente se lo come con papas”

María Peláe

Javier Domínguez Reguero

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La cantautora malagueña María Peláe quita la zeta de su apellido porque no la pronuncia. También porque se le confundía con una nadadora olímpica y paisana suya con el mismo nombre. Y ella, que sólo nada “a perrito hacía la boya”, decidió quitarla “para evitar confusiones en Internet y porque parecía más flamenco”.

Esta casi treintañera – “¿estoy mujerona o tengo las mismas tonterías'” – afronta el 2020 con ganas de barahúnda y ultima los detalles del lanzamiento de su próximo single que llegará a finales de febrero.

La sonrisa de María Peláe arregla un día torcido. Sus manos no paran quietas cuando habla. Enuncia con las uñas. Y remeda. Mucho. Es un torbellino que en el directo desbarata los esquemas de quienes van a verla. “Cada vez estoy más loca del higo”, confirma ahora que lleva algo más de una década sobre los escenarios. La cantautora se estrenó con 17 años – “llevaba la cabeza rapada y era muy jipi” – en la sala La Botica de Málaga de donde han salido músicos como Carmen Boza, Gema Cuellar o José Antonio Delgado. Todavía se emociona cuando pasa por la puerta del establecimiento ahora clausurado.

Desde entonces ha cantado mucho. “Cuando no eres un nombre reconocido, vivir del arte es muy complicado: está muy mal pagado y muy mal valorado”, dice. Con mucho cariño y mucho coraje publicó en 2017 su álbum debut, Hipocondría, y se lanzó a recorrer España. La gira le enseñó a conocer al público y que, por mucho que le gustasen las canciones sentías, tampoco era cuestión de que la gente acabase “pegándose cabezazos contra las esquinas”.

“Flamencamente perreanta”

María Peláe quería dar con la tecla de sumar adeptos, pero sin perder esa habilidad de ponerse a escribir un rap y que le salga un pregón a lo Lola Flores. Tuvo miedo. A principios del verano pasado lanzó En Casa de Herrero, su crítica a una industria musical que no entiende su proyecto. El cambio en la producción de su música hace que juegue con otros estilos y que el “envoltorio sea más sencillo para los oídos”. “Puedes llamarle ritmo urbano que a veces tira para cumbia y a veces para latino. Dentro de esto hay un mundo que se ha desprestigiado, no sé por qué motivo, cuando al final todos lo bailamos y lo gozamos”, aunque entiende la crítica “si son letras denigrantes”.

Al cambio iniciado con En Casa de Herrero le siguió La Niña. “Es el resultado de elegir otro camino e intentar llegar a más gente haciendo lo mismo”, dice. Y añade: “Hay cosas, como un tanguillo, que sólo se entienden de Despeñaperros para abajo. La gente tiene que concentrarse un poquito más porque viene por un tipo de compás al que no está acostumbrada. Ahora, te lo meto con un patun, patun y la gente se lo come con papas”. Nos ha vendido la tostá y se olvida de los purismos: “Las etiquetas las ponen las personas que las necesitan para entender las cosas”.

La malagueña se ha quitado las rejas a “bocaitos de autoestima” y abraza los nuevos sonidos sin dejar las imágenes costumbristas. La retahíla la aprendió con las chirigotas de José Luis García Cossío, El Selu, y las coplillas que cantaba su abuela. Tampoco se olvida de otros referentes: “Lo he mamado mucho de Antonio Martínez Ares, que es el rey de las metáforas del día a día, de Vanesa Martín y de Maui”.

“Y si nos morimos, que no sea de la pena”

María Peláe marca los números de teléfono por bulerías y es más de ele que de ole. También dice mucho arsa. Se ríe hasta de su sombra y le hace mucha gracia la palabra “balleta”. Lleva fatal la pronunciación de la “g” y la “j” y muere por un potahe y por las albóndigas con tomate. Prefiere el vino al champagne y una vez se llevó un bocadillo de boquerones en vinagre al colegio. En las pasadas navidades flipó cuando salió en la gala de Nochebuena de Canal Sur, cadena en la que actualmente colabora en el programa “Escala Sur”.

La cantautora reivindica la bata de cola y la copla. Lola Flores, Rocío Jurado o Martirio son algunos ejemplos de “mujeres que nos han abierto camino en una época tan jodida y han hecho realmente lo que les ha dado la gana”. Pero no se olvida de las que están a su vera, de las “mujeres del Bitterkas” y de las verdaderas artistas anónimas.

Afincada en Madrid desde hace 8 años, tiene un vínculo muy intenso con Granada – “es mi ciudad curativa” – donde coincidió de casualidad con Estrella Morente. La cantaora le dijo que “el flamenco y el arte siempre ganan” y a María, que no lo estaba pasando bien en aquel tiempo, esas palabras le sentaron mejor que un vino pálido. En agradecimiento compuso Hablaba de flamenco.

De gira por Andalucía

El 2020 pinta bien para la malagueña aunque es cauta. “En esto nunca se sabe y hay un porcentaje grande que no depende nada de ti. Nunca está todo hecho ni en el arte ni en ningún trabajo. Luego la vida te da un guantazo y cuando crees que es seguro… te comes un mohón”.

La cantautora tiene cerradas varias fechas en Andalucía. El 8 de febrero “se va a montar una buena” en Sevilla y ya ha agotado las entradas para su actuación en Cádiz a finales de marzo. En abril canta en Granada y en julio llega a su ciudad natal. “Tengo muchas ganas de hacer este espectáculo en Málaga porque es como cuando aprendes a hacer la tortilla de papas bien y quieres enseñársela a tu madre”. María Peláe ha formado un zafarrancho disparatao. A ver a quién se le ocurre pararla.

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