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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

La agricultura en África subsahariana, nuevo camino para evitar errores

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Helena Gómez Macpherson

Instituto de Agricultura Sostenible (IAS/CSIC) —

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La agricultura de regadío ha jugado un papel relevante en el desarrollo de la economía rural en el sur de Europa y otras zonas de clima Mediterráneo con lluvias escasas y erráticas. En estas condiciones, acceder al riego tiene beneficios directos al evitar los daños por sequía en cultivos, aumentar la productividad de la tierra, y facilitar la diversificación de lo que se produce. A su vez, estos beneficios se han ligado con mejoras en la nutrición de las personas, con el desarrollo de agroindustrias y mercados, y con la generación de empleo, incluso con la educación, la salud y la equidad social.

La importancia e impacto del regadío en la cuenca mediterránea contrasta con el limitado éxito en África subsahariana. Por ejemplo, en el Sahel Occidental, tras grandes hambrunas en los 70 asociadas a sequías, se desarrollaron presas y perímetros de riego para producir arroz y mejorar la seguridad alimentaria. En esta región, la disponibilidad de agua es abundante y estable a lo largo de grandes ríos, por lo que se esperaba que la agricultura de regadío aseguraría la producción de alimentos incluso durante las sequías más severas. Sin embargo, este desarrollo no respondió a las expectativas, particularmente con los agricultores tradicionales de subsistencia y, en el caso de Mauritania, muchos perímetros se abandonaron.

Por todo el mundo el modelo apoyado durante años por las agencias internacionales de desarrollo se cuestionaba y quedaba relegado. Tras años de ignorarlo, recientemente la atención internacional ha vuelto a poner su interés en el regadío como motor de desarrollo en Africa subsahariana. En estudios reciente se ha estimado un potencial de 100 millones de hectáreas regadas para esta región, de las que se cultiva menos de un 10%. Desarrollar esta superficie podría generar ingresos netos anuales de 14 a 22 mil millones de dólares americanos y mejorar la vida de 113-369 millones de personas. Para muchos esta transformación es indispensable para cubrir la demanda de alimentos de una población creciente.

El nuevo interés no sólo viene de inversores privados, también existen numerosos esfuerzos públicos dedicados al desarrollo de nuevas infraestructuras y rehabilitaciones. En la Declaración de Dakar de 2013, seis países del Sahel se pusieron como objetivo expandir su superficie regada hasta llegar al millón de hectáreas y han comenzado con el apoyo del Banco Mundial. La Unión Europa y España, entre otros, también apoyan estos esfuerzos.

¿Cómo conseguir que la agricultura regada sea un motor de desarrollo y bienestar para la población en la región, incluidos los pequeños agricultores? ¿Cómo evitar repetir los fracasos?

El punto de partida es aceptar que la creación de infraestructuras debe acompañarse por una investigación bien planificada que, por un lado, examine el pasado y comprenda en qué se falló, qué funcionó y cómo de bien, y por otro, diseñe nuevos modelos que se mantengan en el tiempo. Por la naturaleza compleja del problema, se requiere un enfoque multidisciplinar y multiescalar, y que tenga en cuenta a los actores diversos involucrados en el sistema. La Unión Africana, la Unión Europea, y España, entre otros, están financiando este tipo de proyectos en los que participa el Instituto de Agricultura Sostenible.

Existen métodos para caracterizar los sistemas agrícolas en campo e identificar referencias (benchmarks) de buen funcionamiento así como el peso de los elementos que lo promueven o limitan, y en este último caso, cómo sobreponerse a estas limitantes. Por ejemplo, en el río Senegal, aunque la mayoría de la superficie regada se dedica a la producción de arroz, producto prioritario para los países colindantes, las condiciones edáficas y de diseño no siempre permiten garantizar el agua requerida para producirlo, y los rendimientos resultantes son demasiado bajos para ser rentables. En estas condiciones, cultivos alternativos con gran demanda local, como el sorgo, el caupí (las carillas) o el mijo, se pueden cultivar con riego suplementario. Con variedades adaptadas y un buen manejo agronómico y del riego, el resultado es una mayor productividad del agua y de la tierra (más kilos o euros por metro cúbico de agua o metro cuadrado de suelo). En zonas cercanas a grandes ciudades, cultivos frutales y hortícolas pueden representar alternativas importantes. En cualquier caso, se necesita una investigación exhaustiva para desarrollar estos sistemas de cultivos alternativos adaptados a las condiciones locales, e incluyendo opciones que mejoren la fertilidad del suelo.

Se espera que gran parte del desarrollo del riego en África subsahariana se base en el riego de aguas subterráneas. Sin embargo, el éxito del riego en la cuenca mediterránea ha resultado en muchas ocasiones en la sobre-explotación y contaminación de los recursos hídricos. Estas experiencias, y muchas otras similares por el mundo, indican que la agricultura de regadío “exitosa” a menudo pone en peligro la sostenibilidad del uso de los recursos hídricos. Este es el gran desafío en la cuenca mediterránea, y a la vez una lección a considerar ante el desarrollo vertiginoso del regadío en África. Las dos regiones tienen el mismo reto, las dos necesitan conocimiento que lleven a modelos de gestión sostenible de los recursos hídricos a distintas escalas (parcela, perímetro, cuenca), y la formación para su uso.

Actualmente están en marcha varios proyectos de investigación en los que participan tanto socios africanos como europeos que buscan desarrollar nuevas formas de intensificación sostenible de la agricultura regada en el Sahel occidental. La mayoría están basados en el “codiseño” y el conocimiento. Con la colaboración de todos los actores en la identificación y evaluación de opciones en campo, a distintas escalas, y en términos productivos, económicos y ambientales, esperamos llegar a sistemas productivos que sean atractivos, rentables y sostenibles.

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