Libros de viajes para un verano sin viajes
Mauricio Wiesenthal, quizá el escritor más viajado de las letras españolas, tendrá que conformarse este verano con desplazamientos cortos: pandemia obliga. Sin embargo, poco antes de la crisis de la covid-19 envió a imprenta un libro que servirá como sustituto infalible para todos aquellos que quieran viajar con la imaginación. Orient Express, el tren de Europa, publicado por Acantilado, es un recorrido apasionante por la geografía y la historia del Viejo continente.
“El libro quiere despertar a los europeos”, afirma su autor. “Como Magris escribió El Danubio y recuperó ese río que atraviesa nuestra memoria, el Orient Express, viniendo de Londres y París, entraba en Italia y Suiza y llegaba hasta el Mar Negro. Son esas vías cruciales, cardinales, de Europa, con todas sus intrigas, sus personajes…”.
“Esa imagen humanista me gusta más que la de las dinastías, los reyes y los políticos. Ahí estaban en cambio las actrices, los músicos, los espías. Hay una nostalgia de esa vieja Europa en la que no hacían falta los pasaportes para viajar. Y cuando se habla de la Europa del carbón y del acero, ¿cómo no pensar en el tren, en las locomotoras y los raíles”, añade Wiesenthal, que ya publicó una recopilación de artículos con el mismo tema en el libro La belle epoque del Orient Express.
Para Wiesenthal, esta nueva entrega insiste en que el gran problema de nuestro tiempo vuelve a ser “las nacionalidades, las fronteras, la mezquindad de los pequeños autoritarismos. Y frente a ellos, está el sueño, reflejado en el Orient Express, de que podíamos tener en Europa un medio de comunicación que fuera de parte a parte”.
Otro inveterado trotamundos, Javier Reverte, lanzó en plena pandemia su Suite italiana (Plaza & Janés), un recorrido por tres rincones del país vecino –Venecia, Trieste y Sicilia– con el pretexto de profundizar en algunas obras literarias. “Fui en busca del espíritu de cuatro libros: La muerte en Venecia de Thomas Mann, las Elegías de Duino de Rilke, el Ulysses de James Joyce y El Gatopardo de Lampedusa. Se trataba de mezclar el viaje y la visión de la belleza con la experiencia lectora”, explica.
Al escritor no le importó esta vez que su destino hubiera sido hollado antes por muchos otros escritores. “Mira Venecia, ¡está más vista que el tebeo!”, comenta. “Pero yo no renuncio por ello a ir y a tener mi visión particular. He sentido lo que han sido esos lugares y lo que significaron para estos escritores, y solo por ello ha valido la pena”.
Lo que sí tenía claro era que, como suele ser norma en sus libros, había que huir del cliché. “Siempre trato de ir más allá de la postal, buscar mis propias rutas y mi punto de vista. Como escritor de viajes no te puedes echar en brazos del tópico”, concluye el autor, quien no se moverá de Madrid este verano: “Prefiero la primavera y el otoño para viajar, si la pandemia lo permite”.
Como suele decirse, tal vez el verdadero viaje sea el viaje interior, y eso es precisamente lo que ha hecho Agustina Guerrero (Chabacuco, Argentina, 1984), conocida por su alter ego La Volátil, en su nueva obra, precisamente titulada El viaje. Un viaje en viñetas, esta vez a Japón, recién publicado por Lumen, que acabó siendo muy diferente a lo planeado en un principio. “Iba a ser un libro sobre la amistad, sobre la aventura y las tradiciones de un país que me parecía muy exótico, y acabó siendo algo mucho más íntimo”, explica la autora.
El propio proceso del viaje, las ansiedades que provoca en la dibujante, acabaron reclamando su protagonismo sobre la perspectiva más o menos turística. “¿Fue viajar un suplicio para mí? Sí y no. Tuve ocasiones para disfrutar, combinadas con momentos de ansiedad y pánico. Todavía me asusta un poco viajar, pero he aprendido que en un viaje tristeza y alegría pueden ir de la mano”, comenta.
“Japón terminó siendo solo un escenario”, añade Guerrero. “Eso sí, es un escenario en el que todo llama la atención, desde los envases de los productos o la comida al comportamiento de la gente, extremadamente educada y respetuosa. Al final, la esencia del ser humano me hizo sentir a los japoneses más cercanos de lo que esperaba”.
También la poesía puede ser un buen vehículo para compartir experiencias viajeras. César Antonio Molina, quien fuera ministro de Cultura, es uno de esos poetas que siempre incluye en sus libros referencias a sus incursiones por el ancho mundo. Su última entrega, Para el tiempo que reste, publicada en la colección Vandalia de la Fundación Lara), entiende la poesía como un ejercicio “no aburrido ni autorreferencial, sino cosmopolita, al contrario de lo que suele ser la poesía española”, y apuesta por “reconectar con el cuerpo internacional de la poesía” encarnado en figuras como Octavio Paz, Borges, Joseph Brodsky o Yves Bonnefoy.
“A partir de Estambul o de Grecia, por ejemplo, hablo de otras cosas”, explica el autor, que también ha publicado esta temporada un libro de experiencias peruanas, Lima, la sin lágrimas, en el sello La línea del horizonte. “Cada vez más hay masas que viajan sin saber nada, y que no saben moverse por ninguna parte sin el gps. ¿Cómo vas a escribir un poema con el gps? La poesía no necesita ninguna tecnología, porque los poetas ven lo que pocos pueden ver. Su preparación y sensibilidad es mayor que el resto. Y una gran parte la hace la confianza en el destino. Mis libros se han ido dejando llevar”.
Y en el año del turismo interior, cabe también viajar con la novela: por ejemplo, Un hípster en la España vacía, de Daniel Gascón. “Me divertía la idea de contraponer dos visiones. Por un lado, la mirada urbana, posmoderna, de alguien que tiene sobre todo una visión abstracta e idealizada del mundo rural, y por otra una visión más apegada a lo concreto. En cierto modo parodiaba mundos que yo conozco y que son parte de mí: el del hipster, porque es mi vida actual en muchos sentidos; el del campo, porque de niño, como mi madre es médica, viví en bastantes pueblos pequeños de Teruel”.
El protagonista es “una especie de Quijote posmoderno que en vez de estar intoxicado de novelas de caballería está enfermo de literatura posmoderna y activista”, si bien Gascón cree que “la realidad es siempre más variada, contradictoria e interesante de lo que pensamos cuando miramos desde lejos. La realidad de los pueblos, por supuesto, y la de las ciudades. Tengo la sensación de que antes había una cierta continuidad entre el pueblo y lo urbano que se ha atenuado un poco, en mi infancia todos mis amigos tenían un pueblo. En todo caso, en literatura, como decía Flaubert, cualquier cosa observada con atención se vuelve interesante”.
Estos son solo algunos títulos recomendados para este verano (casi) sin viajes, pero hay muchos más: desde el recorrido que hace Mikel Reparaz por Estados Unidos en Las grietas de América (Península) al que realiza Ander Izaguirre por los lugares más profundos del planeta en Los sótanos del mundo (Libros del KO), pasando por clásicos como Simon Leys y su viaje a Oriente en Sombras chinescas (Acantilado), Los días del Cáucaso (Siruela) de Banine, Unamuno y su Portugal (Casimiro Libros), los Paseos por Londres de Virginia Woolf (La Línea del Horizonte), los Apuntes sobre América de Charles Dickens (Escolar y Mayo), el Viaje a la Alcarria de Cela, recuperado por Debolsillo, o el no menos memorable Viaje al Sur (Lumen) del llorado Juan Marsé.
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