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Sobre este blog

La federación Andalucía Acoge nace en 1991 para dar una respuesta más eficaz al fenómeno de la inmigración. La labor de nuestra federación tiene como principal objetivo fomentar una sociedad plural que favorezca la inclusión, la no discriminación, la cobertura de derechos y la equidad de oportunidades. Ante los muros tenemos que encargarnos de construir puentes de convivencia entre todas las culturas para que así podamos vivir en valores de diversidad e interculturalidad.

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Nacionalidad más allá de las normas

Nacionalidad más allá de las normas

Loreto Blázquez

A grandes rasgos, se es español por nacer de progenitores españoles; o porque hemos nacido aquí, y al menos uno de esos progenitores también nació en España; o porque nacemos en este país, de inicio sin nacionalidad, y como la apatridia no puede existir, España concede la suya. Una persona también puede adquirir la nacionalidad española si su padre o madre la obtienen previamente, y ella aún es menor de edad. Además, alguien que lleve aquí cierto tiempo, con residencia legal y continuada, puede adquirir la nacionalidad española, y ser español. Se dan ciertas “ventajas” respecto al tiempo de residencia necesario a las personas de determinados países u orígenes, como las de países iberoamericanos o las sefardíes; hijas o nietas de españoles/as; las que han nacido en territorio español, o personas casadas con españoles/as.

Además, España es un país que incluye diferentes nacionalidades y diversidad lingüística en su seno, tal y como lo reconoce la Constitución en sus artículos 2 y 3. A modo de ejemplo, podemos citar los Estatutos de Autonomía andaluz, valenciano, canario, balear, catalán, aragonés, vasco y gallego, que reconocen a estas comunidades como nacionalidades dentro de España. Estos estatutos han sido aprobados tanto por sus respectivas regiones como por el Estado español.

También, en el ámbito de las creencias religiosas, y siendo España un estado aconfesional (respeta todas las confesiones religiosas), como dice el artículo 16 de la Constitución, tiene firmados convenios con las principales religiones que se profesan: la católica, la evangélica, la musulmana y la judía.

Es una nación de naciones, un estado que respeta su multiculturalidad y orígenes diversos. Al menos, eso es lo que dice la ley.

En mi día a día como asesora jurídica, veo la progresión de personas que llegan a España y que van evolucionando, desde los objetivos que inicialmente se habían planteado hasta los que actualmente tienen en su horizonte. También esa progresión se produce a nivel administrativo, pues algunas de ellas pasan de una situación de irregularidad a obtener la nacionalidad española.

En esa progresión, se puede ver no solo un arraigo en España y un desarraigo de sus países de origen por permanecer mucho tiempo fuera de ellos, sino también, a pesar de querer seguir los pasos para formar parte de una sociedad, un rechazo por parte de ella y que les recuerda que nunca serán uno más. Incluso las hay que, habiendo nacido aquí, no han pisado el país que les dio una nacionalidad y siempre han vivido en España, por lo que ni siquiera se plantean qué lugar es aquel al que “pertenecen”.

No obstante, tener o no una nacionalidad depende de la documentación que una persona posea y eso nadie puede ponerlo en duda. A parte queda la percepción que otras personas tengan al respecto, porque quien sea español/a tiene sus derechos adquiridos (y obligaciones), pese a quien le pese. Pero la realidad es que, por allí donde vayan esas personas, suelen encontrarse con trabas burocráticas y sociales, puesto que solo las perciben por su apariencia y no por lo que pone en su DNI.

En muchas ocasiones asesoro a personas que son poseedoras de la nacionalidad española, y cuando les pregunto de donde son, antes de ver su documento de identidad, me dicen que son de “x” país, pero están nacionalizadas, o tienen la doble nacionalidad. A veces, hasta que no veo el DNI, no mencionan que son españolas. Les cuesta reconocer que son españolas a todos los efectos porque mucha gente se empeña en hacerles creer que nunca pertenecerán a España. Como jurista, me enfrento no solo a injusticias derivadas de la desinformación o de los bulos, o incluso de las malas intenciones, sino también al miedo, ansiedad y desasosiego que provocan.

“Nos etiquetan según nuestro origen”

Ejemplos prácticos son el de una ciudadana española, de origen extranjero, cuyos hijos son españoles y estaban viviendo fuera de aquí; llegan a España, y va a solicitar la tarjeta sanitaria para sus hijos al centro de salud; allí le dicen que sus hijos no tienen derecho a la sanidad española porque no son españoles; tengo que redactar un documento que, conforme escribo, pienso en lo absurdo que resulta explicar que unos niños son españoles porque sus padres lo son y que tienen derecho a la asistencia sanitaria.

O el del ciudadano español que, tras adquirir la nacionalidad española, quiere traer a su familia para vivir con él. Tiene un trabajo, todo en orden, pero le han dicho que su mujer y su hija no pueden venir así como así, que se van a quedar sin papeles al llegar aquí, aunque él sea español, que tiene que venir ya con la documentación arreglada; tengo que explicarle que eso no funciona así, que dependiendo del país, (en su caso, no hace falta visado) su mujer y su hija pueden venir, y una vez aquí, solicitar su autorización de residencia como familiares de ciudadano de la Unión Europea, dentro del periodo de los tres meses que les dan para estar en España, porque han venido a vivir con él, que es español.

O de la ciudadana española, que tiene dos hijos, de padre extranjero, va a solicitar una prestación a la Seguridad Social y le dicen que tiene que llevar las tarjetas de residencia de los niños; ella les dice que sus hijos son españoles, y que como tales, no tiene que sacarles DNI hasta los 14 años, por lo que lleva sus certificados de nacimiento; a quien la atiende, le cuesta entender lo que tiene delante, se lo explicamos de nuevo, y por suerte, acaba comprendiendo. Este es mi día a día.

Más allá de las normas, nos etiquetan según nuestro origen, independientemente de lo que diga nuestro documento de identidad; incluso, nos etiquetan por nuestra apariencia. Ser español, o española, no es solo lo que pone en el DNI, es un sentimiento, y como tal, quien me vea puede determinar si lo soy o no, según su criterio. Y es que, dejando atrás dichas cuestiones, nos movemos en el terreno de los sentimientos y de quien cree estar en posesión de la verdad, basándose única y exclusivamente en su criterio.

Pero lo cierto es que nadie decide dónde nace, ni dónde crece, pero sí dónde quiere forjar su futuro (vistas sus circunstancias personales), y sobre todo, a dónde pertenece. Y esas personas que creen que son “más españolas” que el resto, realmente, son “igual de españolas” que el resto, porque ser español solo lo otorga un documento, quieras o no tenerlo.

Y, sí, ser español o española también es un sentimiento, o incluso decir que no lo eres. Pero, en todo caso, quien determina si alguien se siente o no español/a, es la persona titular de su DNI, porque es su fuero interno el que decide eso, y no la percepción que tengan los demás de ella.

España es un estado formado por diversas naciones, forjado a lo largo de la historia a través de diferentes culturas que han ido dejando su huella, y como tal, su más alta legislación y las normas que la desarrollan deben hacer de él un lugar respetuoso y acogedor de esas culturas, orígenes y creencias. Y sus gentes, diversas, diferentes, pero también iguales ante la ley, deben ser tomadas como tales por todas y cada una de las personas que comparten su nacionalidad.

Loreto Blázquez, asesora jurídica en provincia de Granada Acoge

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