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Los fantasmas de Jaén

Fuente del llagarto, en Jaén.

Nacho S. Corbacho

Cuenta la leyenda que en el antiguo barrio de La Magdalena, en la ciudad de Jaén, había un importante manantial. En él vivía un lagarto de considerables dimensiones que se alimentaba de las personas que iban hasta el lugar a buscar agua. Los vecinos le tenían medio y, un día, un preso se propuso para enfrentarse al animal a cambio, eso sí, de que le perdonaran la vida.

Sobre un caballo en el que portaba un cordero, se acercó al manantial hasta que el reptil comenzó su ataque, momento en el que el reo escapó gracias a la velocidad de su caballo. En la persecución el bravo contrincante lanzó el cordero al saurio, que lo comió de un bocado. Lo que no sabía es que en su interior llevaba una yesca encendida que le hizo reventar y, por fin, la población pudo respirar tranquila.

Ésta es una de las muchas leyendas que aún perviven en Jaén. Fábulas que se han transmitido mediante la tradición oral de generación en generación y que han convertido a la capital de la provincia en “la más misteriosa de las Andalucías”.

“Es una ciudad muy antigua y quizás por eso hay mucho mito respecto a diferentes cuestiones que han sucedido a lo largo de su historia”, explica Rafael Cámara, responsable de la asociación IUVENTA, que organiza cada año unas jornadas sobre las leyendas de Jaén en diciembre y también una serie de actividades diez días antes del 2 de julio, cuando se celebra el día oficial del lagarto de la Magdalena.

Los orígenes de las leyendas

“No son hechos reales, pero sí hay un trasfondo histórico muy importante”, subraya Cámara, que explica que sus orígenes son diversos. “Muchas tienes un porqué: desprestigiar a parte de la población, dar un halo mágico a un objeto religioso, un interés de evadir los impuestos de las aduanas...”, cuenta este experto de la cultura jiennense.

El lagarto de la Magdalena es la historia principal, que tiene origen en las leyendas indomesopotámicas relacionadas con dragones y que, no se sabe muy bien cómo, llego a ser de gran importancia en Jaén. Tanto, que la bandera que se podía ver en los pendones cristianos tras la toma de la ciudad tenía un gran dragón en su escudo.

Hoy, una pequeña fuente rinde homenaje al lagarto en la judería jiennense, cuya historia forma parte del los Tesoros del Patrimonio Cultural Inmaterial de España declarados como tales por el Bureau Internacional de Capitales Culturales. Algunas empresas turísticas locales, como Claritas Turismo, la Asociación provincial de guías turísticos y Arqueonatura, organizan rutas relacionadas con estas fábulas que, además, permiten conocer a fondo el patrimonio local, ya que casi cada monumento tiene su propia leyenda.

Otras muchas leyendas fueron recogidas hace cinco años por Manuel Rodríguez Arévalo en el libro Leyendas del Santo Reino de Jaén, que incluye casi 300 historias relacionadas con los municipios de la provincia, medio centenar de ellas ubicadas en la capital jiennense. “Fue un trabajo de campo, de ir pueblo a pueblo preguntando”, recuerda el autor, que cree que las fábulas también están ayudando a conocer el patrimonio de Jaén, “ya que muchas de ellas están ligadas a lugares históricos como castillos o palacios de hace varios siglos”.

De hecho, otra leyenda lleva hasta los Baños Árabes, muy cerca de la Fuente del Lagarto. Ubicados en el subsuelo del Palacio de Villadompardo, son los más grandes y mejor conservados de Europa.

Allí se cuenta que murió el rey musulmán Alí en circunstancias que varían según la fuente. Una historia cuenta que falleció de calor un mediodía cuando fue encerrado en el hamman por sus asesinos y, por eso, su fantasma se pasea a esa hora cada día por las instalaciones emanando energía negativa. Por este motivo, según la leyenda, el recinto sufre diferentes cambios buscos de temperatura sin motivo aparente, y cámaras fotográficas o teléfonos móviles se quedan de repente sin batería.

Otra versión dice que Alí fue apuñalado junto a una columna de la sala templada de los baños, añadiendo que, desde entonces, dicha columna emana calor e incluso energía positiva.

No muy lejos, camino de la Catedral por la calle Almendros Aguilar, otras dos leyendas apuntan al Arco de San Lorenzo, hoy la única parte que queda en pie de la iglesia del mismo nombre. La primera habla de que ahí se veló el cuerpo de Fernando IV, que murió a causa de una maldición de los hermanos Carvajal, de Martos, a los que ajustició un mes antes lanzándolos al vacío por una peña de dicha localidad.

La leyenda del Padre Canillas

La segunda historia relacionada con el Arco de San Lorenzo relata que una fría y oscura noche, un joven se encontró a un sacerdote que le pidió ayuda para oficiar una misa en el templo y aceptó el encargo. En un momento dado, durante la preparación, pudo observar que, bajo la sotana, sólo había hueso: estaba junto a un esqueleto viviente. El hombre salió de allí asustado a toda prisa. En su huida, se cruzó con otro clérigo en la Plaza de la Merced, al que le contó su historia. Tras escucharla, el religioso levantó parte de sus ropajes: “¿Huesos como estos?”, le dijo, lo que terminó de hacer entrar en pánico al vecino de Jaén y constituye la base de la leyenda del Padre Canillas. Hoy el Arco de San Lorenzo se puede visitar, aunque ningún turista ha vuelto a hablar con ningún esqueleto.

Unos metros más al sur, la peatonal calle Maestra pasa por delante de la bonita Casa del Reloj para adentrarse en la Plaza de Santa María, donde se levanta la imponente Catedral de la Asunción, cuyos trabajos dirigió el maestro Andrés de Vandelviria.

En su subsuelo se dice que existió la cueva que albergó la Mesa de Salomón, que se dice guarda el nombre secreto de Dios y que quien la posea tendrá poder absoluto sobre el mundo aunque, por ahora, nadie lo ha encontrado.

Un regalo memorable

Un poco más arriba, en la capilla mayor, se guarda el Santo Rostro. Se trata de un relicario de piedras preciosas con una imagen de gran devoción popular en Jaén que, según dicen los evangelios apócrifos, es uno de parte de la tela con que Verónica limpió el rostro de Cristo cuando se encaminaba hacia el monte Calvario con la cruz a cuestas.

Dice la leyenda que el lienzo llegó a Jaén desde Roma cuando el obispo de la ciudad andaluza viajó a lomos de un diabillo hasta la capital italiana para avisar al Papa de que, si no se arrepentía de sus pecados antes de morir, acabaría en el infierno. El pontífice consiguió arrepentirse a tiempo y, a cambio, le regaló el Santo Rostro que, desde entonces, permanece en Jaén guardado bajo siete llaves.

En el templo también se encuentra la talla de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Se cree que es un trabajo realizado entre los siglos XVI y XVII, aunque otra leyenda dice que fue obra de un campesino. Se cuenta que, cuando estaba cerca de Jaén, ya cansado, pidió alojamiento a un labrador y su familia, que le atendieron con hospitalidad. A cambio, les propuso crear una escultura con un gran madero, trabajo que realizó durante una sola noche y que supone el primer milagro de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

A espaldas de la Catedral se encuentra el Palacio de los Vélez, que en su día perteneció a una adinerada familia jiennense, que encerró a su hija en un torreón después de descubrir sus amoríos con un joven plebeyo que trabajaba como criado en la casa. Levantaron un muro en la puerta y olvidaron a la joven para siempre.

Siglos después, dicen que el fantasma de una mujer hermosa rubia y de ojos claros sigue vagando por las estancias del palacio buscando a su enamorado al que, a pesar de los siglos transcurridos, nunca ha podido olvidar.

Bajando por la calle Bernabé Soriano se llega hasta la Plaza del Pósito, donde sitúa la tradición a un duelo por amor. En él se enfrenaban el capitán Don Diego de Osorio y el hidalgo Don Lope de Haro: el primero había matado a su mujer tras haberse arruinado y el segundo quiso vengarla por ser su amor de juventud.

De Haro ganó la contienda, clavando su espada hasta la empuñadura en su rival y recitando un Padre Nuestro mientras le veía morir. Dicen que, desde entonces, cada año y en el aniversario de tal día, el fantasma de Lope de Haro vuelve a la Cruz del Pósito para recitar la oración.

El Castillo de Santa Catalina y sus alrededores son también escenarios de algunas otras leyendas, como la de la fuente del Caño Quebrado, que se ubica junto a la carretera que da acceso al monumento. En ese punto se dice que encontraron el cadáver de Omar, un joven que gobernaba Jaén. Fue tal la tristeza que la noticia infligió en su esposa, Zoraida, que la mujer no pudo superar su pena y, un día, la encontraron muerta en el mis lugar que habían hallado el cuerpo de su amado. Justo desde el momento en que se produjo su fallecimiento, comenzó a brotar agua de la montaña agua que, se dice, son las lágrimas de Zoraida por la muerte de su amado.

Ya en la fortaleza, los fantasmas vuelven a ser los protagonistas de otras dos leyendas que se sitúan en esta bonita fortaleza que, originalmente, fue un asentamiento íbero para, después, sufrir remodelaciones a cargo de los romanos, los árabes, los castellanos y las tropas francesas durante la ocupación de comienzos del siglo XIX.

A su lado se ubica el Parador de Turismo, que se construyó sobre el viejo alcázar árabe, el único establecimiento de la red de paradores que cuenta con una reclamación por la existencia de un fantasma en la habitación 22. Allí, se dice que un cliente se despertó por los gritos y llamadas a su puerta de una mujer que, cuando abrió, no estaba. El hecho que fue analizado incluso por Iker Jiménez en su programa Cuarto Milenio.

No es el único fantasma de este alojamiento, ya que la tradición dice que el alma de un preso que murió en el viejo castillo aprovecha las tardes de sobremesa para adoptar la forma de los clientes del Parador.

En el cerro donde se levanta lo que queda de castillo existe una gran cruz de hormigón que, originalmente, fue de madera. Sin embargo, cuenta la tradición que la primera que existió la colocó un soldado del rey Fernando III que, tras la toma de la ciudad en la primavera de 1246, hincó su espada en la tierra en ese mismo punto. Parecía una cruz y el símbolo gustó al monarca, que decidió que, desde entonces, siempre hubiera una cruz en este punto de la montaña.

Muchas han sido las cruces instaladas desde entonces, de hierro o madera, que han sido derribadas por el viento hasta que, a mediados del siglo XX, se colocó la actual de hormigón.

El símbolo religioso también tenía como objetivo homenajear a Santa Catalina de Alejandría, que -según cuenta otra leyenda- se apareció en sueños a Fernando III cuando tenía sitiada Jaén. En ellos, le entregaba unas llaves y, al despertar, el rey interpretó que eran las de la ciudad, por lo que dispuso a sus tropas para la batalla y, poco después, el rey Alhamar se rendiría retirándose al Reino de Granada.

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