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Medina Sidonia o la Historia como excusa

Medina Sidonia, en Cádiz.

Francisco J. Jiménez

Hay pueblos que tienen encanto y que sólo por ello merecen una visita. No es el caso de Medina Sidonia. Esta población gaditana tiene mucho más que encanto. A los que todavía no la conozcan les puede sorprender por conjugar el embrujo de sus callejuelas y cuestas con un valor histórico inesperado. Excusas perfectas para darle mucho protagonismo.

En invierno es famosa por su Belén viviente y por su dulces. Pero Medina es mucho más que eso. Basta con pasear por su casco histórico para saber que estamos ante un ejemplo de fusión cultural. En una simple mañana se puede tomar contacto con restos de la Edad del Bronce, con una calzada romana, con un castillo medieval y con un Alcázar árabe.

Y eso, en algunos casos, pasa inadvertido para el visitante de localidades cercanas, que llega básicamente para disfrutar de sus famosas especialidades del universo de la repostería en forma de alfajores o amarguillos.

“Medina es una de las ciudades con mayor patrimonio histórico de la provincia de Cádiz. Tiene un conjunto arqueológico impresionante, tres puertas, cloacas romanas del siglo I… Lo estamos intentando divulgar y está llegando a la gente”, comenta uno de los guías turísticos de la ciudad.

Medina cuenta con tres puertas, que forman parte de las murallas de la época musulmana: el arco de Belén, el arco de la Pastora y la Puerta del Sol. El arco de Belén es una de ellas y aunque se aprecia que ha sufrido varias reformas, no pierde la trascendencia por dar paso a otros edificios emblemáticos, como las Caballerizas del Duque o la imponente Iglesia Santa María Mayor la Coronada, un templo gótico renacentista que impresiona.

Pero más allá de la evidente riqueza patrimonial de la ciudad, lo que engancha de Medina es el crisol de culturas que encierra y la humildad con que alberga elementos históricos tan valiosos como el conjunto arqueológico de las cloacas romanas. Tienen muy claro en esta localidad gaditana que deben poner en valor esos tesoros y llama la atención el despliegue de personal para atender a los turistas, que disfrutan a primeros de diciembre de unas jornadas de puertas abiertas que son ya una tradición.

También se ha convertido en un clásico el Belén Viviente, con el que la ciudad se convierte en un escenario perfectamente organizado y donde cada vecino sabe cuál es el papel que debe desempeñar. Un ‘Bienvenido mister Marshall’ en el que nadie pasa de largo. Los visitantes tienen que echarle paciencia y esperar largas colas para entrar en ese recorrido laberíntico en el que no faltan las escenas más pintorescas de esta tradición navideña.

Y siempre con la denominador común de ofrecer una imagen de ciudad perfectamente afinada para que nada falle en el desfile continuo de turistas, que llegan con una idea y que se marchan con la sensación de que deben volver para terminar de descubrir todo lo que encierra Medina.

Además, es un referente en el turismo relacionado con los espacios naturales porque la población linda con el parque natural de Los Arconocales, el tercero en extensión de los espacios naturales protegidos existentes en Andalucía. El turismo sostenible también es, pues, otro de los alicientes si el viajero decide apostar por Medina Sidonia.

En ese caso es recomendable la ruta de los puentes romanos, que discurre por la primera parte del tramo II del Corredor Verde Dos Bahías, hasta el Puente de los Tres Ojos, que coincide también con la vía pecuaria Cañada Real de Algeciras. Durante el recorrido por lo que fue calzada romana se puede disfrutar de numerosos vestigios romanos como la Torre-Ermita de los Santos Mártires que fue una antigua casa romana de origen visigodo, el Puente de la Hoya sobre el arroyo de la Esparraguera o el Puente de los Tres Ojos sobre el arroyo del Yeso..

“Vine a Medina hace años pensando que era un pueblo ideal para el descanso, pero con el paso del tiempo me he dado cuenta de que incita a todo lo contrario, a conocer su historia y a recorrer sus montes. Eso le pasa a la mayor parte de la gente que viene a esta tierra”, comenta Aitor, un vendedor ambulante de origen vasco que ha quedado prendado con la idiosincrasia de esta tierra.

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