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El día que Griñán resucitó

El presidente andaluz, José Antonio Griñán, conversa con el vicepresidente de la Junta, Diego Valderas (IU), durante una sesión plenaria en el Parlamento andaluz

Charo Solís

En el PP lo tenían todo listo para celebrar la que iba a ser su gran noche electoral del 25 de marzo de 2012. Hasta la pancarta en el balcón. No se desplegó. El escrutinio dio la espalda a todos los sondeos. Sin excepción, daban por hecho que Javier Arenas, en su cuarto intento, ganaría y tendría mayoría absoluta. Otros se aventuraban más y decían que la rebasaría. El antecedente de las elecciones municipales y generales de 2011 también ayudaba a ese vaticinio. Pero se quedaron a cinco escaños del objetivo. Con 50 diputados, los populares obtenían la victoria más amarga. En la matemática parlamentaria era una derrota. El PSOE bajaba, pero IU doblaba su representación. Sus doce sillones en la Cámara autonómica eran la x de una ecuación que abría la puerta a un gobierno de coalición.

La tristeza en la sede popular de San Fernando era palpable. Resonaba una frase del pasado: “Le hemos dado la vuelta a las encuestas”. La pronunció Manuel Chaves en 1996, cuando tras el bienio de la pinza PP-IU, los populares parecían que iban a desembarcar, también con Arenas al frente, en la Junta. Los socialistas acabaron arrebatándoles el premio.

El contrapunto a lo que se vivía allí eran las sedes del PSOE e IU. Había algo más que sonrisas. Muchas caras de sorpresa. Y ya empezaban a oírse voces que ponían obstáculos a esa alianza. La primera fue la del propio Arenas, que invitó a Griñán a firmar acuerdos de gobernabilidad, y que éste rechazó de plano. “Es una opción que no es la que han dicho las urnas, que han señalado claramente que la derecha en Andalucía es minoría y la mayoría son las fuerzas progresistas”, dijo. Las otras voces son las que ponían en duda que los dos socios aguantaran los cuatro años de la legislatura. La inflexibilidad de ciertos sectores de la coalición de izquierdas podían ponerlo difícil. Se señalaba directamente al líder de la CUT-BAI, Juan Manuel Sánchez Gordillo, sugiriendo que en su talante antiPSOE (emitió un voto nulo en la investidura de Griñán) podía esconderse un extraño pacto secreto con el PP que diera pie a una salida a la extremeña (IU se abstuvo en la investidura del popular José Antonio Monago).

Esas voces, como los sondeos, también se equivocaron. El pacto es, o al menos intentan que parezca, estable. Ya el pasado otoño José Antonio Griñán admitía sin tapujos en un patio del Parlamento andaluz que su condición de socialdemócrata convencido se había ido escorando cada días más a la izquierda. Los responsables de su viraje: el Gobierno central y las políticas impuestas desde Bruselas. No mencionó que en ese cambio de rumbo pudiera tener algo que ver IU, su socio en el Ejecutivo autonómico. Pero lo cierto es que el PSOE, malacostumbrado después de tres decenios de gobierno casi en solitario (estuvo dos legislaturas con el Partido Andalucista, pero iban cada uno por su lado), está siendo más flexible de lo que cabría esperar con la formación que lidera Diego Valderas, y viceversa.

Hay fricciones. Algunas públicas. Como las hubo cuando los consejeros y el vicepresidente de IU decidieron secundar la última huelga general de 14-N y acudir a las manifestaciones. Pero se disimulan o se corrigen. Ambos son conscientes de que deben garantizar una “estabilidad” política a la sociedad andaluza y los trapos los están lavando puertas adentro. No obstante, esa tolerancia del PSOE hacia IU no es baladí. Los socialistas saben que la clave electoral no está ahora en el centro, sino em girar más a la izquierda porque esa es la opción que eligieron muchos de sus electores hace un año.

Para los socialistas, además, Andalucía ganó ese 25-M aún más peso a nivel interno de partido. Es el único balón de oxígeno importante que le queda. Tan es así, que Ferraz ha ido abrazando muchas de las iniciativas que ha ido abanderando el PSOE-A, obligándose a pasar página de aquel congreso federal de hace un año cuando la delegación andaluza, la más potente numéricamente (representa el 24% de los 620.000 militantes), y con José Antonio Griñán al frente, prefirió mayoritariamente como secretaria general a Carme Chacón. A Alfredo Pérez Rubalcaba no le ha quedado otra que entenderse con Griñán a sabiendas de que el PSOE andaluz y esta comunidad son el único escaparate que tiene para demostrar que tiene una forma distinta de gobernar.

A IU le pasó algo parecido. La remontada electoral que le llevó a doblar su número de escaños (de 6 a 12) y a entrar en el Ejecutivo autonómico le ha brindado su ocasión de oro. Su gran oportunidad de demostrar ante todo el país que no sólo sabe estar en la oposición, sino que sabe gobernar. Y estar dentro de un gobierno ha reforzado, sin duda, a la federación andaluza de IU en su estructura a nivel nacional (ya de por sí bastante potente: 30% de la militancia). A esto añade que la coalición ha sabido elegir “su propio camino”, es decir, ni el modelo extremeño, con el que está en contra, ni el asturiano (apoya al PSOE en la cámara autonómica), “ni tampoco está siendo como el Partido Andalucista, que cogobernó con el PSOE pero como compartimentos estancos”, recuerda el secretario de Organización de IULV-CA, José Luis Pérez Tapias.

Un año sin Arenas

El PP-A sigue siendo una espinita para Génova. Aparte de arrastrar el recuerdo del fiasco electoral, fruto de unas medidas económicas y de una reforma laboral de Rajoy que abortaron la única opción que tenía de materializar su asalto a la Junta, está la sombra de Arenas. Aunque ya instalado en Madrid, sigue siendo un escollo. Su eterna rival, Dolores de Cospedal, quiso apartarlo de la política regional tras el 25-M y promovió como su heredero al alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido. El relevo no termina de cuajar. Ni dentro del partido, donde algunos ven su debilidad por su doble condición de regidor y presidente del PP-A, y otros no le aceptan por ser sevillano, pero tampoco fuera. Tan sólo le conoce un 52% del electorado, según el último Estudio General de Opinión Pública de Andalucía (Egopa). Un porcentaje que, unido a una valoración del 3,7%, se antoja más que bajo para alguien que pretenda afrontar un asalto a la Junta y que abre otro frente al PP: buscar candidato.

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