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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Binéfar, de espaldas al mundo

Marta Navarro García

Mientras el mundo ha empezado a reaccionar ante el alarmante cambio climático, en el municipio aragonés de Binéfar se corre hacia el abismo, preparando un auténtico suicidio medioambiental. Nadie puede decir que desconozca las insistentes advertencias de la comunidad científica sobre la degradación del medioambiente, en innumerables informes de organismos internacionales como la propia ONU. El más amplio que evalúa los cambios en el último medio siglo corresponde a la Plataforma Intergubernamental sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES), elaborado durante los últimos tres años por 145 expertos de 50 países y con colaboraciones de 310 especialistas.

El pasado mes de mayo, Reino Unido e Irlanda declararon el estado de “emergencia climática y medioambiental”. No, ya no son los grupos ecologistas o animalistas quienes denuncian la situación. No, no son los miles de jóvenes de toda Europa los que se manifiestan exigiendo un cambio rotundo y urgente, es la propia comunidad científica la que da la voz de alarma.

Y en mitad de esta crisis, cuando más necesario es tomar nota, reaccionar y proponer cambios drásticos, en Binéfar se ultima el particular desastre ambiental aragonés: la construcción del mayor macromatadero de Europa. Un matadero que, según el informe técnico del Ayuntamiento de Binéfar, emitirá 126 toneladas de CO2 cada día y 1,3 millones de metros cúbicos de basura contaminante cada año. Hay que tomar aire para hacerse una idea de la magnitud del desastre al que vamos encaminados.

Además, cada día morirán 32.000 animales, cerca de ocho millones al año. Cuesta creer que esos campos donde ahora crece la hierba, donde se escucha el canto de los pájaros, serán, si no se remedia, un reguero de sangre, de vísceras, de millones de animales desmembrados, de chillidos, de litros de sangre, toda una demostración de crueldad que llega de la mano de Piero Pini, empresario italiano relacionado con la mafia, y que ha estado recientemente en prisión en Hungría por fraude fiscal. Nunca antes en Aragón, mafia, desastre medioambiental y maltrato animal habían ido de la mano de forma tan peligrosa.

El ejemplo de Binéfar sonroja a cualquiera que conozca la situación climática en la que nos encontramos. En esta localidad oscense se cumplen todos los desastres de los que la ONU alerta. Como niños desobedientes, la administración, lejos de hacer sus deberes y trabajar para cambiar, se declara en rebeldía y apuesta por la destrucción sin complejo alguno, cuando lo que debería hacer es reaccionar a la construcción de esta macrogranja digna de políticos destructores como Bolsonaro o Trump.

No podemos hablar de salvar el medioambiente o de parar el cambio climático si no se cambia nuestra relación con aquello que lo destruye. No podemos, y esto no es una opinión alarmista, está avalada por informes científicos internacionales. El silencio hasta la fecha parece la respuesta. El silencio de la administración aragonesa, de los sindicatos, a excepción de CGT, de los partidos políticos, incluso la apatía de algunos colectivos ecologistas, es la tónica general. Sólo un grupo de activistas por los derechos de los animales acampados frente al que será, si alguien no lo remedia, el mayor matadero de Europa se mantiene firme en su denuncia pública. Solos frente al silencio de la administración. Solos frente a quienes les arrojan piedras o les denuncian y provocan su desalojo.

El político responsable tiene que valorar qué hay detrás de las inversiones anunciadas y del empleo prometido, porque no todo vale. Hay que tener en cuenta el impacto ambiental y sobre la salud pública de proyectos como este. Pan para hoy, hambre para mañana. Nunca había tenido tanto sentido esta frase. Sólo que ese mañana es tan inmediato y nos reclama con urgencia un cambio de rumbo para que en el futuro no nos arrepintamos de no haber evitado lo que hoy aún estamos a tiempo de evitar. Que Binéfar no se convierta en el Chernóbil aragonés.

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