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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Elogio electoral de los pequeños

Plácido Diez

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Cuando cada cuatro años suena el “tic-tac” de las elecciones locales, y más en primavera y con romerías y santos por el medio, la democracia se activa en los pequeños municipios que todavía son viables, surgen las candidaturas y se revitaliza el compromiso por lo común, por mejorar las condiciones de vida de los vecinos de las comunidades rurales. En Aragón alrededor del 70 por ciento tienen menos de 500 habitantes y un 25 por ciento menos de 100.

Ahora ya no basta con presentarse, fidelizar los grupos familiares y de amigos, y hacer cábalas con los votos que puede ir a una u otra candidatura según afinidades y desencuentros.

Ahora también –es la ventaja de contar con Internet y con las redes sociales- organizan sus propias campañas, nos cuentan quién es quién en cada candidatura, cuáles son sus virtudes, y difunden sus programas electorales a través de Facebook y Whatsapp.

Lo que no cambia, cuando hay más de una candidatura, es la incertidumbre que va creciendo cada día que pasa en la cuenta atrás hacia el 26 de mayo ni el hábito de hacer sondeos/conjeturas en los corrillos –el margen de error es pequeño- repasando familia por familia y sumando votos. En más de 5.000 de los 8.131 municipios españoles que cuentan con menos de 1.000 empadronados, son más del 60 por ciento, están en juego un máximo de 7 concejales y un mínimo de 3.

Los programas electorales coinciden en muchas propuestas porque las diferencias ideológicas pasan a un segundo plano ante las iniciativas para mantener y aumentar los empadronados, para mejorar equipamientos, infraestructuras y el propio paisaje, para disponer de viviendas para rehabilitar, alquilar o vender, para recuperar parajes y recursos naturales o espacios públicos como centros cívicos y de convivencia, para apoyar a las asociaciones que durante todo el año dinamizan la vida cotidiana y para trabajar en red con otros municipios, comarcas y asociaciones.

El de los pequeños municipios –menos del 20 por ciento de los españoles están manteniendo vivo más del 80 por ciento del territorio con una densidad demográfica media de 18 habitantes por kilómetro cuadrado- es un árbol de raíces muy profundas, lleno de sorpresas, de imaginación y de talento para promocionar el pueblo (sea como en el mío, Fuentes Claras, en el Jiloca turolense, tirando de símbolos como el récord nacional de frío en núcleo poblado, el pasado ferroviario o el número de bicicletas o de ingenieros por habitante), para ensayar nuevos cultivos agrícolas, para retomar la paralizada concentración parcelaria, para contar con jóvenes profesionales sobradamente preparados que han decidido vivir en familia en el pueblo, para programar actividades festivas y culturales, para tender puentes entre los abuelos que tienen que envejecer con dignidad y los niños que van naciendo con cuentagotas y que son el relámpago que, entre dos oscuridades, anuncia que hay luz, que hay futuro.

También para buscar fuentes de financiación alternativas como el “maná” de las energías renovables, un parque solar medio puede dejar en las arcas municipales más de 100.000 euros anuales, y para contar con la población vinculada que está arraigada, sea de fin de semana, de festivos o de vacaciones.

Son las otras elecciones municipales, las que no aparecen en los titulares de los informativos, ni entran en los debates en los medios de comunicación nacionales y autonómicos, aunque es obligado reconocer el trabajo de los promotores y de los periodistas de radios, televisiones y periódicos locales y comarcales, que sobreviven milagrosamente, gracias en buena medida al apoyo institucional de las administraciones locales, dinamizando a las pequeñas comunidades rurales dispersas y envejecidas.

Medios y personas inquietas, enamoradas de sus pueblos, que trabajando diariamente la información local, también a través de las redes sociales, hacen una labor esencial para que los pequeños se sientan protagonistas y no muera la democracia.

Las de los pequeños municipios son las elecciones de las realidades desconocidas, del talento por descubrir y de la gente anónima que se compromete con el desafío de mantenerlos vivos peleando por atraer pobladores, por los servicios públicos básicos, y difundiendo las ventajas del contacto con la naturaleza, que relaja y le facilita a uno hablar consigo mismo, del disfrute de unas relaciones humanas cercanas e intensas para lo bueno y también para lo malo, y de sentir que la vida late con un ritmo más lento, que se estira y da más de sí.

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