Teruel centra el debate de los candidatos aragoneses en la televisión autonómica
Nunca antes en un debate de campaña retransmitido por televisión se había hablado tanto de Teruel. De hecho, la provincia en la que están en juego 14 de los 67 diputados en liza fue la que más veces se citó en el debate a nueve que retransmitió Aragón TV el pasado lunes y que, a diferencia de lo que es habitual, suscitó más interés que en otras ocasiones. Con un 10,6% de audiencia, fue uno de los debates más vistos en la historia de la cadena autonómica incluso doblando las audiencias de otras ediciones. El elevado número de indecisos, la incertidumbre de desconocer qué bloque podrá gobernar y la irrupción de una fuerza, la coalición Teruel/Aragón Existe, que se estrena en unas elecciones autonómicas en las que la mayoría de las encuestas le otorgan un papel determinante en la configuración del próximo gobierno provocaron que este debate despertara expectación entre la audiencia. Eso a pesar de que estuvo sometido como todos al encorsetado modelo de reparto de tiempos, bloques y turnos de palabra. Los candidatos salieron al plató con la intención de salir indemnes, no equivocarse y aprobar, pero sin buscar nota. Fue un debate de guante blanco en el que cada candidato tuvo diez minutos divididos en cuatro bloques para aportar sus propuestas, debilitar al contrincante y tratar de convencer a alguien.
Teruel fue protagonista porque en esa provincia se juega gran parte del futuro gobierno. Y también porque, por primera vez en la historia, tres de los nueve aspirantes a la Presidencia de Aragón se presentan por esa circunscripción. Y los tres con un protagonismo relevante a la hora de configurar el próximo ejecutivo: Alberto Izquierdo, del PAR; Alejandro Nolasco, de Vox y Tomás Guitarte, de la coalición Existe. Los tres debutaban en un programa de estas características y los tres, cada uno en su estilo y con sus circunstancias, salieron indemnes. Ninguno de los tres ejerció un papel secundario y entre ellos se dirigieron los principales reproches.
El candidato de Vox tiró de argumentario ultraderechista y trató de aproximarse a Teruel Existe para confiar en un tripartito imposible entre PP, Vox y la coalición del Aragón vaciado. Una aproximación que resultaba hilarante y que Guitarte dio por imposible, tratando de dar por zanjada una de las principales dudas para muchos votantes. El candidato del PAR también tiró piedras dialécticas sobre Guitarte, sabedor de que ambos compiten por una gran parte del electorado turolense y de que quizá se estén disputando algún escaño. Estos candidatos que de secundarios pasaron a protagonistas consiguieron que el otro gran duelo de la noche se desdibujara, a pesar de que era trascendente porque se contraponían los puntos de vista de los dos aspirantes a ser presidentes de Aragón: el popular Jorge Azcón y el socialista Javier Lambán.
Empezó Azcón lamentando que no se hubiera celebrado un cara a cara entre ambos, que es lo que desearía quien piensa que roza con la punta de los dedos el Pignatelli. El todavía alcalde de Zaragoza mostró una preocupación postiza por la despoblación y Teruel, con guiños a la formación de Guitarte, lo que le echaron en cara los partidos del cuatripartito y Álvaro Sanz, de IU, quien fue el que le acusó con más contundencia de mentir con los datos sobre vivienda. Algo que también hizo José Luis Soro, de CHA, que empezó el debate pidiendo una mesa sobre la nieve ahora que respira un poco más tras la paralización de la unión de estaciones. Llamó la atención los cientos de promesas que lanzó Azcón para combatir la despoblación, olvidando que fue su partido quien cerró escuelas y consultorios rurales. Resultó también llamativo que este dato se lo recordara el candidato del PAR, partido que gobernaba con el PP cuando se aplicaron estos recortes. Soro le recordó a Azcón que, “cuando acaba Zaragoza, Aragón sigue”. Menos mal que nadie interpeló a nadie con datos concretos sobre situaciones concretas, porque más de uno se podría haber quedado en blanco.
El presidente de Aragón, Javier Lambán, evitó los duelos directos, y tampoco Azcón estuvo especialmente incisivo, más allá de lo que le exige el papel y su afición por el encontronazo dialéctico. Le sacó el argumentario preferido del PP, que es un supuesto pacto del PSOE con Bildu y la excarcelación de delincuentes sexuales por la interpretación de la Ley del sí es sí. Pero lo hizo con menos agresividad que en ocasiones y en todas se encontró a un Lambán que más de una vez hizo sordos. Eso sí, aprovechó dos segundos de su debate para asegurar que él nunca pactaría con Bildu.
Hubo algún otro candidato que pasó desapercibido y que tenía un papel incómodo, el papel de quien sabe que es un convidado de piedra y debe defender una posición que hace cuatro años era ganadora y ahora está prácticamente abocada a la desaparición: es el caso de Carlos Ortas, candidato de Ciudadanos y que se erigió sin gran convicción en el defensor del autónomo y la persona corriente. Intentaba interpelar a unos y a otros, pero nadie le tuvo muy en cuenta. Maru Díaz, la única mujer presente, lamentó esta circunstancia en unas elecciones que siguen siendo dirigidas y lideradas por una mayoría masculina. Quizá su evolución en estos cuatro años es la más espectacular: en el anterior debate fue dura y contundente como opositora y crítica con los partidos con los que hoy comparte gobierno. En este, defendió la gestión realizada por un ejecutivo compartido incluso con partidos otrora enemigos, como el PAR. Nada que ver con el diputado de IU, Álvaro Sanz, que señaló que su partido es predecible en su posición de izquierdas que trabaja para que nunca gobierne la derecha pero que tampoco apoyará gobiernos que no apliquen políticas progresistas con la intensidad que defiende su formación.
Lambán, por su parte, estuvo como ausente, ni siquiera para sacar demasiado pecho de gestión, que es lo que suelen hacer en estos debates quienes gobiernan y tienen que someterse a los embates del resto de contrincantes. No entró en duelos dialécticos y hasta en eso Aragón es diferente: cuatro de los nueve partidos representados forman parte del Gobierno. Parecía que estuviera mirando la hora para que acabara cuanto antes y marchar para seguir haciendo campaña.
A diferencia de otros debates, no hubo ensaladas de datos, ni nadie sacó cartulinas, ni gráficas ni objetos. Tampoco hubo ataques personales directos ni encontronazos. Ni la moderadora, Ana Laiglesia, tuvo que afanarse mandando callar o poniendo orden. Fue un debate de guante blanco que despejó pocas dudas y defraudó las altas expectativas. Todo sigue igual que cuando empezó: con la incógnita de cómo se configurará el próximo gobierno. Descartado que sea monocolor, todas las demás fórmulas y composiciones están en el aire.
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