La pandemia reduce las cifras pero no aplaca la violencia de género, “en cualquier momento la salida es complicada pero ahora lo es más”
La convivencia diaria de una víctima con su maltratador elimina los momentos y canales de comunicación disponibles con otras personas o instituciones y, por lo tanto, la posibilidad de pedir auxilio. Algunas, debido a las restricciones sanitarias vigentes y la dependencia económica o emocional, siguen haciéndolo a día de hoy. “Piensan que igual este no es el momento, lo van a tener todo más difícil, el encontrar trabajo, en cualquier momento la salida es complicada pero en estos momentos lo es más”, apunta Elena Cortés, responsable de Igualdad de la Casa de la Mujer de Zaragoza.
Debido a la situación excepcional de la pandemia las mujeres han pedido auxilio a través de las llamadas, que han experimentado un incremento sobre todo a partir del mes de abril. La línea telefónica del Insitituto Aragonés de la Mujer (IAM), el 900 504 405, atiende las 24 horas y no deja rastro en la factura. En cifras totales se contestaron 4.272 llamadas, donde prevalecen 1.273 solicitudes de información y 1.185 por maltrato físico.
Las entidades contra la violencia de género han reafirmado su compromiso de igualdad y se han adaptado a la situación gracias a las nuevas tecnologías para poder seguir ofreciendo ayuda a miles de mujeres. “No solo existimos el 8-M y el 25-N sino que se trata de un proceso continuo desde que una mujer llega hasta que rehace su vida” incide Natalia Morlas, presidenta de Somos Más, grupo de mujeres supervivientes de violencia de género. Ellas fueron una de las pioneras en crear un grupo de WhatsApp como vía de contacto, “no pueden llamar cuando quieran, pero un mensaje siempre lo pueden borrar. Ese grupo sigue funcionando con psicólogos, abogados, trabajadores sociales y nosotras mismas, que estamos y hacemos de todo: las acogemos, las escuchamos, nos cuentan lo que les pasa y de ahí tomamos el camino más adecuado para cada situación”, explica su presidenta.
Las últimas cifras oficiales, recién mostradas en el informe trimestral del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, acentúan una disminución general en el número de víctimas en España (41 frente a las 53 del año anterior), ninguna de ellas en Aragón. Además, las denuncias también han descendido a 42.854, un 5,08% menos que las recibidas en el 2019. En Aragón ese porcentaje se sitúa en un 3,9%, pasando de 881 a 847.
Las órdenes de protección y las medidas solicitadas o las renuncias a los procesos judiciales también han sufrido una disminución. La paralización de la justicia también se ha notado en las sentencias condenatorias de los juzgados penales con 1.336, una cifra baja en comparación con las habidas en 2019 (4.479). A pesar de la positividad que pueden desprender estas cifras, las entidades alertan sobre ellas porque no significa que la violencia de género haya desaparecido.
Las diferencias pueden ser concebidas por varios factores como el miedo, la credibilidad y la dependencia económica, sexual o emocional. El proceso de la denuncia significa el inicio del caos. “Lo difícil que tiene que ser aparecer en una comisaría a decir que quieres denunciar al hombre del que estás enamorada, con el que has construido un proyecto de futuro, o tienes uno o más hijos/as en el que depositaste tu confianza o tus ilusiones” cuenta Cortés. Además a esto se suma un largo proceso judicial complicado que muchas veces intimida y desespera.
Si bien es cierto que la agresión física es la desencadenante para denunciar, en muchas ocasiones, detrás se esconde el control o la agresión psicológica, “las primeras señales pasan muy fácilmente desapercibidas y en ocasiones tiene que haber algo más grave para que se detecte la violencia pero lo grave no es lo primero que pasa. Si viene una mujer que ha sufrido una agresión física nosotras sabemos que seguramente antes ha habido violencia psicológica solo que no se ha podido detectar como tal porque ha ido poco a poco, eso es lo que saben hacer los maltratadores que no parezca maltrato, que parezca normal” apunta Cortés. Esto último también lo destacaba Marina Marroquí en una de las charlas organizadas por la Casa de la Mujer el pasado mes de noviembre, “los mejores maltratadores nunca pegan porque no lo necesitan, el control, la intimidación, la violencia psicológica es suficiente para conseguir el dominio que quieren y no necesitan recurrir a la violencia física”. Los familiares y los amigos también se vuelven fundamentales en el recorrido de la toma de conciencia, identificarse como víctimas y finalmente decidir si denunciar o no.
Además, desde las entidades reivindican que hay que abandonar el perfil estereotipado de una mujer ama de casa de 50 años. “La víctima de violencia no tiene rango de edad ni estatus social ni educacional, cualquier mujer que te encuentres por la calle puede ser una mujer maltratada”, reconoce Morlas. Desde la Casa de la Mujer también se ha destacado en debates online a las mujeres con discapacidad, muchas veces olvidadas.
Los menores, los grandes olvidados
Las víctimas de violencia de género también pueden ser menores. Según el informe citado, el número de infantes tutelados que han sufrido violencia machista durante este año asciende a 312, en comparación con los 72 precedentes. También bajo esas circunstancias han muerto tres menores este año, una cifra que ya se repetía el año anterior.
Se les considera el arma que tienen los maltratadores contra la víctima. “Se les pone esa arma en las manos cargada con munición infinita. Imagínate que te separas del maltratador cuando tu hijo tiene 5 años pues hasta los 14 no se le da voz y se tendría que hacer. Es un arma todos esos años que ve al maltratador” cuenta Morlas. Los puntos de encuentro familiares, espacios de encuentro entre menores con sus progenitores con la intervención neutral de profesionales, son objeto de polémica en este ámbito. En Somos Más abogan por evitarlos, sobre todo cuando el maltratador ya tiene condena asignada, y para ello han creado un Change.org que acumula más de 115 mil firmas. “Se dan situaciones aberrantes, niños a rastras, que se tiran por el suelo porque no quieren ir, porque saben a dónde van y con quién. ¿Cómo te vas a querer ir con un señor al que has visto pegar a tu madre o que te ha pegado a ti? Les están dando a los maltratadores derechos que se les quitan a las víctimas” subraya Morlas.
La vida tras la denuncia
Las sentencias judiciales no implican siempre un nuevo comienzo. La mayor parte de las mujeres se han encontrado bajo un estado de sumisión, control y aislamiento lo que no les ha permitido tener una vida laboral para poder sustentarse en medio de una crisis económica. Además durante la pandemia muchas de ellas se dedicaban a limpiar casas, se han visto afectadas por el ERTE o han padecido el coronavirus. A esto por ejemplo también se le suma la intención de alargar los procesos judiciales por los agresores, “lo hacen para no separarse y ellas tienen muy difícil pedir subvenciones y ayudas porque sigue constando como unidad familiar y, como él trabaja, constan esos ingresos y no les van a ayudar” reitera Morlas. Desde la asociación se intenta crear cursos para que puedan conseguir empleo aunque en algunas ocasiones no logran mantenerlo por culpa del agresor que acude a sus puestos de trabajo para crear polémica acabando así con sus recursos. ‘Un empleo contra la violencia’ de la Fundación Adecco también se suma a esta búsqueda de oportunidades.
Las entidades de víctimas siguen luchando contra esa lacra para que se escuchen las necesidades de estas mujeres a la hora de redactar las normas o leyes, “Nosotras no queremos minutos de silencio, no queremos estar calladas, queremos gritar y que se nos oiga bien alto porque ningún minuto de silencio nos devuelve una mujer muerta o menores. Eso se tiene que entender, tienen que endurecer las leyes” apuntan desde Somos Más.
Elena Cortés insiste también en las pequeñas acciones, por ejemplo las que se realizan en la Casa de la Mujer que integra servicios como la atención psicológica, social y jurídica con webinars, charlas, debates o exposiciones. Además incide en que es una acción conjunta de toda la sociedad y que hay que pasar de la teoría a la práctica, “aunque endurezcamos las penas, pongamos unas leyes u otras o porque pongamos a mucha gente trabajando en esto, eso no va a cambiar mientras no entendamos que tienen que desaparecer comentarios, chistes, actitudes o consideraciones que están presentes en muchas cosas que día a día siguen reflejando y construyendo desigualdad en nuestra sociedad” concluye.
0