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Un hostelero escenifica su 'crucifixión' por el cierre judicial de su restaurante que le aboca a la ruina y a seis familias al paro

Bernardo Álvarez escenifica su 'crucifixión' en Grado.

Pilar Campo

Grado —

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La localidad asturiana de Grado celebra todos los domingos su tradicional mercado, donde se ponen a la venta desde productos de la huerta, quesos, panes de trigo y de escanda a productos textiles. Ayer era día de mercado y sus calles estaban muy concurridas cuando el hostelero Bernardo Álvarez, conocido como 'Pachanga', descalzo y vistiendo como único atuendo una prenda blanca similar a la de Cristo en la cruz escenificó su propia crucifixión mientras sus familiares y amigos le infligían unos latigazos simulados.

Era su original forma de protestar ante el calvario que se le viene encima. Acababa de ejecutarse la sentencia firme dictada por el Tribunal Supremo (TS) por la que se acordaba la clausura del restaurante-tienda de su propiedad, el “Trastevere”, ubicado en la calle Eduardo Sierra en la villa moscona, en una zona de protección del casco histórico conforme al catálogo urbanístico del concejo.

Un cierre que se producía a raíz de la denuncia de un vecino de una vivienda anexa al local que alegó que la catalogación urbanística del inmueble que acoge el negocio no permitiría este tipo de actividad. Y con la clausura, tanto 'Pachanga' como sus cinco empleados: cocinero, ayudante de cocina y camareros, pasaban a engrosar las listas del paro.

El dueño del local reconoce que la situación cuanto menos es “surrealista” ya que el restaurante ha podido permanecer abierto 15 meses gracias a los permisos que el Ayuntamiento de Grado y el servicio de Patrimonio Cultural del Principado de Asturias le habían concedido, después de innumerables gestiones para obtener las licencias pertinentes ante la catalogación del edificio.

Pachanga' adquirió en 2020 el edificio, que estaba en estado ruinoso, para convertirlo tras su rehabilitación en un restaurante-tienda. Invirtió medio millón de euros en un negocio para el que contó con una subvención de 116.412 euros concedida por la Unión Europea (UE) dentro del Programa de Desarrollo Rural 2014-2020 con la colaboración del grupo de acción local Camín Real de la Mesa.

A la ruina económica por la falta de ingresos se suma además su situación personal: tiene pendientes de pago dos hipotecas -la de su propio domicilio y la del local-, la devolución de la ayuda y vive con la incertidumbre de no saber cómo podrá afrontar las deudas y seguir manteniendo a su familia ya que está casado y tiene un hijo de tres años.

Compré un edificio en ruinas y lo rehabilité respetando la estructura. Lo dieron de paso y ahora nos desalojan. Invertí medio millón y tuve una subvención de la UE que hay que devolver. Tengo hipotecas de mi casa y del local. Estoy sin ingresos y en paro

'Pachanga' se dedica a la hostelería desde 2014 y ya tuvo otro local en Grado, donde es muy conocido y apreciado. Cuando supo que había un local en ruinas en el casco viejo le gustó la idea de montar ahí un negocio y en enero de 2020 se decidió a su compra e inició los trámites para obtener las licencias de obra y de actividad con el Ayuntamiento.

“Tardaron casi un año en darnos la licencia porque hubo que ir a Patrimonio Cultural del Principado de Asturias y pasamos por Medio Ambiente y superamos todos los filtros”, comenta.

Una vez que obtuvo la licencia inició la reforma. Pidió una subvención de 116.000 euros que le concedió el Grupo de Desarrollo Rural del Camín Real de la Mesa de Fondos Europeos y solicitó una hipoteca. El siguiente paso fue realizar la obra y, con ella terminada, en julio de 2022 inauguró el local. En total, invirtió medio millón de euros.

Entre tanto, un vecino interponía una denuncia contra esta actividad alegando que el edificio gozaba de una catalogación singular. Según expone el hostelero, el caso llegó hasta el Tribunal Supremo (TS) que avaló al vecino en una sentencia firme contra la que no cabe recurso.

A partir de ahí, comenzaba la cuenta atrás hacia la clausura del local, que se hacía efectivo en la noche del domingo, unas horas después de su 'crucifixión'.

El Ayuntamiento se vio obligado a a desalojarnos, a quitarnos las licencias que él mismo nos dio y con el que estábamos dentro de la legalidad y los seis empleados, entre los que me incluyo, estamos ahora en casa

“El Ayuntamiento se vio obligado a a desalojarnos, a quitarnos las licencias que él mismo nos dio y con el que estábamos dentro de la legalidad y los seis empleados, entre los que me incluyo, estamos ahora en casa”, afirma.

El hostelero no se explica cómo es posible que hayan llegado hasta esta situación. Dice que era consciente de que el edificio estaba parcialmente catalogado, pero señala que él cumplió con toda la normativa vigente.

“El edificio estaba para caerse en cualquier momento. Aquí solo se dejaron las cuatro paredes, ni el techo, ni nada. Se hizo todo nuevo. Me dijeron que había que respetar su estructura original, es decir, los huecos, alturas, todo lo que es la estructura antigua. No podía abrir ni una ventana en la parte de arriba, ni hacer una cristalera. Hice todo lo que me pidieron. Lo dieron todo de paso y abrí con todas las licencias y toda la legalidad y ahora va y nos desalojan”, incide.

La situación jurídica es compleja. El litigio empezó en febrero de 2021 con la concesión de los permisos municipales, una vez recibido el informe favorable del Consejo de Patrimonio Cultural del Principado de Asturias, que respaldó la obra para rehabilitar el edificio y dotarlo de un nuevo uso.

Se trataba de un inmueble con una situación urbanística “complicada”. De un lado, está situado en una zona de protección del casco histórico y cuenta con una protección singular parcial, conforme al Catálogo Municipal. Del otro, antes de su rehabilitación, su estructura estaba al borde del colapso.

Antes de que se declarara en ruinas, el edificio tenía otra actividad. Sus propietarios destinaron sus instalaciones como almacén de venta de vino, según corrobora 'Pachanga'.

Llegaré hasta donde sea necesario para que a mi familia, que es mi prioridad, no le falte nada. Estoy dispuesto incluso a protagonizar un encierro o una huelga de hambre con tal de que me escuchen y me ofrezcan una salida a esta problemática

“Este edificio era un almacén de vino. Embotellaban vino y llegaba la gente con sus garrafones a llenarlos. Pero no sé si en aquella época tenían o no licencia”, indica.

El hostelero ha asegurado a eldiario.es Asturias que llegará “hasta dónde sea necesario” para que a su familia, que es su prioridad, “no le falte nada” y está dispuesto incluso a protagonizar un encierro o una huelga de hambre con tal de que le escuchen y le ofrezcan una salida a esta problemática que sostiene que él no buscó.

Su intención es seguir adelante pleiteando contra la administración, en este caso, contra el Ayuntamiento de Grado que le dio la licencia por su responsabilidad patrimonial ante los daños y perjuicios económicos que le está ocasionando, además de reclamar el lucro cesante y los daños psicológicos.

'Pachanga' no oculta su preocupación por la situación económica en la que quedan sus trabajadores: “Todos ellos son muy válidos y trabajadores. Hay dos chicas que son jóvenes y pueden encontrar más fácilmente un trabajo, pero hay otros tres casos de empleados que superan los 55 ó 56 años y a esa edad es más complicado encontrar trabajo”, señala.

 El hostelero no para de atender llamadas telefónicas de ánimo. Se siente reconfortado de ver la repercusión que ha tenido su caso por el apoyo de muchos de sus vecinos.

“La notificación del cierre me llegó el pasado viernes y me daban 48 horas para cerrar, en un plazo que se acabó el domingo. Y desde entonces no para de sonar el teléfono”, expone.

La denuncia partió de un vecino del edificio colindante. Eldiario.es Asturias trató de contactar con él para conocer su versión de los hechos, pero eludió contestar a las preguntas de este periódico.

“No queremos participar de este circo. No tenemos nada más que decir”, ha aseverado.

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