“Un país que no conoce su historia está condenado a repetirla”

Si hacemos un breve recorrido por la historia de El Salvador, o mejor por su intrahistoria, esa historia no contada, la que no aparece en los periódicos, encontramos una historia que nos habla de muerte, de masacres, de injusticias, de barbarie, de irracionalidad, de persecución, de exilio, de represión… pero es también una historia de resistencia, de solidaridad, de valor, de principios, de libertad, de lucha, de sororidad.

Y es que la realidad de El Salvador debemos entenderla a través de varios acontecimientos: es un país de posguerra prolongada, donde los acuerdos de paz pusieron fin a la guerra civil e introdujeron cambios novedosos en la política, pero el periodo de paz nunca abordó de manera efectiva temas esenciales como la estructura económica relacionada con el conflicto social y la cultura de diálogo como contrapuesta a los patrones socio-culturales de dominación.

Durante estos días, en algún lugar leí: “Un país que no conoce su historia está condenado a repetirla”, y la realidad de hoy es que casi veinte años después de finalizada la guerra civil, El Salvador es una de las sociedades más violentas de Latinoamérica con las tasas más altas de homicidio y de vulnerabilidad de la juventud. Según el Índice de Paz Global, es el 112º país más seguro para vivir en paz.

Es en este contexto en el que el proyecto Carpa Lúdica Carpa Lúdicapretende incidir, habilitando un espacio fijo en el que los y las jóvenes de San Salvador puedan participar en talleres relacionados con las artes escénicas y las artes plásticas, para posteriormente impulsar la creación de empresas culturales, con la finalidad de que estos emprendimientos acaben siendo una alternativa social y profesional para la juventud.

Se ha conseguido transformar un espacio condenado al olvido, en un espacio para la diversión, para la interculturalidad, para compartir, para aprender, para reír… Un espacio en el que mediante el juego, la interpretación, el baile, la comunicación, en definitiva mediante el arte, se están llevando a cabo prácticas que promueven la prevención de la violencia juvenil. Prácticas que permiten el auto reconocimiento, que promueven que los jóvenes se vayan construyendo como ciudadanos/as, aprendiendo y asumiendo compromisos por solucionar los problemas de sus comunidades y los suyos propios. Entendiendo además que todo logro se produce a partir del esfuerzo individual, pero en cooperación con otras personas, y son estos aportes los que compensarán aquellas necesidades que frecuentemente encontramos entre los grupos más afectados por la violencia.

Carpa Lúdica es también la evidencia de que existe otra manera de entender la cooperación, una cooperación transformadora, corresponsable, de intercambio y colaboración mutua. También es la constatación de que la cooperación internacional sigue siendo necesaria: la lucha de superación del pueblo salvadoreño y de sus jóvenes debe ser nuestra lucha. No es justo que permanezcamos indiferentes.

Durante estos días hemos vivido intensamente, hemos escuchado, hemos aprendido, hemos llorado, hemos reído, hemos compartido momentos inolvidables que ya formarán parte de nuestras vidas para siempre. Porque pese a la dura realidad de El Salvador, en Carpa Lúdica nos hemos encontrado a jóvenes que no quieren permanecer indiferentes, que creen y sueñan con otro Salvador, que se superan día a día, que demuestran valentía y solidaridad, que miran adelante con ilusión y con esperanza sintiéndose agentes del cambio, sintiéndose el futuro de un pequeño gran país que merece vivir en paz.

El proyecto “Carpa Lúdica” implementado en San Salvador por Ayuda en Acción, el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), la Secretaria de Cultura de la Presidencia y la Alcaldía Municipal de San Salvador; y en Cataluña por Ayuda en Acción, Connectats y el Ayuntamiento de Barcelona, ha permitido a cinco jóvenes de Barcelona conocer en primera persona El Salvador, un país chiquitito en extensión pero enorme por su gente.

Durante ocho días hemos intentado acercarnos a la realidad y al día a día de jóvenes que viven en San Salvador, jóvenes que tienen que hacer frente a un contexto en el que la violencia parece haber encontrado en ellos y ellas, a sus mejores aliados.