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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

Abróchense los cinturones, que viene la tercera fase

Alberto Núñez Feijóo junto a Cuca Gamarra en el Congreso.

José María Izquierdo

21 de agosto de 2023 22:25 h

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Paciencia, mucha paciencia. Tanta como la que tuvo aquel santo varón de la Biblia que a muchos nos hizo apuntalarnos en nuestra pétrea creencia de la inexistencia de ese dios todopoderoso que nos habían inculcado desde pequeñitos. Nos preguntábamos: ¿puede haber un ser supremo tan canalla capaz de someter a un solo hombre a aquellas bárbaras y continuadas penurias? Dejarte en la ruina, vaya, ¿pero matarte de una tacada a tus siete hijos y tus tres hijas? ¿Llenarte el cuerpo de horribles y dolorosísimas pústulas, apartarte de tu esposa, de tus amigos? Venga ya, hombre. Imposible que haya un ser divino tan envilecido y cruel, dispuesto a ejercer ese sadismo. Pues así debemos encontrarnos nosotros. ¿Mandarnos un covid? Pase. ¿Una Filomena? Tira. ¿Una guerra en Europa? Demasiado. ¿Pero Núñez Feijóo y Abascal juntos? ¿Depender de Puigdemont al mismo tiempo? Demostrado: dios no existe.

Ayer empezó la ronda Felipe VI, un ojo en la gobernabilidad de la nación y otro en la Academia Militar, no vaya a ser que en una prueba de cualquier cosa se le desgracie la hija mayor, un futuro prometedor. O no, que el republicanismo avanza. Mal que no hayan asistido a la cita algunas formaciones. Lo lógico es ir y decirle al Rey lo que sea. Si uno acepta el sistema, se come todos los marrones. Con peor información, tendrá que decidir el monarca a quién le encarga formar gobierno, y por ahí empieza la cuenta atrás para saber si hemos tenido suficiente con la babilonia del 23-J o todavía tendremos que soportar unas nuevas elecciones dentro de pocos meses. Son tan difíciles las pruebas a superar en esta primera fase, que nos olvidamos de la tercera, terrible, que luego abordaremos.

Efectivamente, Pedro Sánchez, que ya ha ganado con contundencia el primer asalto, vencedor una vez más de mil batallas, tiene ante sí una yincana de dificultad extrema. Lo primero, aunque ahora nadie piensa en ello, negociar con los suyos, por así decirlo con generosidad extrema, que no es fácil. Por un lado, los pages del PSOE, inasequibles al desaliento; pero por otro, pelearse con Sumar y Podemos, no lo olvidemos, que todavía anda por ahí. Y luego, como ya han visto, oído, leído y analizado en sesudas piezas de politólogos y gaceteros, la prueba mayor, el Yurchenko con doble mortal carpado que ejecuta, sobrada, Simone Biles: lograr un pacto con Esquerra y Junts, de uno en uno, primero, y en una sola tacada, después. Y por detrás, con el aliento en el cogote, guadaña en mano, todas las fuerzas conservadoras del país, PP y Vox, claro, pero también las intocables y poderosas togas que ustedes conocen, jaleada la santa compaña por esa prensa y esas televisiones reaccionarias que conforman un deleznable monstruo de mil cabezas y graznidos insoportables.

Porque ahí están, y van a estar en los próximos meses, cada día que pasa más enrabietados hasta la negra cólera por el estrepitoso fracaso de aquel sueño que ellos mismos se creyeron, llevados hasta el precipicio por los falsos hammelines que les prometieron ríos de leche y miel. Ya en la campaña empezaron a temerse lo peor, y en las últimas semanas el camino de Núñez Feijóo se parecía cada vez más al deambular del borracho: dónde estoy, qué hago ahora, hoy por aquí, mañana por allí y al día siguiente por acullá. Desnortado, el líder del PP mostró su incompetencia de manera vergonzosa, rey desnudo descubierto por los votantes. 

Y ahí seguimos. Por ahora, salvo imprevistos o cataclismos desconocidos, sólo parece haber dos posibilidades abiertas: o gobierno de Pedro Sánchez con todas las ayudas sabidas, incluimos a Junts, o nuevas elecciones. Descarten, o en esas estamos, la posibilidad de un gobierno de la derecha, llorando por las esquinas su lista más votada, mantra estúpido que se les queda en pura bobada cuando se les menciona, con aire retador, la palabra Extremadura, PSOE lista ganadora, pero gobiernan PP y Vox, son ustedes unos desvergonzados. En cualquiera de los dos casos, sea cual sea el resultado final, entraremos en los encuentros en la tercera fase, todo aquel grumo pastoso del que les hablábamos en el párrafo anterior, dispuesto a envilecer, es lo único que saben hacer, la vida política y el transcurrir diario de la ciudadanía. No hay más que leer los editoriales o artículos de opinión de esa fiel infantería fuera de sí, o las primeras intervenciones de los desquiciados políticos del PP. Vean, verbigracia, la brutalidad del nuevo presidente del Senado, Pedro Rollán, que con un desprecio insolente a la neutralidad exigida a su cargo ya ha arremetido contra Sánchez y entre otras barbaridades, se ha permitido soltar esa increíble injuria de que el actual presidente “es incapaz de respetar el resultado de las urnas”. No aprenden. ¿Golpista, se atreven a llamarle? Llevan la falta de escrúpulos en la sangre. 

El problema del PP, como todo el mundo sabe, incluso ellos mismos, es que Feijóo se jugó vida y hacienda a la suma con Vox, fuera moralidad, fuera remilgos, que lo importante es llegar al poder, con ultraderechistas, fascistas o lo que se tercie. Pero la coalición no fue suficiente. Y ahí, metido en el pozo, atado con lazos indelebles al recio Abascal, no tiene salida posible, ni contigo ni sin ti tienen tus males remedio. Saben en la derecha, quienes aún conservan un gramo de cerebro, que ir con Vox es mortal porque se cierran cualquier aproximación a los nacionalistas, desde hace muchas décadas imprescindibles para la gobernanza, además de provocar el multitudinario voto de las gentes de izquierdas, asustadas ante la barbarie que ya ejercen allá donde gobiernan conjuntamente. Pero sin ellos, Feijóo no llega ni a rozar la posibilidad de gobernar.

¿Solución? A la calle el candidato del PP, ya quemado, y a probar con otro. U otra, claro. ¿La reina del vermú, Díaz Ayuso? Pues a ver cómo se quita de encima su vital acercamiento a la ultraderecha, tan obvio que es difícil distinguir entre sus políticas y las del falangista Buxadé. Imposible con ella el viaje al centro, si es que es eso lo que se busca para llegar, de verdad, a esos millones de españoles que puedan votarles sin la vergonzante mochila de los más reaccionarios de Occidente. ¿Y entonces, qué pueden hacer? Pues cualquiera sabe. Que acaben de deglutir la derrota y que piensen, si es que son capaces. 

Otro día, quedan más semanas que longanizas, hablaremos de Puigdemont, de la amnistía y del referendo de autodeterminación. También de cómo aceptaremos el silencio en las negociaciones, pero exigiremos transparencia absoluta ante los posibles pactos finales. Cuestiones todas ellas que ahí están, cerberos en las puertas que llevan a un posible Gobierno con Pedro Sánchez al frente. Hasta que la cosa avance y veamos la luz al final del túnel, sólo entonces podremos decir, con Isaac Rosa y Hannibal Smith, “me encanta que los planes salgan bien”

Paciencia.

Adenda: Qué habrán hecho las sucesivas generaciones de argentinos para después de sufrir aquella plaga de los Videla y otros milicos asesinos en serie, 30.000 desaparecidos, torturados y arrojados vivos desde aviones miles de dolorosas víctimas, se enfrenten ahora a un lunático Javier Milei, que defiende el fin del aborto legal, el fin de la educación sexual en las escuelas, la libre portación de armas o que los impuestos son una rémora de la esclavitud. Dice también que el calentamiento global “es otra de las mentiras del socialismo” y grita, como un energúmeno, que “los zurdos de mierda siempre del lado del mal, soretes (malas personas, también trozos sólidos de excrementos), empobrecedores y asesinos”. Otra demostración más, por si la necesitaran, de que dios no existe. ¿Cómo puede haber un ser por ahí arriba tan bárbaro que mande a los pobres argentinos una plaga semejante?

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