Deberíamos empezar pronto, muy pronto, ayer por ejemplo, a desmontar los gigantescos bulos que va construyendo la derecha. Son muchos y variados, pero a lo mejor hacíamos lo suficiente en esta primera tacada con intentar la voladura controlada -o incontrolada, qué nos importa- de esos lujosos y falsos edificios que se van construyendo los señoritos que mandan para su mayor gloria y extrema comodidad. No son solo los partidos de derecha, PP (el de toda la vida), Vox (los ultras de cuando don Pelayo) y el microbio Ciudadanos, aquellos que un día fueron algo y hoy, cuántas cabezas quemadas a lo bonzo, luchan por conservar algún empleíllo por ahí, que trabajar es duro.
Son más. Muchos más. Y no me refiero a los de siempre, esas potentes fuerzas económicas que sonríen a quien ahora manda -las cosas les van medianamente bien, a pesar del cúmulo de plagas del Antiguo Egipto que hemos soportado estos años- pero que en el fondo, apenas si se les rasca unos milímetros el cocodrilo del Lacoste, les sale el pelo de la dehesa del empresariado más rancio, aquel de no trabajan porque no quieren. Aguantan con los sociatas, pero los míos son los otros, que donde esté una mimosa Fátima Báñez, se quite la recia Yolanda. Añadan al ejército de impresentables, siempre situados en primera línea, a la alegre muchachada de la derecha mediática, ese conglomerado informe de periódicos, nuevos y veteranísimos, informativos de televisión generalista, incluida la estatal que para qué vamos a molestarnos en exigirnos rigor y profesionalidad, digitales de tres al cuarto, algunos de ellos dirigidos -es un decir- por auténticos cuatreros, variopintas hojas parroquiales y panfletos sin cuento, años zurrando la badana a la izquierda a base de mentiras, bulos y maledicencias cuajadas en una prosa sucia y chocarrera, fascista y faltona. Sumen, por favor, las miserias de las redes sociales, bien engrasadas por fábricas que cobran, y mucho, del mismo lado de la cama.
Más finos y educados, poseedores de un estilo refinado y no carente de sustancia, se nos adhieren gozosos a la batalla general una multitud de atildados y delicuescentes analistas, politólogos, catedráticos de las innumerables universidades de las que disfrutamos y otros profesionales autodenominados expertos en imagen o similar. Andan todos ellos en la misma dirección, no vaya a ser que les despeine el viento en contra, y acostumbran a organizar divertidas cuchipandas con los estudiosos demoscópicos. Juntos y por separado, sabelotodo que son, llegan tras sus sesudos análisis a conclusiones firmes y categóricas, que como un trending topic cualquiera se impone en el ambiente formando una roca impenetrable para cualquier opinión en contrario. Lo han dicho los expertos, y punto en boca, aquí nadie replica, a ver si vamos a tener un disgusto.
¿Ejemplos? Dos, por ahora, que ya hablaremos de otros. Ahí van. Se acabó el ciclo de los socialistas, del gobierno de izquierdas o de Pedro Sánchez, que tanto vale una expresión como otra. Sobrevino de las entrañas del universo una imparable llamarada de la derecha, que ni intenten frenarla porque les arrancará la cabeza, de tanta fuerza como trae. Lo dijo uno, continuó la siguiente, se reafirmó la tercera y remachó el cuarto. La izquierda, kaput, vayan pensando en otra cosa. Y ahí tenemos instalado el elefante en mitad de la sala, representación que viene a decirnos olvidar toda esperanza, que la izquierda va a perder a todo lo que se presente, incluso a un campeonato de mus. Pues permitan que este Ojo, al que hace mucho tiempo ya le dijeron de ámbitos apostólicos y romanos que era como un negrito, que no creía en nada, y si nunca se tragó las cosas de dios, la patria y la bandera cuando era joven y ardiente, de qué se va a hacer ahora creyente de analistas y teóricos a la violeta. Para que muera la izquierda tendrían que desaparecer los millones y millones de personas que les dan sus votos. Y ahí están, vivitos, coleando y con ganas de votar para derrotar a la derecha. Mientras, el Gobierno sigue a lo suyo y puede presumir de no pocos logros, entre ellos el empleo. Y así debe continuar, que esa es su obligación.
Hay un segundo muñeco al que agitan con encomiable fervor estas fuerzas nuevas, bien inyectadas de medios económicos por todas las partes visibles y no visibles: el PP se ha modernizado, se ha hecho un partido de centro y Alberto Núñez Feijóo es un tipo templado, dialogante y constructivo. Pues va a ser que el Ojo, ya ven qué carácter, tampoco les va a comprar ese retrato mirífico del sustituto de Pablo Casado. ¿Acaso quieren hechos? Lo primero que hizo Núñez fue bendecir la coalición de Gobierno con Vox en Castilla y León. Así, con su aplauso, firma y rúbrica. ¿Qué ha hecho desde entonces? ¿Qué grandes gestas políticas ha protagonizado para que le entronicemos en el altar de los más demócratas que nadie? Por ejemplo, y en un repaso rápido, mostrar su verdadera cara poniendo en duda los datos del paro, cuánto tendrían que callar en el PP, con esa vergüenza de los fijos discontinuos, la mala fe al servicio de la ineptitud. Pero este buen señor llegaba desde Europa, donde se había dedicado a poner en duda la buena administración por parte del gobierno de Sánchez de los fondos europeos, esa repugnante maniobra que ya implantó Aznar en la derecha con su pedigüeño a Felipe González y que ya repitieron Rajoy o Casado. Tiene la suficiente caradura este ejemplo de demócrata que hasta ha tenido el valor de decir que Sánchez gobernaría con Vox. ¡Y lo dice él, a los pies de Abascal!
No, tampoco hay que comprar al tsunami devastador de la propaganda de la derecha este Feijóo idealizado que en nada responde a la realidad. ¿Les gustan los héroes a estos espadachines? ¿Don Pelayo, el Cid, Isabel la Católica, Millán Astray? Superemos la osadía de todos ellos, sigamos como Ulises el consejo de Circe, atémonos algunos al mástil y otros tapémonos los oídos con cera para no escuchar el canto de las sirenas. Entonces, agotados tras la epopeya de superar a los sabios de la tribu y otros huracanes, arribaremos felices a Ítaca.
Adenda: Todos vimos al boxeador Mike Tyson morder la oreja a su rival Evander Holyfield. Luego trató de rehacer su vida, abrazaba a los niños y sonreía al respetable. ¿Hay alguien más simpática en público que Macarena Olona en la campaña electoral andaluza? Risueña, abierta, asequible. Lo que pasa es que llevamos meses oyendo en el Congreso a la candidata de Vox. Demasiadas veces, demasiadas infamias, demasiadas afrentas.
21