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El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

El PP y Vox, inseparables compañeros de viaje

Imagen de archivo del presidente del Partido Popular, Pablo Casado, y el líder de Vox, Santiago Abascal, conversando en la Cámara Baja. EFE/Ballesteros
31 de enero de 2022 22:40 h

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Todo parece indicar a estas alturas de campaña, que por activa, pasiva o perifrástica, los votos de Vox van a ser fundamentales para condicionar la posible presidencia del PP en Castilla y León en las elecciones del 13 de febrero. Nada nuevo. Ya son imprescindibles en Madrid o Murcia y en cientos de municipios. Pero que la jugada se repita no puede considerarse como signo de normalidad democrática. Bastarán un par de apuntes para entender que intentar lavar la imagen de la feroz formación de Abascal, a lo que se aplican con notable ímpetu los políticos del PP, pero también todos los voceros de la fiel infantería, esa prensa genuflexa ante los desmanes de la más rancia derechona, periódicos centenarios de vergonzosa historia junto a digitales vociferantes y bien pagados, no es suficiente para tapar el luminoso sol de la realidad. 

¿Por qué en los países de Europa occidental la derecha clásica, la que respeta el juego democrático y los derechos de todos los ciudadanos —piensen en Francia o Alemania— huyen como de la peste de las formaciones similares a Vox, esas que han acompañado a Abascal en su aquelarre madrileño del fin de semana, las huestes populistas polacas, húngaras, francesas, austríacas, belgas, búlgaras, estonias, italianas, lituanas, holandesas y rumanas, todo un ejército ideológico delirante, xenófobo, homófobo y reaccionario hasta la médula? La pulcritud academicista impide llamar cortejo fascista a esta caravana de gentes inoculadoras de odio, pero el lenguaje coloquial admite, con exactitud preclara, que entre usted y yo les llamemos lo que realmente creemos que son: fachas. Redomados. ¿Verdad que nos entendemos muy bien? 

No, no, en absoluto puede ser normal que el pimpollo Casado o el candidato popular, el hoy presidente castellanoleonés Alfonso Fernández Mañueco, consideren natural gobernar junto a un candidato de Vox que ha tenido que borrar cientos de tuits de su cuenta personal porque sus chanzas groseras no son de recibo ni en el más basto bar de carretera. Tipo despreciable, tanto le valen los chistes sobre mujeres que sobre homosexuales —“maricones”, en su lengua de neandertal— o negros a los que apesta el aliento. Hay que negarse a validar para la vida política democrática a este personaje, Juan García-Gallardo en el carné de identidad, con el que Vox pretende volver a las épocas en las que el Cid galopaba libremente por aquellos campos, según los dirigentes nacionales del partido, tan nostálgicos de aquellas épocas, que la modernidad solo nos ha traído desastres. 

Quien vota a un candidato de la lista del PP, lo hace al tiempo a otro de Vox, amarrado a su mochila con uñas y dientes. Dos por uno, no lo olviden

No es bueno llamar a la política del miedo, dicen los biempensantes. No les gusta que algunos nos mostremos preocupados —es más, angustiados y obsesionados, que así estamos muchos— para gritar a los cuatro vientos y advertir al respetable de que hagamos lo indecible, hasta más allá de nuestras fuerzas, para evitar que nos gobiernen los fachas. Por eso hay que repetir una y mil veces que quien vota a un candidato de la lista del PP, lo hace al tiempo a otro de Vox, amarrado a su mochila con uñas y dientes. Dos por uno, no lo olviden. Hasta el más pulcro abogado del Estado —¿Qué les parece Moreno Bonilla?— no puede sustraerse al nefasto influjo del ultracatolicismo de Vox, haremos lo que podamos, ya lo han advertido, para impedir abortos o la práctica de la eutanasia.    

Hay todavía otra martingala a desmontar de esa colección de mentiras y engañifas que manejan los publicistas de la caverna. Dicen ellos que al fin y al cabo, Vox no es más que el costado último del PP, una gota de agua idéntica a lo que significa Unidas Podemos respecto al PSOE: un peligroso extremismo, unos de derechas y otros de izquierdas. Respondamos tranquilos a la falacia, sin enfadarnos y sin alborotar, no vaya a ser que a los santones centristas –intelectuales de medio pelo, rebotados de Ciudadanos o ambas cosas a la vez– se les altere el pulso. 

Enumeremos datos incontestables. Con Podemos en el Gobierno de Pedro Sánchez, se crearon en los últimos 12 meses 840.600 puestos de trabajo, la mayor cifra desde 2005, y la tasa de paro cayó al 13,33%, la más baja desde el 2008. Sin alzar la voz, que no es necesario: ha habido subida del salario mínimo y de las pensiones, se ha instaurado el Ingreso Mínimo Vital (IMV, todavía con muchos fallos en su aplicación, ciertamente), políticas que se traducen en nueva reforma laboral, la aprobación de la ley de eutanasia, la de vivienda o la de Formación Profesional, sin olvidarnos, cómo hacerlo, de la puesta en marcha del sistema de ERTE y pactos de Estado como el de la violencia de género. ¡Hay que ver, qué gentuza son estos extremistas de izquierdas y cómo dañan a los ciudadanos! 

Adenda. Educadísima felicitación de Roger Federer a Rafa Nadal. Tanto como la de Pedro Sánchez a António Costa. En ambas faltaba poner por escrito —así es el protocolo— lo que todos adivinábamos que en esos momentos bullía en la cabeza del remitente: ¡qué envidia me das, canalla!

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El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

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