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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

¿Quién teme a la ideología?

El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo.

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Fuera la ropa de entrenamiento, que el partido ya ha empezado. La batalla fiscal escenificó el disparo de salida, y las fuerzas en presencia ya se aprestan a la lucha cuerpo a cuerpo. Dejémonos de bromas, escóndanse los tuits graciosos y demás boberías en el cajón de las cosas inútiles, que esto ya va en serio y nos jugamos mucho: la gobernanza de ayuntamientos y comunidades, primero, y la de todo el Estado, el gobierno de toda España, después. Ahí es nada. Sobre todo porque andamos rodeados de malas noticias. Basta esa cuenta que ha echado alguien en el diario El País para decirnos que uno de cada seis votos de las últimas elecciones en Europa ha ido a parar a la ultraderecha. 

Quizá sean verdad las recientes advertencias que nos están haciendo a los ciudadanos los politólogos, analistas políticos y sesudos estudiosos de sondeos y otras amenidades, en el sentido de que ya no sirve esgrimir el miedo a la ultraderecha o, directamente, al fascismo rampante de las formaciones europeas, como acicate único para votar a la izquierda. Ya no nos dan tanto miedo ni se nos riza el vello de la columna vertebral cuando se cita a Meloni, Le Pen o Abascal. Y es posible el supuesto porque la derecha pura y dura europea, tan educada como conservadora y retrógrada, ha dado carta blanca a sus amigos de la extrema derecha para conseguir el poder, su único sueño, y así  descabalgar de los gobiernos a las izquierdas demoníacas, bolivarianas unas, comunistas, otras. Como muestra patria, ahí tienen a ese petimetre de Vox llamado Juan García-Gallardo, vicepresidente de Castilla y León, todo el PP riéndole sus bromas reaccionarias y machistas, que no nos quiten su apoyo que nos hundimos en la miseria.

¿Y con qué armas habrá que enfrentar el torneo? ¿Con peto, yelmo y guantelete metálico para defenderse de los despiadados ataques del contrario? Por supuesto, pero también con una buena lanza, que necesitamos del ataque tanto como de una eficaz defensa. Y con ideología, que nadie se olvide de la ideología, porque solo las derechas son capaces de decir, desvergonzados como son, que ellos no tienen ideología, que solo les interesa el bienestar de los españoles y que hay que hablar de hechos, de números, y menos de ideas abstractas. Argumento falso y deleznable. Quienes presumen, ¡ay!, de no ser de izquierdas o derechas ya saben ustedes que son más de derechas que Cánovas, Maura, Aznar y Feijóo todos juntos. ¿Recuerdan aquello de yo soy apolítico que decían como conejos asustados los franquistas más genuflexos ante el infausto general?

Que nadie les engañe. Hablar de ideología es hablar de hechos, de números y, sobre todo, del bienestar de los españoles. En la última batalla de los impuestos que aún vivimos, y que durará muchos meses, está  claro, como aquí mismo escribía Ignacio Escolar, que cuando los mencionamos, estamos hablando de ideología o, como remataba, también en estas páginas, Diego Larrouy, “Las rebajas fiscales evidencian la ideología en los impuestos: la derecha favorece a los ricos y la izquierda, a los trabajadores”. Ya lo han explicado ellos y el Ojo también lo ha hecho en artículos anteriores. Basta de repetir lo obvio una y mil veces.

Ideología. Pues claro. Hay que ganar, también, la batalla de las ideas. Y eso es así no por abstrusas razones filosóficas, sino porque defender la ideología de género –mero ejemplo- es defender la dignidad –y en ocasiones la propia vida- de las mujeres. Y eso sí que es bienestar, no tener un chalé en la sierra. Y si estamos a favor de la sanidad pública, de que los pobres puedan ser atendidos de un juanete o un cáncer de pulmón igual que los ricos, no es por defender altas construcciones metafísicas, ni tan siquiera los catecismos de izquierdas, que haberlos, haylos, sino porque todos los seres humanos tenemos los mismos derechos a una educación decente y una sanidad suficientemente pertrechada de personal y de medios. Incluso a una casa en la que descansar después del trabajo, otros dos derechos permanentemente desoídos. 

Todo eso se ventila en las próximas elecciones. Repudien a los intelectuales a la violeta que ahora intentan lavar la imagen de la extrema derecha. Peor son los rojos, dicen. ¿Verdad que ustedes no les creen, que se han molestado en leer punto por punto el programa de Vox y el de Unidas Podemos, cosa que nunca hacen los blanqueadores del fascismo? Lean, estudien, miren la realidad. Vayámonos lejos para adornar el ejemplo. ¿Qué ha hecho en Gran Bretaña esta inefable imitadora barata de Margaret Thatcher, de tan deplorable recuerdo, que responde al nombre de Liz Truss? Pues lo que manda la ortodoxia de la derecha más ortodoxa: rebajar impuestos a los ricos porque así invertirán y gracias a esa intervención, todos, incluso los parias de la tierra, transitarán gozosos por ríos de leche y miel. Forzada por la realidad y ahogada por su propia estulticia, finalmente ha tenido que rectificar. Ideología, también es ideología. 

Pero no se despisten, que las urnas las carga el diablo. Y al final, si no estamos atentos, trabajamos en lo nuestro y cumplimos con nuestras tareas, llegan el PP y Vox y nos roban el bocadillo. Y la comida, y el almuerzo, y la cena… y hasta la decencia y la dignidad como nos descuidemos. Firmes. Ahí les quiere ver el Ojo.

Antes de irnos y ya que hablamos de batallas, ¿qué me dicen de la bronca catalana? No es fácil encontrar un sindiós de mayor calibre en nuestras cercanías. Cinco años después de aquel bochornoso espectáculo del 1 de octubre, la división entre independentistas es tan evidente, total desnudez ante las cámaras, que sobrecoge hoy pero que abre un baúl de inquietudes hacia el futuro. Peor, imposible.

Adenda. Ha ganado Lula, al menos la primera vuelta. ¿Cómo no iba a hacerlo? Una cuarta parte de la población brasileña, 52,7 millones de personas, vive en la pobreza o pobreza extrema. Pero qué difícil es vencer a la vesania de un tipo como Jair Bolsonaro, que no duda en montar fábricas de mentiras, llevado en andas por los más ricos del lugar y el salvaje conglomerado del Ejército y las fuerzas policiales, empujado, además, por la Iglesia Evangélica, fanáticos ultraderechistas bien alimentados y financiados hasta la locura por sus cofrades de Estados Unidos. Queda un mes. Veremos cómo funciona la máquina perversa del enloquecido todavía presidente. 

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El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

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