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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

De vuelta a la realidad

Alberto Núñez Feijóo en el Senado.

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Ha venido bien la campanada de Tezanos y su CIS sobre las próximas elecciones. Enjaulados entre las togas infames y las sucias maniobras en la oscuridad del PP, se enredaban las horas en un bucle en el que nada avanzaba. Así que avive el seso y despierte, dejemos de contemplar cómo se pasa la vida y volvamos a los sucesos consuetudinarios que acontecen en la rúa. El boicot miserable de la derecha judicial y política es abominable, pero el mundo real tiene más vertientes. Conviene que nos agiten con los datos de aquí y de allá, que si Extremadura o La Rioja. Porque este es el momento, y ya es tarde, para asumir que tenemos ahí, a la vuelta de la esquina, unas elecciones muy importantes.

Volvemos, pues, a las elementales reglas de sumar y restar. Las operaciones son más complejas en estas próximas elecciones, por cuanto los escaños que asigna la Ley d’Hondt dependen en ocasiones de un mínimo puñado de votos, imposible de medir con precisión en los sondeos, sean los que sean. Pero hay, con todo, algunas grandes consideraciones que conviene tener en cuenta. Entre ellas, y no es menor, la constatación, una vez más debemos enfrentarla, algo olvidada con tanto ajetreo, de que la derecha de Feijóo va a necesitar en no pocos lugares la muleta de Abascal. 

Así que a la extrema derechización a la que ha conducido el líder del PP a su partido, nos hacíamos cruces con el pimpollo Casado, habrá que sumar, si las urnas no nos dan grandes sorpresas, la carga ideológica ultra, feroz y antidemocrática de las huestes de Vox. Hace tiempo que habíamos renunciado a la táctica de asustar con la llegada de la más salvaje ultraderecha, pero quizá tengamos que volver a agitar el espantajo, porque la realidad nos obliga a ello. Es obvio para cualquier analista que el PP de Núñez no va a renunciar a agarrarse a Vox allá donde lo necesite para expulsar a la izquierda. El odio es superior a cualquier raciocinio. Echar a los rojos, echar a los rojos, echar a los rojos. Ese es el único leitmotiv del partido de la calle Génova, ayuno de ofertas en materia económica o política, como se ve en todas las intervenciones de su insulso y pedestre líder. 

Hay serios y respetados analistas que insisten en que gastar demasiada munición en campaña sobre la extrema derecha no conduce a nada porque el respetable ya tiene asumido el papel de Vox y apenas si produce ese rechazo que tanto proclama la izquierda. Es posible que así sea, pero al Ojo le gustaría que nunca, jamás, desapareciera de nuestro horizonte la percepción del peligro cierto que significa que esta extrema derecha se haga con las instituciones públicas. Porque lo primero que va a intentar es destrozarlas, introducir el mortal gusano para que se autodestruyan, en aras de unas fieras privatizaciones. Ni sanidad pública, ni educación pública. ¿Exageraciones? Ya me dirán ustedes si no es exactamente esa la política diseñada en la Comunidad de Madrid por la reina del vermú, adelantada de su partido en esta materia y trompeta anunciadora de lo que ocurriría con la llegada de los suyos, los ultraliberales, sin las ataduras de las que aún no se ha podido desligar.

Pero antes que en el enemigo habrá que fijarse en el campo propio. Cuenta el Gobierno actual con no pocas garantías para asumir una defensa encarnizada de lo hecho hasta ahora y de ofrecer, incluso, un futuro más digno y decente. Puede presumir de una política económica más que aparente, bien situada en el ranking europeo y con escasas fisuras para que la oposición, inane, distraída con otras cosas, encuentre vías de destrucción. Tiene, ahí es nada, una firme mayoría parlamentaria, que le ha permitido salvar con bastante comodidad decenas de proyectos en el Congreso, incluidos tres Presupuestos seguidos, hazaña nunca lograda hasta ahora. 

¿Es suficiente? Seguro que no, pero no es mala palanca para la salida. Por eso conviene que no se ponga nervioso y evite los malos pasos de las últimas leyes, atropelladas y chapuceras. Calma, mucha calma, que cada paso hay que pensarlo no una, sino dos o tres veces. Los agobiados son ellos, que van perdiendo. El poder, ya lo decía Andreotti, no desgasta: lo que desgasta es no tenerlo. El que va por delante debe girar la cabeza de vez en cuando, no vaya a ser, pero los nervios para los otros. Cabeza fría y métodos científicos para enfrentarse a los problemas. Aislar el mal y atajarlo. Con tranquilidad y con rayo láser, evitando daños colaterales indeseados. Por lo demás, paso amplio y elegante, como los andares de Richard Gere. ¿Luchar contra la inflación? Claro. ¿Mejorar las pensiones y el salario mínimo? Por supuesto. ¿Leyes progresistas en temas sociales o educativos? Faltaría más. ¿Ayudas a los más necesitados? Es lo nuestro. Así, como una apisonadora, marcando el ritmo. Y, por supuesto, vigilancia estrecha y colaboración obligada con las candidaturas de los distintos territorios. ¿Molestos? Como pedrada en ojo de boticario. Pero son los que son y los que se presentan. Ajo, agua y postrados a sus pies.

Todavía nos falta llegar a ese territorio que el Ojo repite una y otra vez, ante los vituperios de algunos lectores, en su absoluto derecho de llamar perro miserable a este modesto columnista. Se trata de la unidad de la izquierda más allá del PSOE, en efecto. Ya pueden insultar cuánto y cómo gusten, pero este Ojo seguirá escribiendo y defendiendo a todos los acimuts que si la izquierda no entiende que debe ir unida a las elecciones es porque esa alegre rondalla valora con más cuidado salvaguardar su cómodo asiento que lograr un importante resultado que redunde, finalmente, en satisfacer las necesidades, que son muchas, de los ciudadanos. Ea, ahí queda dicho.

Adenda. Nada que decir del insustancial discurso del Rey. Se empeñan los comentaristas cortesanos en que Felipe VI supo definir con rigor los males que nos aquejan. No es verdad, lo que supo es evadirse de los problemas, sortearlos sin mojarse y jugar, como siempre, al a mí que no me pillen. Discurso para tirar a la basura.

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El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

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