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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Que la muerte de la elefanta Diana sea la del circo con animales

Elefantas del circo Gottani heridas tras el accidente del camión que las transportaba

Concha López

Belinda, Pira, Diana, Thai y Baby han saltado a los medios de comunicación debido al accidente de tráfico en el que murió una de ellas y otras dos resultaron heridas, el pasado lunes en Albacete. Son elefantas y su imagen en la autovía nos partió el alma. Vimos un cuerpo tirado en la cuneta que después fue retirado con una grúa, mediante unas enormes cinchas. Y vimos a las demás deambulando desorientadas, asustadas, algunas de ellas con enormes heridas sangrantes.

El accidente fue una tragedia de la que no nos podemos hacer idea de cómo se procesa en la cabeza de una elefanta, uno de los animales más inteligentes del planeta y con una capacidad emocional que solo podemos atisbar pero que sabemos sorprendente. No hace falta ser especialmente sensible para intuir lo que esos animales están sufriendo, más aún después de saber que todas ellas nacieron en Asia, en plena naturaleza, y fueron secuestradas en los años sesenta para su venta. Es decir, llevan más de cincuenta años cautivas, según ha explicado la asociación Libera!

Después de actuar en otros circos, explica Libera!, son propiedad del domador Joy Gartner, del circo Gottani, que tiene tres expedientes sancionadores en Galicia y que vive, como otros similares, rodeado por la polémica debido a un creciente rechazo a la explotación de animales en los circos. Las lentejuelas, la brillantina y la música estridente ya no bastan para ocultar el horror. No, no estamos en contra del circo. Estamos en contra de la explotación de animales en los circos, que es muy diferente.

Puede que la presencia de elefantes, como la de tigres, osos o leones atraiga al circo a personas a las que les gustan esos animales, y sobre todo a niños deseosos de verlos de cerca, pero seguro que todas esas personas se horrorizan al saber cómo son entrenados esos animales para hacer cosas que no entran en su naturaleza, que jamás harían si no es coaccionados por el pavor. De hecho, seguro que ninguna de esas personas pagaría una entrada para ir con sus hijos a ver una de esas sesiones de entrenamiento.

Cuando los elefantes son capturados en la naturaleza, sea para venderlos a circos o a empresas de turismo para pasear a los visitantes, son sometidos a un cruel adiestramiento que consiste, literalmente, en “romperles el alma” (traducción de la expresión 'Pajaan' que da nombre a la macabra técnica), porque no hay otra forma de someterlos a la voluntad humana. Los animales, de apenas un año de edad, lo que en el caso de los elefantes equivale a esa misma edad en un humano, son confinados y aislados de los demás elefantes para que sientan la soledad. Cuando ya están atemorizados, son privados de comida y agua. Y cuando además de aterrorizados están debilitados física y emocionalmente, son atados y azotados para empezar a adoptar posturas que les provocan un insoportable dolor. Las descargas eléctricas llegan donde los palos se quedan cortos. Todo ello para que asuman que únicamente haciendo esos movimientos y adoptando esas posturas obtendrán comida y agua y dejarán de ser golpeados. Cuando el pavor se apodera de ellos y asumen que dependen de la voluntad humana para sobrevivir dejan de ser elefantes y se convierten en fantasmas listos para hacer cabriolas en el circo o para dejar que cualquiera se les suba encima para hacer una y otra vez la misma ruta.

Sabemos cómo es ese entrenamiento gracias a unas imágenes que dieron la vuelta al mundo en la que varios empleados entrenan a bebés elefantes para el circo Ringling. Los animales lloran y chillan sin parar mientras los adiestradores, impasibles, aprietan aún más las cuerdas que obligan al elefante a estirar sus patas más y más. Algunos empleados aparecen riéndose en las imágenes, desprovistos de toda empatía.

Por supuesto, durante el espectáculo nada de eso se aprecia, pero los elefantes saben con quién se la están jugando y saben lo que hay debajo de las lentejuelas. Su alma quedó rota hace mucho tiempo. Ya solo queda someterse y sobrevivir. Salvo que mueras en un accidente de tráfico en mitad de una autopista a miles de kilómetros de tu hogar, del que ya ni te acuerdas.

Nada de esto es reconocido por los responsables del circo, sabedores de que su medio de vida llega a su fin, como llegó a su fin el de los mercaderes de esclavos, legal y normalizado en una determinada etapa de nuestra historia. Hablan de libertad para poder seguir teniendo animales en sus espectáculos, pero no hablan de la libertad robada a esos animales y a tantos otros. Se olvidan de que nadie tiene libertad para explotar a otros. Se olvidan de que otro circo es posible.

Dicen que los elefantes fueron atendidos, que su domador se desvive por ellos y que no les falta de nada. Mentira. No tenían ni siquiera paja en la que descansar después del accidente. Iban cinco en un camión, encadenados. Viven en remolques de los que solo salen para actuar o para pasar algunos ratos en recintos vallados en los que apenas pueden recorrer unos pocos metros. Su domador es la persona a la que obedecen por temor, no por cariño ni por gratitud. Les falta su hábitat, su familia, su manada. Su libertad. Esa libertad a la que nunca más podrán regresar porque no tienen alma. Se la rompieron al poco de nacer para que aprendieran a levantarse sobre dos patas encima de un taburete.

Solo mediante una violencia extrema, tanto física como emocional, se puede conseguir que un elefante, un león, un oso o un tigre haga cosas que no comprende, que son contrarias a su naturaleza y que percibe como peligrosas. Incluso con animales más proclives a la interacción con humanos no hay otra forma de conseguir semejante sinsentido. Un elefante a dos patas, un tigre saltando a través de un aro de fuego que rodea su cuerpo en el aire o un oso patinando son imágenes que solo pueden hablar de sufrimiento. No tienen nada de divertido.

Además de la atrocidad que supone para los propios animales, esos espectáculos comportan un riesgo para la salud pública que no tiene justificación alguna. En agosto de 2017 una de esas mismas elefantas se salió del recinto donde estaban recluidas mientras el circo Gottani se encontraba en Mazagón (Huelva). Accedió a la calle, comió de unos contenedores de basura y deambuló junto a una hilera de coches aparcados, todo ello en las inmediaciones de un colegio. Los animalistas que interpusieron la denuncia por negligencia contra el circo se alarmaron también ante las lesiones que el elefante presentaba en la piel, habituales en animales sometidos a cautiverio y ansiedad prolongados.

Infocircos coincide con la Federación de Veterinarios de Europa y con el Consejo General de Colegios de Veterinarios de España en la imposibilidad por parte de los circos itinerantes de garantizar la seguridad, la sanidad y la protección de esos animales, y han instado por ello a las autoridades competentes a prohibir esos espectáculos. De hecho, aseguran que algunas de esas elefantas debían haber sido confiscadas en Alemania, pero fueron sacadas “en secreto” del país antes de que pudiera ejecutarse esa confiscación y los animales reaparecieron poco después en Francia, Letonia, Lituania, Irlanda, y finalmente en España. El historial de incidentes de seguridad es largo en la familia Gottani.

Todo este horror, ¿para qué? No hay argumentos que justifiquen la presencia de animales en los circos. No se busca proteger a los animales, más bien al contrario, se sigue fomentando su captura para ser adiestrados y vendidos cuando las poblaciones de elefantes en África mermaron un 30% entre 2007 y 2014, según datos de la Fundación Franz Weber. No se busca educar en el amor a los animales. Ese amor empieza por respetarlos, a ellos y a su hábitat. No podemos inculcar a los niños el amor a los animales mostrándolos cautivos y sometidos, comportándose como jamás lo harían en libertad. De esa forma lo que enseñamos a los niños es que secuestrar a un animal y mantenerlo preso de por vida está justificado simplemente porque nos gusta verlo haciendo cosas absurdas. Cada vez más circos están renunciando a la explotación de los animales, a los que permiten un retiro digno en santuarios, para remodelar sus espectáculos y adaptarlos a una creciente ética social.

Gottani y otros circos, como el Quirós o el Mundial, tienen una magnífica oportunidad de demostrar que quieren dejar de martirizar a sus animales, como ya han hecho otros, sin renunciar por ello al espectáculo. Mientras, desde la Asociación Parlamentaria en Defensa de los Animales (APDDA) reclaman al Gobierno una ley estatal que prohíba el uso de animales en los circos, y la senadora de En Marea Vanesa Angustia ha dirigido varias preguntas al Ejecutivo para conocer sus planes en ese sentido tras el accidente. Pacma ha recogido más de 225.000 firmas en apenas tres días pidiendo al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, la prohibición inmediata del uso de animales por parte del circo Gottani y la búsqueda de un retiro digno para las elefantas.

Por supuesto, desde el otro lado, no han tardado en llegar burdasy falsas acusasiones. El portavoz de Circos Reunidos, Ingacio Pedrera, afirmaba que no sería “la primera vez” que algo similar ocurre debido al sabotaje de grupos animalistas “muy radicales”. Como era de esperar, la revista Jara y Sedal se sumaba a la acusación. Quienes dicen “amar” a los animales pero disfrutan matándolos titulaban: “El accidente de los elefantes podría ser consecuencia de un sabotaje animalista”. Podría, si no fuera porque un sabotaje animalista jamás pondría en riesgo a los animales. Ni a los humanos ni a los no humanos. Podría, como también podría ser consecuencia del exceso de peso en el camión o de la falta de medidas decuadas para trasladar con garantías a esos animales. El director general de Tráfico, Gregorio Serrano, precisó inmediatamente que el accidente se está investigando pero las informaciones preliminares apuntan a que el camnión que trasladaba a las elefantas volcó al adelantar a otro vehículo de transporte especial. Nos queda por saber cuánto peso podía trasladar ese camión. Dicen que estaba homologado para el traslado de elefantes. Siendo así, ¿podía cargar a cinco elefantes?

InfoCircos ha arrojado luz en este punto: “Hace años que la Comisión Europea declaró oficialmente que el Reglamento 1/2005 sobre protección de los animales salvajes durante su transporte no se aplica a los animales de los circos. No existe una legislación específica para los animales utilizados en los circos, de manera que el transporte en el que viajaban los elefantes no estaba ‘homologado para trasladar elefantes’, como se ha difundido desde el sector circense, simplemente porque no existe tal homologación”. De hecho, han iniciado una recogida de firmas para pedir a la Comisión Europea que prohíba el uso de animales salvajes en los circos y su transporte para tal fin en todo el territorio comunitario.

Las falsas acusaciones de Pedrera siguen la senda de las ya formuladas por los responsables de estos circos contra activistas en defensa de los animales. Las insidias de este sector que se sabe abocado a su fin han sido detenidamente desmontadas a pesar de que siguen encontrando eco en algunos medios de comunicación interesados igualmente, aunque el motivo se nos escapa, en mantener una actividad basada en la explotación y el sufrimiento.

Hasta ahora Catalunya, Galicia, Baleares y Murcia se han declarado libres de circos con animales, lo mismo que han hecho 470 municipios en toda España. El territorio en el que los explotadores de animales pueden seguir instalando sus espectáculos se va reduciendo, pero queda mucho por hacer, sobre todo para que su público potencial sepa la verdad y rechace financiarlo con su entrada, y para que las instituciones dejen de ampararlos, subvencionarlos y acogerlos en sus pueblos y ciudades.

Desde el circo Gottani insisten en que las elefantas están siendo atendidas pero no permiten que nadie compruebe cómo lo están siendo, qué lesiones tienen. Ni siquiera nos han dicho quién es la que ha muerto. Gracias a Alejandra García, responsable del Santuario Equidad implicada en el rescate y traslado de elefantes a santuarios, y que ha seguido de cerca a las elefantas del Gottani, hemos sabido que se trata de Diana. Tampoco nos han dicho quiénes son las heridas ni cuáles son sus lesiones. Suponemos que quieren tenerlas cuanto antes de nuevo en su macabro espectáculo. Pero no pararemos hasta que Gottani y los demás dejen de explotar animales. No pararemos hasta que la presencia de animales en los circos sea una pesadilla del pasado. La muerte de Diana en una autopista en Albacete tiene que ser también la muerte de los circos con animales.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

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