Espacio de opinión de Canarias Ahora
¿Quién nos gobierna?
Tras el verano vuelven los propósitos en forma de gimnasio, idioma o coleccionables, entre otras aficiones. Por esa razón, si por algún casual le da por buscar digitalmente información acerca de este u otros temas, a los pocos minutos experimentará un bombardeo informativo sobre dichas disciplinas, pudiendo parecer que alguien o algo le estuviera espiando por un agujerito. Es aquí donde hacen uso de aparición los denominados algoritmos. De hecho, cuando navegamos por internet, cada dos por tres se nos pregunta si aceptamos el uso de cookies. Esta circunstancia, más allá de intentar proteger nuestra identidad lo que realmente hace es el dar o rechazar permisos para que se recopile la información que vertemos día tras día en nuestros dispositivos tecnológicos. Dicha recopilación no es otra cosa que la de configurar una estructura basada en la mercadotecnia para que tengamos a nuestro servicio toda aquella oferta que puede satisfacer nuestros deseos, sea de la naturaleza que sea, pudiendo pensar que se trata de una situación que promueve la comodidad en lo que a la búsqueda se refiere de bienes y servicios, como si no supiéramos qué es lo que nos gusta y qué no. A partir de aquí, la moda se pone en funcionamiento.
Asumamos que los algoritmos ya son una parte fundamental de nuestra vida cotidiana en la era digital, al ser una secuencia de instrucciones para realizar una tarea específica. Nuestra actuación hace que se conviertan en guías que orientan a nuestros teléfonos inteligentes u ordenadores para alcanzar un resultado deseado de manera eficiente y efectiva. Tengamos en cuenta que se toman datos de entrada y se procesan utilizando pasos definidos hasta encontrar una salida con pocas dosis de ambigüedad porque no solo sirven para que se nos repita en bucle vídeos de gatitos graciosos o para recomendar una película que, parece ser, se adscribe a nuestros gustos. También sirven para tomar decisiones de compra, acciones jurídicas o diagnósticos clínicos e, incluso, para decidir si hay que despedir o no a alguien de una empresa según el control efectuado día a día en los espacios de trabajo remoto, chats privados, documentos laborales o correos electrónicos.
Pero no todos los algoritmos son iguales. Los hay que ayudan y los hay que presionan porque se puede generar nuevos contenidos asociados a la creatividad o extraen información con la finalidad de presionar y condicionar respuestas fomentando el control y violando la privacidad, hasta tal punto de tomar decisiones sin que intervenga la inteligencia natural en ningún momento del tiempo, siendo ese el momento de riesgo de deshumanización de la tecnología, hecha por las personas, pero no para las personas. Por esa razón, para evitar situaciones asimétricas en la toma de decisiones derivadas de una falta de equilibrio en la información, pudiendo ocasionar situaciones de selecciones adversas, de riesgo moral o de ineficiencia en los mercados, pasando por la potenciación de la desigualdad y la desaparición de la confianza, habrá que eliminar el sesgo, dado que influye y perpetúa posiciones. De lo contrario, pudiendo parecer que comandamos nuestros designios, realmente somos marionetas del sistema donde, o bien nos controlan y comandan nuestros movimientos a través de hilos, ya sean visibles o invisibles, o bien nos meten una mano por el culo hasta que nos muevan la boca desde dentro mientras imitan nuestra voz a través de una exquisita ventriloquía diciendo, no lo que queremos, sino lo que se dice que tenemos que querer.
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