El TMT en La Palma: cuando el caos político ajeno puede salvarnos
Mientras la ciencia norteamericana se desangra en despachos políticos y presupuestos recortados, La Palma tiene ante sí la oportunidad más grande de su historia reciente: convertirse en el nuevo hogar del Telescopio de Treinta Metros (TMT). Solo falta una cosa: voluntad política. Y ya va siendo hora.
Una obra maestra abandonada
El TMT no es una promesa vacía. Tiene más de 2.000 millones de dólares ya invertidos. Los espejos están construidos. Parte del instrumental está desarrollado. El conocimiento y la colaboración internacional están alineados. Y ahora, todo eso corre peligro de oxidarse en un almacén porque a Washington le ha dado por matar su propio futuro científico.
Según The Register, el nuevo presupuesto federal presentado por la NSF (National Science Foundation) no solo recorta brutalmente los fondos para el TMT, sino que elimina por completo su apoyo. La decisión prioriza al Telescopio Gigante de Magallanes (GMT), dejando al TMT sin respaldo institucional. Y lo más irónico es que se hace bajo la bandera de la eficiencia y la selección estratégica.
En otras palabras: “No hay suficiente dinero para ambos. Vamos a quedarnos con el que está en Chile. Y el otro, que se las apañe.”
Pero el TMT no es un capricho. Es un proyecto de país, o al menos lo era. Hasta que las luchas internas, los conflictos territoriales en Hawái y una visión cortoplacista lo han dejado herido de muerte. Tal como señala Hawaii News Now, esta decisión podría ser la sentencia definitiva para un telescopio que ya lleva años encallado por la falta de consensos.
La Palma: el plan B que ya está listo
Y es aquí donde entra La Palma. Porque mientras en Mauna Kea se ha bloqueado el avance por conflictos sociales y retrasos políticos, en el Roque de los Muchachos el trabajo está hecho. Todos los permisos medioambientales, urbanísticos y legales están en regla. El Tribunal Supremo español ya se ha pronunciado: no hay obstáculos legales para instalar el TMT en nuestra Isla.
No es ciencia ficción. Es una opción real. Y mejor aún: es una opción disponible.
¿Qué falta? Lo de siempre: el dinero. Pero también lo de siempre: la decisión política. Esa mezcla de valentía, visión a largo plazo y sentido de Estado que en España parece reservarse para salvar bancos, construir estadios o tapar agujeros. Nunca para la ciencia.
¿Queremos llenar La Palma de vida? Invirtamos en ciencia
El TMT no es solo un telescopio. Es una infraestructura transformadora. Hablamos de cientos de puestos de trabajo de alta y media cualificación. Ingenieros, ópticos, técnicos, informáticos, mecánicos, operarios. Hablamos de colaboraciones con universidades, centros tecnológicos, start-ups. Hablamos de turismo científico, de congresos internacionales, de contratos para proveedores locales.
Hablamos, en definitiva, de darle a La Palma una razón para que su juventud no tenga que irse.
Esta isla ha pasado por incendios, erupciones volcánicas, crisis agrarias y la indiferencia histórica de los gobiernos centrales. Siempre se nos prometen cosas, siempre llegan tarde, si es que llegan. Pues bien: ahora el futuro no depende de una catástrofe. Depende de una decisión.
Europa tiene el dinero. Falta quien sepa pedirlo
La financiación para un proyecto como el TMT no puede recaer solo en Canarias o en el Gobierno de España. Pero tampoco es imposible. La Unión Europea dispone de mecanismos, fondos y programas para ciencia, innovación y cohesión territorial. Solo hay que saber buscarlos, redactarlos, defenderlos. En eso, otros países nos llevan años de ventaja.
Canarias puede y debe liderar una alianza internacional para rescatar el TMT y traerlo aquí. Con apoyo institucional, diplomático y científico. Lo que falta no es dinero. Falta ambición. Falta determinación. Falta, en resumen, que alguien crea que La Palma merece esto.
Trump y sus herencias envenenadas
Lo más surrealista de esta historia es que, si el TMT llega a instalarse en La Palma, parte del crédito se deberá a la nefasta política científica de Estados Unidos, agravada desde la era Trump. Aquel presidente que consideraba la ciencia como un obstáculo para el negocio, que recortó presupuestos, que banalizó el conocimiento, que politizó hasta los huracanes.
Como recoge Civil Beat, el abandono del TMT en EEUU es solo la última estación de un tren que empezó a descarrilar hace años. La NSF está bajo presión. El sistema está desfinanciado. Y la ciencia, relegada. En este contexto, España podría hacer lo impensable: salvar uno de los mayores proyectos astrofísicos del siglo XXI.
El TMT no es un capricho: es una prueba
Una prueba de hasta qué punto estamos dispuestos a apostar por el conocimiento y el futuro. Una prueba de si nuestros políticos son meros gestores de la mediocridad o verdaderos líderes. Una prueba de si la ciencia puede ser el motor de una isla que ya ha sufrido demasiado.
Esta vez no hay excusas. Todo está preparado. Todo está en juego. Y la decisión está en nuestras manos.
El TMT está huérfano. La Palma está lista. Y el mundo nos está mirando.
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