El volcán deja sin futuro a mayores y jubilados de La Palma: ''Ya no tenemos tiempo para volver a empezar''

Arsenio, un vecino de El Paraíso que se ha quedado sin vivienda por la erupción de La Palma

Natalia G. Vargas

Los Llanos de Aridane —

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Carmen y Arsenio tenían un sueño: terminar su jubilación viviendo en El Paraíso. Este barrio de Los Llanos de Aridane fue uno de los primeros en sucumbir ante la lava del volcán de La Palma. “Desde allí podíamos ver el sol, la luna y las estrellas”, recuerdan. Tienen 71 y 72 años, y hace más de cuarenta comenzaron a poner los primeros bloques de su vivienda familiar. “Mi casa no era una casa normal. Era preciosa. Teníamos muchísimos árboles frutales, perales, papayeros… y un invernadero con 60 agapornis. Ahora ya no hay nada”, recuerda Carmen frente a la Casa Massieu, donde ahora se ha habilitado una oficina de atención a los damnificados. Hace un año sufrieron un accidente de tráfico, del que aún no saben cómo sobrevivieron. “Ahora al menos estamos vivos, pero ya no tenemos tiempo para empezar de nuevo”. 

Con sus brazos sostiene una carpeta llena de documentos. Entre ellos, una libreta con fotografías de su casa. Apenas tiene fuerza para verlas, pero con orgullo describe cada uno de los rincones de su antiguo hogar. “Aquí teníamos una mesa de más de cien años de antigüedad hecha de tea”, cuentan. Este material es un tipo de madera que con el paso de los años se ha convertido en uno de los bienes más preciados de los palmeros, ya que los objetos construidos con él son más resistentes. 

No es la primera vez que visitan la Casa Massieu. En las últimas semanas se han desplazado hasta allí para mostrar con documentos que en su terreno había edificadas tres viviendas diferentes: la suya, y la de cada uno de sus dos hijos. “Me dan ganas de llorar solo de pensar en lo bien que se están portando con nosotros. Me dicen que no gaste dinero, que no compre nada, que todo nos lo pueden donar en los pabellones. Yo ya no voy al supermercado, voy allí y acepto lo que me puedan dar”, asegura Carmen. 

Esta mañana, desde la Casa Massieu apenas se escuchaba el sonido del volcán. Pero la tranquilidad se esfumó en torno a las 17.30 horas, cuando un terremoto de magnitud 4,8 se sintió en La Palma, El Hierro, La Gomera y Tenerife. También este martes el cono interno del volcán se ha derrumbado sobre sí mismo, haciendo que el penacho se vuelva más imponente, según el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan). Durante la noche de este lunes, se abrió una gran brecha en el cráter principal, que se encuentra ahora en fase de reconstrucción.

Así, una gran cantidad de lava se ha dirigido hacia el oeste después de la nueva ruptura de este lunes. Además, el terreno de la erupción volcánica de Cumbre Vieja ha sufrido este 26 de octubre una deformación de casi diez centímetros, lo que podría anticipar un aumento del canal de lava o la apertura o cierre de algún centro de emisión en la zona de exclusión, de acuerdo con la directora del Instituto Geográfico Nacional en Canarias, María José Blanco.

Hablar de la pérdida

En estas seis semanas desde que la lava acabó con su hogar, Carmen y Arsenio no han solicitado asistencia psicológica. “Gracias a dios nosotros nos ayudamos solos”, dice él, aunque ella sí sabe que les haría falta. Estefanía Martín pertenece al Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz de Tenerife, y desde el 19 de septiembre trabaja a diario con los palmeros. No hace falta haber perdido una finca o una vivienda para solicitar su ayuda, ya que cualquier vecino de cualquier municipio puede solicitar una cita. ''Algunos vienen por una pérdida, otros porque tienen familias que han perdido algo y otros porque les molesta el sonido del volcán'', cuenta la psicóloga. ''Nosotros somos un colchón. Aunque ahora sientan que están bien, acudan a nosotros. Estamos aquí'', insiste.

Belky Rodríguez, enfermera y trabajadora de la residencia de mayores de Los Sauces, explica que la desorientación es una de las primeras secuelas que han aparecido en las personas mayores afectadas por el volcán. Personas que antes podían moverse con autonomía ahora han dejado de hacerlo y otras han dejado de hablar de repente, tal y como explica la psicóloga Estefanía Martín. Muchas de las personas mayores a las que atiende Martín creen que van a volver a su casa y se niegan a aceptar la realidad. Para avanzar en la fase del duelo, conversar sobre la pérdida es una herramienta fundamental: ''Hay que hablar de los recuerdos, describir cada habitación de la casa y aceptar que ya no está''.

Carmen y Arsenio no pudieron salvar nada de su hogar, ya que fue una de las primeras en desaparecer. Ahora conviven en una vivienda familiar que llevaba meses abandonada, con poco mobiliario y sin sus recuerdos. Por el contrario, los padres de Lancy, una vecina de Tazacorte, tuvieron que esperar once días hasta que la colada arrasó con su casa. Con 74 y 76 años, pasaron más de una semana pegados al televisor: “Que se quemara la casa fue un descanso emocional''.

Andrea, de 87 años, vivía en La Laguna, frente a la gasolinera arrollada por la colada. Un día después de la erupción observaba el trasiego de vecinos desde la puerta de su vivienda, junto al que la Guardia Civil controlaba el acceso a la zona de exclusión. Desde allí, solo pedía que ayudaran a la gente que había perdido todo. No pensaba que cinco semanas después sería desalojada, aunque contaba que, si tenía que marcharse, solo cogería las cenizas de su marido y de su hijo. Ahora su casa también está destruida.

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