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Huir de Vox para caer en sus brazos

María Guardiola en el momento de votar en un colegio de Cáceres.
21 de diciembre de 2025 23:16 h

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Mal para María Guardiola, muy bien para el Partido Popular. Las elecciones de Extremadura ofrecieron un resultado paradójico con el que el PP verá el vaso prácticamente lleno y dejará que la presidenta extremeña se busque la vida en la futura legislatura. Pretendía librarse de la extrema derecha en la gobernación y sólo ha conseguido hacerla más fuerte. Lo que está fuera de toda duda es que el PSOE ha iniciado el via crucis de las elecciones autonómicas con un hundimiento espectacular. Perder quince puntos y diez escaños es una hemorragia electoral que necesita un torniquete muy grande para salvar la vida del paciente.

Guardiola diseñó la convocatoria como un gesto de autoridad frente a Vox, que se había negado a apoyar su proyecto de presupuesto. Lo que ha conseguido es reforzar al partido de Santiago Abascal, que pasa de cinco a once escaños. Del 8,1% al 17,3%. En una región que siempre había favorecido al bipartidismo, con un 5% mínimo para obtener representación, Vox dobla votos y escaños. Si alguien tenía alguna duda sobre si el PP podía ignorar el desafío que ha surgido a su derecha, estos comicios le sacaran del ensueño.

El PP podrá presumir de haber ganado un escaño más que en 2023. Ese número es un alivio parecido al de la homeopatía. Los problemas que tenía Guardiola antes de esta convocatoria siguen estando en el mismo sitio. Podrá seguir gobernando en solitario si Vox se abstiene en la votación de investidura, pero después estará en las mismas que antes. Habrá que ver hasta dónde está dispuesto a presionar Abascal, que no ha ocultado su desdén por la presidenta. Lo cierto es que le ha ido muy bien quedándose fuera del Gobierno extremeño.

“Los extremeños han dicho ‘no’ a los bulos y a la corrupción”, dijo Guardiola en la noche electoral presentándose como gran triunfadora por la distancia sacada al PSOE. Le respondió poco después Santiago Abascal con un aviso que deja claro que su apoyo al PP no está garantizado: “Vamos a exigir respeto a los votantes de Vox. No van a ser invisibilizados. No van a ser traicionados”.

Génova se ocupará de comunicar en privado a Guardiola que su campaña no ha sido muy brillante. Ella quería volar sola, dijeron algunos titulares. Le habría venido bien llevar puesto un paracaídas. Su campaña fue absentista, con escasa presencia en mítines y medios de comunicación, y acabó de forma un tanto delirante. No hubo un mitin final el viernes con discursos y llamadas a movilizar el voto en el último momento. Celebró una “zambomba flamenca” (sic) y sólo hizo una brevísima intervención para reflejar su alegría de vivir.

“No quiero dar un mitin. Está todo dicho. Hemos hablado mucho. Hay mucho ruido afuera. Nosotros tenemos mucha alegría, que se enfaden otros”, dijo. Lo que es seguro es que ella no había hablado mucho. Su prioridad era mantenerse lo más lejos posible de los periodistas y tener contactos en la calle con militantes y seguidores del PP que la iban a tratar como una reina.

Sólo cambió los planes para lanzarse a denunciar una conspiración inexistente tras el robo en una oficina rural de Correos. Hasta grabó un vídeo histriónico en el que sostenía que “están robando nuestra democracia”. Sin pruebas, sin ninguna relación con la realidad y con todo el descaro del mundo, como si pensara que sus votantes se creerían cualquier cosa que ella dijera.

Si te comportas como una influencer de la política, el camino para disfrutar de una mayoría absoluta está lleno de obstáculos.

Guardiola sudará lo que no está escrito. Lo del PSOE es un sudor frío, casi cadavérico. Uno de los grandes baluartes socialistas en un pasado no tan lejano ha recorrido el mismo camino que Andalucía. La caída es tremenda y alimentará el discurso del PP en toda España al menos hasta las elecciones de Aragón en febrero. Superar el 40% de votos y dejar al PSOE a más de diez puntos de distancia –ambos partidos empataron en 2023– colma las aspiraciones de Feijóo.

Miguel Ángel Gallardo era un candidato herido desde su procesamiento en el caso del hermano de Pedro Sánchez. En realidad, ya estaba marcado antes por su intento chapucero de ser elegido diputado de la Asamblea para conseguir el aforamiento, una treta que finalmente no le sirvió de nada al no aceptarla el TSJ de Extremadura. Su incapacidad de ilusionar a los votantes socialistas es una de las razones de su desmovilización. La caída de cerca de ocho puntos en la participación, sin contabilizar el voto del extranjero, puede estar detrás de la debacle socialista.

En el plano simbólico, Gallardo fue derrotado por el PP en su localidad natal, Villanueva de la Serena, de la que fue alcalde durante 21 años. El PP sacó un 38,6% por el 30,5% socialista. Ni en su pueblo le querían. En la noche del domingo, reconoció que el resultado había sido “muy malo”. No presentó la dimisión, quizá porque esa noticia quedará para el lunes.

La otra izquierda sonreía, aunque su avance no compensa lo perdido por el PSOE. Unidas por Extremadura subió de cuatro a siete escaños, certificando el acierto de mantener la coalición entre Podemos e Izquierda Unida con Irene de Miguel al frente, que siempre se ha caracterizado por su escaso interés en participar en las tradicionales guerras civiles de la izquierda que tienen lugar en Madrid. “Somos la luz de esperanza de la izquierda transformadora. La unidad es el camino”, dijo De Miguel.

Para la izquierda en su conjunto, el balance no puede ser peor. En una tierra como Extremadura casi siempre gobernada por el PSOE desde los años ochenta, la derecha y la extrema derecha han sumado el 60% de los votos. Los socialistas y Unidas por Extremadura se han quedado en el 36%. En febrero se verá en Aragón si es el comienzo de una tendencia de alcance nacional.

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