Varsovia indispensable: rutas para descubrir la capital polaca en dos días

Anochece en la Plaza del Castillo, corazón del barrio histórico de Varsovia. heroix

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El boom de los vuelos Lowcost ha tenido varias consecuencias colaterales más allá de permitir a mucha gente poder viajar. El primero ha sido el ‘democratizar’ las escapadas de fin de semana en todo el continente europeo. El segundo, a nuestro juicio, ha sido descubrir muchísimos destinos ocultos que ahora están al alcance de la mano. Polonia es un país increíblemente bello que atesora verdaderas maravillas. Ciudades como Wroclaw, Cracovia o la imponente Gdansk se han situado en todos los listados de las ciudades europeas que hay que visitar al menos una vez en la vida. Pero Varsovia se ha quedado un poco al margen. Y no entendemos el porqué. La capital del país fue, literalmente, arrasada durante la Segunda Guerra Mundial. Pero el centro histórico recuperó pronto gran parte de su esplendor; también es una muy buena opción para dejarse sorprender por la contundente arquitectura soviética, que aquí dejó ejemplos más que notables y tampoco va a la zaga de otras grandes ciudades del viejo continente en sus procesos de modernización y transformación urbana.

La capital es una parada obligada para los que exploran el país es viajes largos pero, también, una buena excusa para hacer una escapada de fin de semana o un puente. En comparación con otras grandes urbes de Europa, es pequeña y accesible. Todo lo que hay que ver se concentra en un radio que no supera los tres kilómetros del centro y tiene muchísimos atractivos. El primero, ver como una población que fue destruida hasta sus cimientos tras la ocupación alemana, supo recuperar su viejo esplendor a través de una cuidada reconstrucción que respetó en un porcentaje altísimo, la idiosincrasia de una ciudad que perdió más del 90% de su patrimonio histórico y arquitectónico en la guerra. Sólo por eso, la visita ya merece la pena. ¿Cuántos días? Con dos está bien aunque ya con tres puedes recorrer varios puntos alejados.

La enorme Avenida Marszalkowska sirve, a la vez, de línea divisoria y nexo entre las diferentes ciudades que forman Varsovia. La vieja y la nueva; la que se apelotona unto al cauce del Río Vístula y la que se abre en las anchas avenidas de la ciudad ‘soviética’; la de los edificios de estilo neobarroco y la de las torres de hormigón, acero y cristal que empieza a crecer. La mejor manera de encontrarse con Varsovia es llegarse hasta los pies del imponente Palacio de la Cultura y la Ciencia (plac Defilad, 1). Esta torre de cemento fue un ‘regalo’ del pueblo ruso al polaco tras la guerra. Ya lo dijimos cuando hablamos de Sofia, la capital búlgara. Hay muy buena arquitectura soviética y este edificio es uno de los cúlmenes de ese estilo. Este enorme complejo alberga las dos salas de concierto más grandes del país –aquí hay verdadera devoción por la música clásica-, dos museos, restaurantes, tiendas y oficinas gubernamentales. También es uno de los edificios más altos de la ciudad y desde su terraza se puede ver lo que es la Varsovia de hoy. Desde la ‘trzydziestka’ –terraza- puedes ver esas ciudades que se entremezclan entre los enormes manchones verdes de los parques, plazas y avenidas arboladas (es una de las ciudades con mayor número de este tipo de espacios de Europa). Puedes ver los tejadillos del casco histórico y, justo a espaldas del edificio, los rascacielos y los ultramodernos centros comerciales que ponen de manifiesto que los años del comunismo quedaron ya muy atrás.

LA VIEJA VARSOVIA Y EL VÍSTULA.- Antes de internarte en la zona antigua de la ciudad a través del Parque Ogród Saski, andate un momento a la Calle Zlota, donde aún se conserva una parte del vergonzante muro que encerró a las víctimas del Guetto de Varsovia, ese campo de concentración urbano que los alemanes instalaron en la propia capital para encerrar a más de 3500.000 judíos de la propia ciudad y otras partes del país. No es mal plan iniciar la visita aquí. Ya hemos subido a la torre que Stalin construyó para poner de manifiesto su poder en esta parte de Europa; ahora retrocedemos apenas una década y algo para tocar de soslayo una de los episodios más denigrantes de la historia de la humanidad. Te decíamos que una buena manera de internarte en la vieja ciudad es a través del Parque de Ogród Saski. Estos jardines formaban parte de un conjunto palaciego (Palacio de Sajonia) y fueron abiertos en el siglo XVII (uno de los primeros parques públicos del mundo). Pero de aquellos pabellones y edificios no queda apenas nada. Todo fue arrasado por las bombas en 1939 y en la llamada ‘destrucción de Varsovia’, la operación de retirada de los alemanes en 194 que incluyó la voladura del 90% de los edificios históricos de la capital. Hoy, el solar de aquel magnífico palacio alberga la tumba del soldado desconocido. Varsovia resurgió de entre los escombros, pero las heridas aún siguen abiertas.

La entrada al Stare Miasto (Barrio antiguo) se hace por la calle Krakowskie Przedmieście, una vía que se convierte en peatonal poco después de que las modernas construcciones (algunas más que notables) den paso a las primeras casas de ese bonito estilo centroeuropeo que mezclan el barroco y el neoclásico. El paseo se abre junto a la Columna de Segismundo III (el rey que trasladó la capital de Cracovia a Varsovia) y deja ver las nuevas viejas murallas del burgo medieval (también fueron destruidas durante la ocupación alemana) y la Plaza del Castillo, corazón del centro histórico. Los principales edificios y plazas de esta zona de la ciudad se apelotonan en un par de centenares de metros, por lo que la visita es fácil y se puede hacer en un par de horas: el Castillo Real (plac Zamkowy, 4; Tel: (+48) 22 355 51 70) la Catedral de San Juan (Świętojańska, 8; Tel: (+48) 22 831 02 89); la recoleta Plaza Kanonia –en la que hay una campana que según dicen está ahí desde siempre-; la grandiosa Plaza del Mercado o la Torre Barbacana, una vieja puerta de acceso que es de las pocas partes de la antigua fortificación varsoviana (esta antigua puerta de acceso de ladrillos rojos data del siglo XVI). Antes de cruzarla recorre el tramo de muralla hasta Taras Widokowy, una torre con vistas al Vístula.

La puerta de la Torre Barbacana conecta la vieja Varsovia con la Plaza del Nuevo Mercado a través de la calle Freta, una vía llena de tiendas y viejos cafés. Esta fue la zona por la que se expandió la ciudad tras ganarle la capitalidad a Cracovia a finales del siglo XVI. En esta parte de la ciudad hay también edificios notables; al inicio de Freta se yergue San Jacinto, una joya a caballo entre el último renacimiento y el primer barroco y en la propia Plaza del Mercado nuevo la preciosa y pequeña San Casimiro, que es bonita de ver por fuera y aún más por dentro. Desde aquí, si quieres seguir haciéndonos caso, acércate hasta la calle Koscielna (dónde hay un monumento a la figura de Marie Curie –que era polaca-) y baja hasta los bulevares que recorren la orilla del Vístula. Y alucina. Las antiguas ‘barrancas’ que bajan hasta el río (que durante siglos fueron el vertedero de Varsovia –hay una parte del antiguo basural histórico que se puede visitar-) se han convertido en una sucesión de parques y jardines que ocupan varios kilómetros. Lo normal es ir y venir varias veces desde el centro a lo largo del viaje. Nosotros te recomendamos visitar tres puntos clave: el monumento a la Sirena de Varsovia, el imponente edificio de la Biblioteca Universitaria –con sus pasarelas verdes- y los jardines del Museo Nicolás Copérnico.

UN PASEO POR EL GUETO.- Como ya hemos visto, el siglo XX no fue generoso con Varsovia. La ocupación alemana (que duró casi cinco años –desde septiembre de 1939 a agosto de 1944) tuvo como resultado la destrucción de la ciudad y, también, el confinamiento de casi 350.000 judíos polacos en el tristemente célebre Gueto de Varsovia a partir de octubre de 1940. Hoy, los límites de aquel espacio de infamia están señalados con una marca de bronce que recorre todo el perímetro. En 1940 se instalaron alambres de espino que, poco después, fueron sustituidos por un muro de tres metros que apenas ha sobrevivido en una decena lugares como las calles Zlota y Sienna, a dos pasos del Palacio de la Cultura y las Ciencias. El moderno Museo POLÍN Museo POLÍN (Anielewicza, 6; Tel: (+48) 22 471 03 01) es una buena manera de conocer no sólo lo que pasó durante la guerra, sino de explorar la historia de la comunidad judía polaca y su presente. Frente a su fachada se construyó un monumento dedicado a los héroes del Gueto, que se levantaron en armas contra los alemanes en 1944.

Si no eres de ir a museos, camina por los límites del antiguo gueto visitando sus lugares más importantes: la Sinagoga Nożyk Sinagoga Nożyk (Twarda, 6; Tel: (+48 22 620 43 24), la única que se salvó de la destrucción porque sirvió de almacén para las tropas nazis, los edificios de la Calle Prozna, unos de los pocos que no fue destruida durante la guerra y hoy son, con toda su crudeza, monumento nacional –pueden verse hasta los impactos de bala en las fachadas- o los restos del muro que aparecen diseminados por la zona (los más accesibles, como te dijimos antes son los de las calles Zlota y Sienna). Para descansar del impacto emocional de la visita puedes escaparte hasta el mercado de Mercado Hala Koszyki (Koszykowa, 63), antiguo abasto en el que se puede comer a muy buen precio.

EL NUEVO MUNDO.- El arranque de la calle Nowy Swiat (Nuevo Mundo) adelanta lo que nos vamos a encontrar en este verdadero paseo de la fama polaco. A las puertas del magnífico Palacio Staszic se yergue la estatua que rinde homenaje a uno de los grandes hombres del país: Nicolás Copérnico. Esta calle fue, durante los siglos XIX y la primera mitad del XX la calle más elegante de la capital. Aquí vivieron otras grandes personalidades locales de la talla de Federico Chopin y Joseph Conrad. Aquí se encuentra el Museo Nacional de Varsovia (al. Jerozolimskie, 3; Tel: (+48) 22 621 10 31), un centro multidisciplinar que alberga museo de artes plásticas, colecciones históricas, arqueología y hasta aviones y tanques. Un poquito de todo en un entorno espectacular dominado, como no, por jardines y bosques. Sigue por Nowy Swiat hasta la coqueta San Alexander y sigue de frente. Aquí los edificios de pisos a la parisina dan paso a pequeños y grandes palacetes rodeados de ese verde omnipresente que culminan en el Parque Łazienki (unos 20 minutos de paseo). Aquí, entre los árboles y los estanques de un enorme predio de más de setenta hectáreas se encuentra la vieja Residencia Real, palacio de los reyes de Polonia hasta que el pueblo se cansó de ellos y hoy sede de una interesante pinacoteca.

UN PASEO POR PRAGA.- Hay vida más allá del cauce del Vístula. La orilla opuesta a la vieja Varsovia fue, durante muchas décadas, el lugar indeseable y peligroso al que nadie quería ir. Pero como suele suceder con otros barrios análogos de otras ciudades, el lugar fue tomado por artistas y jóvenes que lo convirtieron en uno de esos centros culturales alternativos que florecen en la práctica totalidad de las capitales europeas. Las viejas fábricas, como la Koneser, una antigua factoría de Vodka, se transformaron para albergar tiendas der moda y campus de tecnológicas internacionales y florecieron los mercados alternativos ( Bazar Różyckiego), el arte callejero y los centros culturales curiosos, como el Museo del Neón. La calle

Fotos bajo Licencia CC: Fox Wu; Paul Sableman; Ana Paula Hirama; heroix; Henri Bergius; Neo_II

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