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Danzas y bailes populares: “el eslabón roto” de la cultura tradicional protagoniza el documental 'A lo pesao y a lo ligero'

“No había cine; excursiones, tampoco. Es que era el baile. No había más”, “bailábamos muchísimo la jota”, “no había otra música que la pandereta”. Así recuerdan Bondad, Angelines y Cukis la época dorada de la jota montañesa como expresión popular en Cantabria. Las pandereteras mayores de Lantueno, Aloños y Calseca, respectivamente, junto al fundador y presidente del Colectivo Etnográfico Brañaflor y componente del Grupo de Danzas Santa Justa de Ubiarco, Aurelio Vélez, reflexionan en el documental 'A lo pesao y a lo ligero' sobre el “pasado, presente y futuro” del baile tradicional.

La pieza, que se estrenará el próximo 5 de abril en la Filmoteca de Cantabria Mario Camus, llega días antes de que se cumpla el plazo para la declaración definitiva de la jota como Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, después de que el pasado año el Ministerio de Cultura y Deporte, a través de la Dirección General de Patrimonio Cultural y Bellas Artes, iniciara el expediente para su consideración como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial en toda España.

“La sociedad que generó esos bailes ha cambiado mucho. Si imaginamos la cultura popular como una cadena continua, en Cantabria, y en otros muchos sitios, hay un eslabón que se rompió hace mucho tiempo. No es posible recuperarlo. Las escuelas de folclore y los grupos de danzas están fenomenal, es una manera de que el baile tradicional esté presente, pero eso no significa que esté vivo, vivo está solo en el pueblo. Por desgracia, la jota está perdida”, lamenta. “No se puede confundir cultura popular con folclorismo, que es lo que estamos haciendo todos en los escenarios”, asegura. “A nivel popular”, especifica.  

Por desgracia, la jota está perdida. No se puede confundir cultura popular con folclorismo, que es lo que estamos haciendo todos en los escenarios

Beatriz Cea, coguionista del filme junto al director Aitor Sánchez Smith y autora del libro 'Danzas de varas, palos y cintas en Cantabria' -resultado de la investigación que realizó con el apoyo del Consejo Internacional de Organizaciones de Festivales de Folklore y de las Artes Tradicionales (CIOFF) y el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM)- coincide con el análisis de Vélez. “La jota se bailaba todos los domingos, era un medio para socializar y generar un sentimiento de pertenencia a una comunidad. Aparecieron los coches y los más jóvenes podían salir de su pueblo. Al abandono del rural acompañó además la llegada de un ocio alternativo que desbancó poco a poco al baile popular”, explica. 

El Gobierno de Cantabria ya declaró, a finales de 2015, la jota montañesa como Bien de Interés Cultural Inmaterial junto a otras siete danzas tradicionales: la de Las Lanzas, el Baile del Conde de Lara -una recreación del Baile a lo Llano- y los Picayos, todas ellas oriundas de Ruiloba; el baile de San Pedro o baile de las viejas, de Comillas; el Pericote y el Trepeletré, de Liébana y Tresviso; y las danzas de palos y de arcos de la comarca de Trasmiera. De todas ellas, la jota, que protagoniza el documental patrocinado por la Sociedad Regional de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria y el Museo Etnográfico de Cantabria, es la que más agoniza.

“Hay bailes y hay danzas. Las danzas son rituales, se hacen una vez al año, durante las fiestas patronales, para la procesión del santo. Esas se han mantenido más o menos bien, pero el baile popular, más libre, en una romería, ha desaparecido. Ver a gente bailando una jota de forma espontánea es imposible hoy en día. Al final es que ha perdido su función”, apunta Cea.  

Modificaciones externas

En este sentido, “la declaración de Patrimonio Cultural Inmaterial siempre está bien porque la cultura popular es como la hermana pequeña que está ahí y no se reconoce su importancia porque o no interesa o se asume que está ahí sin más”, considera Vélez, “pero además hay que hacer algo”.

Más allá, la propia iniciativa institucional no está exenta de críticas. En el caso de la declaración del Gobierno de Cantabria, Aurelio Vélez detecta errores de base: “Para que veas cómo es esto del Patrimonio Cultural, el Gobierno incluyó el Romance del Conde de Lara cuando en Ruiloba aún pervive el Baile a lo Llano, que es el realmente importante y el que inspiró la coreografía que creó en su día Matilde de la Torre (1884-1946), que hizo muchísimo por el folclore pero lo manipuló y lo llevó dónde ella quería. Eso sí, nunca mintió. ¿Por qué está la Danza de Las Lanzas y no la Baila de Ibio, que es el mismo caso? Hay que tener en cuenta estos detalles”, afirma. 

Respecto a la Danza de Palos y Arcos, que sigue viva en Trasmiera, Vélez puntualiza: “No se llama así, es la Danza de Palos y Varas”. Y por poner otro ejemplo, el Trepeletré “es un caso curioso porque solo se conoce en los escenarios. El único sitio donde yo lo he recogido es en Tresviso, y se bailaba con La jerigonza del fraile, cuya letra fue modificada por la Sección Femenina porque la versión original dice Fraile cornudo, cornudo fraile y eso de meterse con la Iglesia quedaba muy feo en esa época”, cuenta.    

“No se puede confundir cultura popular con folclorismo, que es lo que estamos haciendo ahora todos en el escenario”, defiende el miembro del Grupo de Danzas de Ubiarco. “Un baile en el pueblo que lo vive, si se modifica, es una evolución natural de la tradición. Cuando una mano externa lo transforma, se trata de una folclorización. Por muy puro que lo quieras hacer, cuando nos subimos al escenario se pierde la esencia, para empezar porque el público no es partícipe, pasa a ser un actor secundario. Esa es una parte del problema. El baile tiene que volver a la calle”, sentencia.

“Evidentemente, no se puede pretender que sea como hace un siglo pero se puede fomentar el pequeño poso que queda en algunas zonas”, constata Vélez. Para Beatriz Cea, directora del Grupo de Danzas de Camargo, incluso algo tan sencillo como que los participantes de estos grupos vayan a los pueblos “sin vestir los trajes regionales”, algo que en sí mismo genera “una barrera”, sería un paso “adelante”. 

Hace años se puso en marcha una asignatura sobre Patrimonio Cultural de Cantabria pero a día de hoy es casi imposible cursarla

Cea considera por otra parte que “en el ámbito educativo se podría hacer mucho. Hace años se puso en marcha una asignatura sobre Patrimonio Cultural de Cantabria pero es casi imposible cursarla: el instituto tiene que ofertarla, tiene que haber un profesor dispuesto a generar el contenido curricular, porque no existe, y además tiene que haber un número mínimo de alumnos. Es complicado”.

Por último, la también profesora de pandereta en la Escuela de Folclore de Medio Cudeyo , asegura que el programa La Cultura Contraataca, puesto en marcha durante la anterior legislatura, incluía un apéndice específico, denominado 'El origen', para fomentar la difusión de las danzas en las fiestas de Cantabria, pero “ahora estamos un poco a verlas venir. No sabemos si continuará o no”.  

Las jotas montañesas

“Una jota es una jota. Es un ritmo que es igual, o muy parecido con matices, en Cantabria o en Asturias. Hay pasos establecidos y luego en cada comarca existen pequeñas variaciones: cuando hay una vuelta, cuando se echa el pie al moje… son cambios que suelen coincidir con la forma de tocar la pandereta”, apunta Vélez.

Beatriz Cea, en su tesis 'Las danzas de Cantabria como Bien de Interés Cultural' (Universidad de Cantabria, 2015), describe: “La jota, o el baile a lo suelto, se divide en dos partes bien diferenciadas tanto en el toque de la pandereta como en la melodía y los pasos realizados por los bailadores. Son estas partes las denominadas baile a lo alto, a lo bajo y a lo ligero; a lo pesado o a lo llano y a lo ligero o a lo vivo” [...] Cada parte del baile recibe el nombre que se le da a los distintos toques de pandereta que se ejecutan para el mismo“.  

La conservadora, restauradora e ilustradora, máster en Patrimonio Histórico, continúa con su investigación en torno a las danzas de varas, palos y cintas. “Queda mucho por sacar”, asegura, ante el vacío que ha existido en torno a la materia durante décadas.

El documental 'A lo pesao y a lo ligero' es solo la punta del iceberg, una primera aproximación al baile tradicional, que, sin entrar en profundidades, da cuenta de la relevancia que la jota tuvo durante el siglo XIX y principios del XX como parte de una cultura popular muy alejada en la actualidad de las generaciones más jóvenes, como la que representa el propio director del filme, Aitor Sánchez Smith, que ha partido de su propia curiosidad para construir la pieza rodada en Aloños.