Gloria Torner, artista: “Pintar me hace entender las cosas”
No se sabe muy bien qué fue antes, si la bahía de Santander o los cuadros de Gloria Torner sobre la bahía de Santander. Bahía de Santander o Bahía de Gloria Torner, que también se refieren a ella así, después de varias décadas pintándola y aun así escapándose a la atenta mirada de la pintora. Con el tiempo, repasando la obra de esta santanderina nacida en Burgos, uno acaba por rendirse y convencerse de que todo es al revés: del esfuerzo más bien que esta ensenada ha hecho a lo largo de los años por parecerse a los cuadros de su pintora, con sus veladuras, sus colores atemperados, esa niebla que se posa en toda la obra, realizada mayormente desde la ventana o el balcón de su casa en una de las calles más 'pindias' de la capital de Cantabria.
Gloria Torner (Arija, Burgos, 1934) realiza esta entrevista en una cafetería de Santander porque le gusta mantener el hábito de hacer ejercicio y no perdona su paseo diario. Es una sensación inusual estar sentado en un velador frente a un referente imprescindible de la pintura hecha en Cantabria, un icono viviente que apenas parece darle importancia a su condición y que en cambio no puede dejar de hacer cosas sencillas con sus manos: rebuscar en su bolso, hojear viejas fotos del álbum familiar, dibujar en un diminuto cuadernito de anillas con papel de alto gramaje. “Esta mañana he estado pintando unas tacitas y he pensado en hacer una exposición íntima que se llame 'Té para dos'”, comenta como en un susurro mientras dibuja.
Mientras habla, dibuja, queda dicho. Si es una taza lo que tiene delante, una taza. Dibuja y su café descafeinado se enfría. Al final, el café es lo de menos, lo importante es la taza, dibujar. No parar con las manos. Tiene 89 años y no para con las manos. En su cuaderno tiene pintadas decenas de tazas con un bolígrafo de punta fina y negra; las pinta con fechas y nombres como para dejar testimonio, un diario tacista -“Es mi diario dibujado”- que, entre risas pero en serio, no descarta que acabe convirtiéndose en una pequeña exposición, la más pequeña de las que ha hecho, siempre la penúltima. Se llamaría 'Té para dos', recuerda otra vez.
Veladuras
¿Qué tiene con la bahía que la ha pintado por activa y por pasiva desde hace 60 años? “Los demás paisajes no me gustan”, responde sin más. ¿Y sigue llamando su atención después de tanto pintarla? “Sí, lo que se posa allí, cambia; no es lo que ves, es lo que ella va levantando”. Como se levanta la niebla, parece querer añadir.
Gloria Torner es famosa por sus marinas y también por sus veladuras, esas capas de pigmento finísimas que se extienden sobre los colores y que restan o añaden tonalidad, arrojando al conjunto una suerte de desvaimiento ensoñador, un 'sí es no es' de realidad, que al espectador le toca en lo más hondo. Se trata de una bahía creada, más real que la real. José Hierro, uno de los poetas que cantó a Torner, dejó escrito que “'Gloria es una fauve, sobre cuyos cuadros ha caído la niebla” y eso a ella le encanta. Pero piensa que ahora esa niebla ha dejado salir a la fauve.
Las veladuras dan a sus cuadros un toque neblinoso de melancolía.
La niebla es la veladura, sí.
¿No es triste la niebla?
Si es negra, sí; pero si es gris, es preciosa.
Torner apunta que comenzó a pintar en Puertochico, atraída por los reflejos del mar y los barcos, y en la actualidad sigue haciendo dibujos en los que habla de su día a día, en un diálogo permanente con una ciudad que conoció cuando Maruca, su madre y ya viuda, la trajo a vivir coincidiendo prácticamente con el gran incendio que asoló la ciudad en 1941.
Por sus marinas, a modo de bodegones o naturalezas no-muertas, desfilan personajes acuáticos, vivos o inanimados: hay crustáceos, sombrillas, veleros. También hay aviones, pero lo difícil es encontrar la figura humana u otras figuras terrícolas como una liebre. Se le pregunta y ella protesta. “No es cierto”, dice cuando se le pregunta por la ausencia de la forma humana, y luego cambia de tercio: “Nada sería importante sin sombra. Yo adoro la sombra. Nada existiría sin ella.”
Para quien no la conozca, cosa rara en Santander, basta decir que es la más grande pintora viva de Cantabria. Licenciada en Bellas Artes, tras quedar huérfana de padre durante la Guerra Civil, ella y su madre, maestra, se trasladaron a Santander. En 1959 ingresó en la Academia de San Fernando, a la que dedicó cinco años de su vida (y alguno más preparando el ingreso), siendo alumna de Josep Manaut Viglietti, discípulo de Sorolla.
Desde entonces tiene una fructífera carrera jalonada de exposiciones y reconocimientos. El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo de Bellas Artes de Santander, el Museo de Arte Contemporáneo de Villafamés, la Colección Glaub Köln y la Colección Strahurnann, ambas alemanas, tienen obra suya en sus fondos. También hay Torner en la Colección Presidente de Méjico, en la Pinacoteca Casa de España, en París, y en la Fundación Rey Juan Carlos de Nueva York, de Estados Unidos, entre otros.
¿Quién le ha influido más como pintora?
Los que en su época me ayudaban.
¿Su maestro Manaut?
Era un alumno de Sorolla y tenía una buhardilla en Madrid. Nos pusieron una prueba [para ingresar en la Academia de San Fernando] con el Discóbolo de Mirón. Creo que me salió muy bien e ingresé por él, pero cuando fui a recoger la obra me dijeron: 'Su dibujo ha sido robado'. Fue expuesto, a alguno le gustó y se lo llevó. Pero ingresé, que era lo que quería“.
Sus inicios en Madrid fueron posibles gracias a la galería Kreisler, que apostó por una joven Torner. Ella misma recuerda ese Madrid en el que no cree que fuera necesario quedarse para lanzar su carrera. Optó por su ventana en una calle alta de Santander, aunque Madrid sigue clavado en el recuerdo.
“Madrid ya lo viví en los ocho años que estuve en la academia y trabajando en los estudios de animación. Como pintora, hubiera dado igual estar en Madrid o Santander. Cuando acabé, mi hermana ofrecía mis cuadros por si alguien los quería exponer, pero nadie quería, ya que, claro, ¿quién iba a querer a una joven que acaba de empezar? Sin embargo, con un poco más de andadura, me cogió Kreisler, que era un galerista importante en Hermosilla con el que estuvieron [el escultor Manuel Gómez] Raba y los famosos de aquella época. En Kreisler [Alfonso] Osorio compró un cuadro que se titulaba 'La bahía desde mi ventana' y cuando fue vicepresidente del Gobierno [con Adolfo Suárez] y le entrevistaban para la televisión me avisaba su secretaria para que viera que detrás de él salía uno de mis cuadros, Me avisaban”, dice riendo.
¿Y si no hubiera sido pintora, qué hubiera sido? “Nada. Solo soy porque soy pintora, volvería a serlo”. ¿Por el prestigio, por el dinero, por el placer de pintar? “No es por cobrar, me gusta cobrar lo justo”. ¿Por qué esa necesidad, entonces? “No sé por qué, pero sé que me hace entender las cosas. Me digo qué suerte tengo de participar en lo que sucede. Eso es lo importante. Me ayuda a implicarme en la realidad, porque no puedo estar desocupada, me aburre mucho”.
“Mucha ventana, poca cocina”
Ya instalada en su casa, otea desde su ventana la bahía y pinta. Está casada con Juan Antonio Pereda de la Reguera. Son los años 60. Allí recibe visitas, como la del pintor Francisco Arias, quien supo ver el potencial de Torner y lanzó una admonición al marido. Ella misma lo cuenta: “Nos fue a visitar a nuestra casa de la calle Canalejas y desde la ventana pintaba casi todo. Una vez me visitó Arias y le dijo a mi marido, Juan Antonio: 'Esta Gloria, mucha ventana y poca cocina'. Lo demás fue un pintar y un viajar.
¿Qué destacaría de su carrera?
Haber viajado, haber ido, por ejemplo, por el Rhin, hasta Bonn en donde vi la casa de Beethoven.
¿Nunca ha pintado sueños?
Pinto cosas que otros aman. Cuando vino a [la Casona de] Tudanca Unamuno hacía pajaritas de papel. A veces para callar a alguien que le ofendía le regalaba una. 'Toma, una pajarita', le decía. No lo conocí, pero fui a Tudanca con Rafael Alberti, que llegó para estrenar 'La lozana andaluza' en el Gran Cinema.
Pintura y poesía
Hay una conexión directa entre la pintura de Gloria Torner y la obra de los poetas, radicados en Santander o no. Gerardo Diego y José Hierro la dedicaron los poemas 'Balcón de Miranda' y 'Fábula sobre la bahía de Santander', respectivamente. Incluso se publicó en Málaga una antología en torno a su figura que aglutinó a 31 poetas, coordinados por Ángel Caffarena.
“Gerardo Diego se ocupó de mí cuando podría haber dedicado su tiempo a tantas cosas... Me encantó un poema que me hizo. También Hierro decía que 'Gloria es una fauve, sobre cuyos cuadros ha caído la niebla' y eso me gustó.” ¿Y es cierto? “Puede ser verdad, sí”.
A ella, si embargo, quien más se le viene a la cabeza mientras habla y dibuja es otra Gloria, Gloria Fuertes, quien le escribió: “En tiempos de guerra / y tanques en la playa / qué cuadros de paz / pinta mi tocaya”. El poema le fue dedicado en los tiempos turbulentos de la guerra de Vietnam por la misma poeta que pedía “un cuadro de Gloria al pie de mi cama”, recuerda la propia pintora.
Gloria Fuertes fue una de los poetas que le dedicó sus versos en el volumen 'Gloria Torner en la voz de los poetas': José Hierro, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Gloria Fuertes y Leopoldo de Luis... “En Málaga fue donde más me apoyaron”, recuerda a propósito del libro que le dedicó Ángel Caffarena a ella y a otros pintores como Julio de Pablo.
Año Gloria Torner
2021 fue el Año Gloria Torner, un homenaje que le rindió el Gobierno de Cantabria y que supuso la puesta en pie de una exposición compendio de su carrera y una gira con la misma por diversas localidades de la comunidad.
Es un reconocimiento más a una figura a la que no le han faltado este tipo de dedicatorias, pero que ella no considera especialmente significativas. Fue reconocida con la Medalla de Plata de la ciudad de Santander en 2019. También fue Hija Predilecta de su pueblo natal, Arija, algo que la llena de regocijo todavía. “Yo soy más de aquí que usted”, le dijo al alcalde el día del homenaje.
¿Tienen valor los reconocimientos para usted?
Los reconocimientos siempre me parecieron una tontería. El que más me gustó fue el de Artista Ilustre por la Asociación de Artistas y Escritores Españoles, en Madrid. Fue un premio muy importante y llegaron a dárselo a algunos buenos.
Hábleme de su madre.
Era maestra y la querían tanto que le hicieron un homenaje. De hecho, el instituto de Mompía lleva su nombre gracias al recuerdo de sus alumnos... Luego me hizo hacer una carrerita, que era Magisterio, para que tuviéramos algo [sonríe]. Vivimos primero en las viviendas de Pero Niño, luego ya viví en Canalejas.
¿Ser mujer lo puso más difícil todo?
Yo eso no lo noté.
Su padre murió joven. ¿Tiene recuerdos de él?
A mi padre, con 27 años, lo mataron por llevar sombrero, un sombrero que compró en Bilbao y por envidia lo mataron. Y lo dice mientras arroja sombras a la tacita que está dibujando, porque las sombras, como dice, dan espesor a las cosas, le dan volumen y casi, casi las convierten en reales. Son imprescindibles.
A mi padre, con 27 años, lo mataron por llevar sombrero, un sombrero que compró en Bilbao y por envidia lo mataron
No puede dejar la pintura y se sorprende que la sigan comprando cuadros, algo que considera valioso, no tanto por el dinero, al que no presta gran valor, sino por la atención y el interés que la compra manifiesta. “Me siguen comprando, lo que es algo que nos deja KO a todos porque no nos lo creemos. A veces alguien me dice 'Me llamo tal y tengo un cuadro suyo'. Es estimulante pensar que los cuadros son deseados, que los valoran”.
Nunca se acostumbrará a que lo que sale de sus manos sea objeto de deseo para otros y encima paguen por ello. Lo dice mientras termina de dibujar la tacita, que queda encima de la mesa como colofón de la entrevista, con su fecha y todo.
“Siempre me ha ha llamado la atención que otros paguen, que me den dinero por algo que yo siento y me divierte. Más que divertimento es sentimiento. Pero ¿qué suerte tengo, verdad?”, zanja.
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