Ruth Carrasco, directora del Injuve: “La crisis ha pasado por encima a los jóvenes”
Ruth Carrasco (Santander, 1978) fue nombrada el pasado verano directora general del Instituto de la Juventud (Injuve) dependiente del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y regresó de esa forma a la primera línea de la política, una actividad que ha desarrollado ampliamente, primero como diputada autonómica en el Parlamento de Cantabria y posteriormente como concejala en el Ayuntamiento de Santander. Esta diplomada en Ciencias Empresariales, que ejerció como representante en Bruselas de la ONG Asamblea de Cooperación por la Paz, se había reciclado como profesora de Formación Profesional justo antes de dar el salto al Gobierno de Pedro Sánchez.
Activista, feminista, socialista e inquieta, con gran interés por las nuevas tecnologías y las redes, Carrasco tiene que lidiar ahora, en su nueva ocupación, con algunos datos que obligan a replantearse qué está pasando con la juventud española: si la mitad de los menores de 25 años está en paro y una inmensa mayoría de los jóvenes que encuentra empleo no llega a los 1.000 euros de sueldo, parece lógico que cerca del 80% de ellos no sea capaz de abandonar el hogar familiar hasta pasados los 30. El acceso al mercado laboral y a la vivienda, para permitir a las nuevas generaciones que tengan capacidad de desarrollar un proyecto de vida digno, están dentro de las preocupaciones que le quitan el sueño a esta cántabra 'exiliada' en Madrid.
¿Cómo ha sido su 'aterrizaje' en el Ejecutivo de Pedro Sánchez en estos primeros seis meses al frente del Instituto de la Juventud?
En lo personal, intensísimo. Y en lo político, mucho más. No te sabría decir con la de gente con la que he hablado... He tenido cientos de reuniones, trabajando a destajo, porque los tiempos son convulsos y también apremian. Estamos buscando resultados desde el minuto cero, no hemos tenido los 100 días de cortesía que se dan a cualquier Gobierno. Eso sí, con mucha ilusión y un gran empuje. El Ministerio, además, ha sido un poco convulso... Pero estoy satisfecha. Hemos puesto en marcha ya varios proyectos importantes.
Le tocó vivir la dimisión de la ministra de Sanidad al poco de acceder al cargo. ¿Cómo se vivió desde dentro esa salida precipitada de Carmen Montón?
Pues mal, mal. No te voy a engañar. Yo estuve en una etapa anterior en la política activa. Fueron ocho años, como diputada autonómica, como concejala… y lo que sí que he notado en este regreso ha sido mi propia madurez en lo personal. Ha sido duro, pero no hemos dejado de trabajar ni un solo minuto. No me gusta mucho esta frase, pero es así: hay que venir llorado de casa. En lo personal, la salida de la ministra me pareció muy injusta. En lo político, tengo que decir que Carmen Montón es una persona brillantísima. Estoy muy contenta de haber podido trabajar con ella. Ahora la política se hace a dentelladas, como ella misma dijo hace poco. Lo bueno que te da tener la fuerza de un partido como el PSOE detrás es que nadie es imprescindible. Lo importante es tener capacidad y buenas ideas, y las tenemos. Ahora estamos trabajando con María Luisa Carcedo, el equipo es prácticamente el mismo, y seguimos a tope.
¿La situación de debilidad del PSOE en el Congreso de los Diputados y la espada de Damocles del adelanto electoral genera una cierta sensación de interinidad en el Gobierno?
No. Es raro, y eso lo digo abiertamente, pero creo que trabajamos todos con el objetivo principal de recuperar diez años perdidos en este país. Trabajamos por el bien común, y yo, personalmente, pero me consta que es generalizado, no me dejo influir y estoy centrada en trabajar en eso. Si no, no estaríamos trabajando de manera eficiente. Soy consciente del panorama político, pero desde el Injuve estamos volcados en intentar mejorar el futuro de los y las jóvenes de España. Estamos desarrollando un plan con la vista puesta en 2020, pero con la ambición de poner el foco más allá e intentar no ser cortoplacistas. No me pregunto si la legislatura va a acabar mañana o en 2020.
¿Cuáles son las prioridades en materia de políticas de juventud?
Tenemos claro que la crisis económica ha pasado por encima a los jóvenes. Ha sido uno de los colectivos más perjudicados. En el empleo, la vivienda o la emancipación hemos retrocedido y hemos empeorado todos los ratios. La precariedad y la temporalidad laboral están a la orden del día, como el problema de acceso a la vivienda. Ambas cosas inciden en la emancipación y en otra cosa que se ha comentado poco: en la natalidad. En el análisis demográfico, si cruzas los datos, se comprueba cómo más del 40% de las parejas jóvenes quieren tener un hijo, o querrían tener más, y no se lo pueden ni plantear por su situación. Eso no afecta exclusivamente al colectivo juvenil, sino que es un problema para todo el país.
¿Y qué se está haciendo para remediarlo?
Ya se ha aprobado el Plan de Choque por el Empleo Joven, que es un proyecto ambicioso, a tres años, con un presupuesto para 2019 de 640 millones de euros, reforzando la orientación laboral, con cambios importantes en las políticas de empleo. Busca reducir la tasa de paro del colectivo al 23,5% e incrementar cada año un 15% el número de contrataciones indefinidas entre jóvenes. Se han tomado medidas, como penalizar los contratos menores de cinco días para intentar reducir la temporalidad, o respecto a los autónomos, mejorando mucho las prestaciones.
En vivienda también hay muchas ideas a debate en estos momentos. Yo me he mudado este verano de Santander a Madrid y he alucinado, directamente. Es vergonzoso lo que está pasando. Es un problema generalizado en las ciudades. Y con respecto a la educación, trabajamos desde la etapa de la adolescencia. Además de los cambios en cuestión de becas, se están impulsando los refuerzos educativos, para revertir las políticas que se desarrollaron en el pasado.
También estamos abordando otros temas muy importantes que afectan a los jóvenes como la salud sexual y reproductiva. Me asusté cuando llegué al Injuve y comprobé que hacía cerca de ocho años que no se programaba nada en relación a la sexualidad, que es una vivencia vital en estas edades. Vamos a hacer un estudio en el Ministerio sobre la salud sexual en España. Además, trabajamos en la salud mental y emocional. Hay una estrategia global, pero habrá un enfoque puesto en el colectivo juvenil. Hay cosas que nos preocupan: el suicidio es una de las causas de muerte prevenible que más afecta a los jóvenes.
La juventud española es el colectivo que mayor riesgo de pobreza sufre en España. ¿Los datos confirman la sensación de que los jóvenes han sido los grandes paganos de la crisis?
Sí, por supuesto. Se está poniendo en marcha el Plan para la Erradicación de la Pobreza. Hay un enfoque principal en la pobreza infanto-juvenil, y que también implica a las familias, lógicamente, porque un niño es pobre porque su familia es pobre. Ahí está trabajando con muchísima sensibilidad el Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil, organismo del que proviene la ministra María Luisa Carcedo. Desde luego, no cabe duda de que los jóvenes han sido los paganos de la crisis. El mercado laboral no se corresponde con las expectativas de los jóvenes ni con lo que implica tener una vida medianamente digna.
De todas formas, se están empezando a ver los primeros resultados. No olvidemos que el 1 de enero de 2019 ha entrado en vigor la subida del Salario Mínimo Interprofesional hasta los 900 euros, la mayor subida que ha habido en democracia, un 22,3%. Eso beneficia a 2,5 millones de trabajadores en España. Son políticas que inciden directamente en las personas.
Se da la circunstancia en España de que encontrar trabajo no implica directamente alcanzar una vida digna. ¿Se puede revertir ese 'precariado' en el que estamos instalados?
Trabajar y no salir de la pobreza es ya lo peor de lo peor, sí. Yo soy muy sincera y siempre digo que no se pueden hacer milagros, que esto no se arregla de un día para otro, pero sí se puede combatir esa precariedad y se puede revertir la situación con políticas, presupuesto y claridad de ideas. Tenemos un problema estructural en el sistema productivo español y hay que darle la vuelta invirtiendo mucho en innovación, en investigación. Hay soluciones. Si no hubiera vuelta atrás, yo no pintaba nada aquí. Lo que pasa es que los recursos tienen que ir a las cosas realmente importantes, que afectan a la gente.
Entre esas prioridades de la población joven se encuentra, claramente, el acceso a la vivienda y al alquiler. Solo el 20% de los menores de 30 años consiguen emanciparse. ¿Qué se puede hacer para facilitar que los jóvenes sean capaces de abandonar el hogar familiar y tengan un proyecto de vida propio?
No soy una experta en este tema, pero tengo claro que hace falta mayor regulación. Desde luego, no es buena idea hacer como Ana Botella cuando estaba al frente del Ayuntamiento de Madrid: coger un parque de vivienda pública y venderla a los fondos buitre a un precio de risa. Eso no es política de vivienda, es regalar el patrimonio de todos a intereses privados, entre los que creo que estaba su hijo... Hay que regular, hay que incentivar el mercado del alquiler, hay que proteger tanto al inquilino como al arrendador… Las ayudas a la vivienda para los jóvenes no fueron mal y se está estudiando reimplantarlas, como hay comunidades que siguen haciendo. Es un tema complejo que exige una acción política decidida.
¿Las jóvenes suman a todos estos problemas la desigualdad estructural que sufren las mujeres por el hecho de serlo?
Sí, es estructural, como dices. Sabemos que existe una brecha salarial. Todos los trabajos feminizados tienen unos salarios menores. Ahora mismo, en un sector tan pujante como la tecnología, en el que apenas hay desempleo y hay buenos sueldos, hacen falta más mujeres. En la diversidad hay un enriquecimiento económico de las empresas. Yo ya dejé de utilizar hace tiempo los argumentos de justicia social cada vez que hablo con empresarios y empresarias sobre este tema: todos los informes de OCDE, Unión Europea, etcétera, te dicen que en los comités ejecutivos donde hay una mayor diversidad de género en el equipo directivo, las empresas van mejor. Hablo en términos económicos para que todos me entiendan. Esa también es una de las preocupaciones en las que estamos trabajando en el Injuve junto a los ministerios de Educación y Ciencia. Hay muchas personas implicadas para que las materias relacionadas con la ciencia y la tecnología sean más apreciadas por las niñas. Hay que trabajar mucho en eso.
Como feminista activa, en lo personal y en lo político, ¿cómo está viviendo este crecimiento del movimiento y el impulso de las mujeres más jóvenes, que se convirtieron en protagonistas del 8 de marzo pasado?
Muy bien, muy bien. Me emociona muchísimo. Estoy muy contenta. Tengo claro que el feminismo es el movimiento político de este siglo, una gran fuerza que va a parar a estos movimientos retrógrados que están viniendo. Veo a las generaciones que vienen y son mucho más abiertas, más comprometidas. A los jóvenes les atraviesa ya el feminismo y tienen una visión del respeto y de la diversidad diferente. Este 8 de marzo no se me va a olvidar en la vida, y espero que el de 2019 tampoco. Prepárense, porque creo que va a ser histórico y nos hace falta. Veo a toda la chavalería con esa conciencia, participando, en las manifestaciones, y me emociono. Y qué dirán mis mayores, mis referentes. Éramos cuatro gatas hace bien poco. Cuando formamos Mujeres Jóvenes de Cantabria no sé si llegábamos a la docena... Ahora hay cientos, miles. Nunca había visto a tanta gente joven en manifestaciones feministas, en defensa de la igualdad y los derechos de la mujer. Me llena de orgullo, la verdad. Que sean más y que sigamos así.
¿Este movimiento no contrasta con el tópico de que los jóvenes cada vez participan menos y han perdido los valores?
Esa es otra de mis tareas, luchar contra ese tópico. Me parece asombroso. Es el discurso carca: “Ya no se hace música como la de antes, ya no se hacen películas como las de antes”. Es algo que viene desde Platón: “¿Qué les pasa a nuestros jóvenes? No respetan a sus mayores, desobedecen a sus padres. Ignoran las leyes. Hacen disturbios en las calles inflamadas con pensamientos salvajes. Su moralidad decae. ¿Qué será de ellos?”. Fíjate que llevamos tiempo con este tópico… ¡Es de carrozas! Los jóvenes son plurales y hay de todo. Creo que ahora mismo tienen mucha más conciencia feminista o medioambiental, por ejemplo. Pero de aquí a la Luna. A veces el mundo joven y adulto no se comunica bien, hay cierta desconexión, no interactúa. Nosotros intentamos hacer esa mediación. Ese discurso hay que desterrarlo. Hay gente joven haciendo cosas increíbles.
Sin embargo, casi de forma simultánea, en los últimos tiempos estamos viviendo un auge de los discursos ultra, una normalización de los mensajes de odio, que crecen rápido y se difunden con facilidad a través de las redes sociales. ¿Le preocupa que esa mecha pueda prender entre los jóvenes, que se ven golpeados por la precariedad, la falta de empleo y vivienda, con un horizonte personal y laboral muy complicado?
Sí, hay riesgos. Estamos en un momento político muy convulso y no creo que podamos hablar de lo que pueda pasar en España sin tener en cuenta lo que está ocurriendo en el contexto internacional. Por supuesto, puede pasar y hay que estar vigilantes. De ahí la importancia de tener políticas pensando en los jóvenes. Necesitamos hacer un Pacto de Estado por los jóvenes, o intergeneracional, llamémoslo como queramos. Muchos se han sentido paganos con la crisis y, realmente, les ha pasado por encima. Sin ellos, ¿qué tipo de país podemos hacer? Desde el Injuve estamos trabajando en un programa para combatir los delitos de odio en las redes sociales en colaboración con Google y vamos a poner en marcha también una experiencia europea con otros países contra el radicalismo, mirado desde las distintas perspectivas, políticas o religiosas. Hay que estar pendientes de que esas ideas que nos quieren llevar a sociedades medievales no tengan calado.