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El dilema del PRC

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Es verdad que este texto debería titularse en plural. Porque al Partido Regionalista de Cantabria se le apelotonan los dilemas en sus tensionadas costuras. El primero —y bastante grueso— se resolverá en breve. ¿Será verdad que el PRC está escenificando dureza con el Partido Popular solo para mejorar la posición en la parrilla de salida de las negociaciones de los presupuestos o realmente está dispuesto a ejercer como partido de oposición?

Algo huele mal si nos fiamos de la hemeroteca. En septiembre de 2024, el portavoz regionalista, Pedro Hernando, daba un ultimátum para que en octubre de ese año se cumplieran los compromisos o el PRC no apoyaría los presupuestos del Gobierno. No sabemos si se cumplió algo, pero lo que es seguro es que las cuentas del Ejecutivo se aprobaron en sede parlamentaria con el voto afirmativo del PRC. Estamos en septiembre de 2025 y asistimos a una especie de déjà vu aburridor: nueva amenaza, nuevo plazo en octubre, y nuevo amago regionalista.

Lo cierto es que el partido del nuevo actor de cine hace recuento de obras de infraestructura y se olvida de la mayoría de asuntos de fondo que preocupan a las personas que viven en Cantabria: planificación turística a mediano plazo, freno a la voracidad eólica, un sistema de salud y de educación público estable y libre de la soberbia de los consejeros, un plan real para la Cantabria rural más allá de las medidas aisladas o la construcción de puentes (físicos), una política pública que retenga el talento joven y dé oportunidades a quiénes se ven abocados a la hostelería con un máster debajo del brazo, una solución real al inexistente mercado de vivienda para seres humanos 'normales', un plan realista para acompañar el envejecimiento de ese casi 25% de personas mayores que viven en la comunidad… En fin. La lista es inmensa, pero no aparece en el decálogo de agravios que suele presentar el PRC al terminar el verano.

Otro dilema existencial tiene que ver con el liderazgo. Este partido tan masculinizado y de liderazgo(s) tan asfixiante(s) debe decidir si pone una rampa real a su teórica candidata, Paula Fernández, que tiene toda la experiencia e intuimos que las ganas, pero que, desde fuera, parece frenada por las fuerzas centrípetas del patriarcado regionalista. Hay más dilemas —el papel de los alcaldes díscolos, el posicionamiento ideológico del partido, la disputa del espacio identitario con opciones políticas más frescas y despejadas…— pero los dos principales que dibujo serán claves de cara las próximas elecciones.

Es verdad que la mayoría de las personas que votan —que son pocas— miran más a Madrid que a la calle Alta, que en Cantabria el Partido Popular tiene el camino despejado porque no tiene oposición en ninguno de los frentes políticos, que el PSOE anda de romería o de funeral —no está claro— y no se le espera en la contienda hasta dentro de varios meses, y que se perfilan años de reinado de la vacuidad política ante el vaciado de sentido al que se ha sometido lo público en los últimos años. Pero el partido que aspiraba a todo desde el cómodo trono del populismo de su líder y que ahora interviene desde la tribuna pública como si nunca hubiera gobernado, deberá decidir si sale del aturdimiento y se pone manos a la obra o si sigue amagando hasta que nadie se lo crea. No es un dilema menor y no se atisban respuestas a corto plazo.