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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El merecido paseo de la gente mayor

Es un servicio gratuito abierto a cualquier persona mayor empadronada que resida en Aragón

Patricia Manrique

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La salida a la calle tendrá que ser escalonada, como todo; algunos y algunas, incluso, no querrán salir por miedo; habrá que definir unas franjas horarias o días para que no se crucen con niñas y niños… todo lo que sea necesario, pero sería muy triste no tener en cuenta la necesidad de salir a tomar el aire de nuestros adultos y adultas mayores. Si hay una franja de edad que ha sufrido en sus cuerpos y sus mentes la pandemia ha sido la suya. La de nuestras raíces, la de quienes sembraron todo lo que hoy disfrutamos, incluso lo que empieza a faltarnos, la franja de edad de quienes merecen un especial respeto y agradecimiento de toda la sociedad.

Si bien el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, ya ha señalado que los adultos mayores “tienen que plantearse como posible grupo para poder ejercitarse” y que esta cuestión “es uno de los puntos que el comité científico ha puesto sobre la mesa”, es tan admirable la paciencia de nuestros mayores como preocupante el escaso debate público que ha habido por mejorar sus condiciones. No se trata ahora de aplaudirlos, aunque tampoco estaría de más, sino de mostrar una mayor sensibilidad social respecto a la situación de aquellos y aquellas que, amenazados especialmente, han tenido que sufrir ese discurso relativizador del impacto del coronavirus por afectar “sobre todo a mayores y personas con patologías previas”, algo que a veces ha sonado como si la vejez fuera equiparable a una enfermedad, cuando en realidad, en muchos sentidos, es la etapa de plenitud de la vida. A veces, incluso, ha dado la sensación de que se hablaba al resto de la población como si ellos y ellas no estuvieran escuchando.

Han tenido que oír que se hacían “triajes”: que se seleccionaba quién tenía derecho a respirador y quién no, a cuidados intensivos o no… en los que la gente de edad avanzada salía perdiendo. Recuerdo el cabreo de una enfermera que recibió a una mujer de 80 años asustada porque daba por hecho que la iban a dejar morir… Si algo así ha ocurrido en alguna ocasión, sin duda ha sido de modo excepcional, pero muchos medios le han dado un pábulo innecesario a dichos triajes, probablemente por no ser capaces de descabalgarse de un sensacionalismo que mina el prestigio de la labor periodística día tras día.

A este respecto, si bien es cierto que el criterio propuesto por la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias contemplaba en un principio “priorizar la mayor esperanza de vida con calidad”, también lo es que las decisiones de salud pública no son, en última instancia, científicas sino políticas, aunque han de contar con la asesoría necesaria, por lo que poco después el Ministerio dejó bien claro el criterio: “Los pacientes de mayor edad en caso de escasez extrema de recursos asistenciales deberán ser tratados en las mismas condiciones que el resto de la población, es decir, atendiendo a criterios clínicos de cada caso en particular. Aceptar tal discriminación comportaría una minusvaloración de determinadas vidas humanas por la etapa vital en la que se encuentran esas personas, lo que contradice los fundamentos de nuestro Estado de Derecho”.

El colmo del abandono de las ancianas y ancianos se materializa en la situación de las residencias, diezmadas en calidad por la tijera neoliberal y tristemente célebres en estos días por la cantidad de contagios y defunciones que acumulan tras sus puertas. De hecho, la Fiscalía ha abierto 38 investigaciones a residencias en todo el país. El 93% de los ancianos fallecidos en Madrid, por cierto, vivían en residencias privadas o concertadas, según ha informado la Cadena SER. De los casi 6.000 centros de mayores que hay en España —5.457—, en torno al 75% —unas 4.000—son de titularidad privada, aunque se nutren de dinero público vía conciertos o concesiones. Los fondos buitres controlan un 23% del sector.

En Madrid, por ejemplo, con 25 años del PP a las espaldas, son privadas el 88%. Es similar el porcentaje en Cantabria, que tenía un 88,7% de residencias privadas ya en 2017, según datos del CSIC: 4.975 plazas residenciales de titularidad privada frente a 854 públicas. Ejemplo de un servicio tan nefasto en lo humano como económicamente rentable es la residencia Vitalia Leganés, donde han fallecido 96 personas. Según revela la investigación de Manuel Rico en Infolibre, de los 51 centros que Vitalia gestiona en España, el de Leganés es el que más ganancias aporta al grupo, controlado por el fondo de inversión CVC. Tres de cada cuatro euros de ingresos son dinero público, de la Comunidad de Madrid, que financia plazas concertadas. En total, la Comunidad invierte más de 4,2 millones al año. En diciembre de 2018, la plantilla se movilizó por las condiciones draconianas y la consiguiente bajada de calidad pese a que tiene unos beneficios netos –después del pago de impuestos– de un millón de euros al año. Los familiares de los residentes llevan años protestando por la falta de personal. Por otro lado, CVC montó una estructura societaria que pasa por Holanda, Luxemburgo y Jersey, con el fin de “optimizar fiscalmente” la inversión y ocultar la identidad de los inversores.

En este tipo de manos desalmadas hemos puesto nuestra vejez: fondos de inversión, socimis, empresas sin más interés que el lucro como Eulen o Clece… Un nicho de mercado que ahora vemos convertido en nichos, a secas: no podemos salir de esta sin revisar a fondo todo este entramado, ni obviar que los ladridos de la derecha tratan de tapar este tipo de cuestiones de las que son especialmente responsables. Se lo debemos a nuestros mayores; nos lo debemos a todas y todos ya que antes o después seremos mayores también.

La población adulta mayor necesita, tanto como la infantil, poder tomar el aire y dar paseos para poder ver, aunque sea a distancia, a gente. Hay muchos hombres y mujeres de avanzada edad que viven solos, que llevan un mes sin comunicarse con nadie. Además, la falta de movimiento puede afectar a sus capacidades motrices, a su salud coronaria, a su agilidad mental. Ante todo, claro, está siempre la protección de la vida, pero nuestros mayores merecen que los cuidemos, merecen saber que nos preocupamos por ellos y ellas. Todo lo que se plantea debe ser consultado a los expertos, pero hay cuestiones que, si no son abordadas por la sociedad, pueden pasar desapercibidas para políticos y expertos, y los adultos y adultas mayores son especialistas en invisibilidad, en pasar desapercibidos en una sociedad edadista y también un poco desagradecida.

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