Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Tarde y mal. Catorce años casi ha tardado un miembro del PP en pedirles perdón a los familiares de las víctimas del Yak 42 y en realidad les ha vuelto a engañar. Ayer Cospedal no reconoció ni una sola vez la responsabilidad de su partido, sólo pidió disculpas “en nombre del Estado”. Pero ni ella puede hablar en su nombre porque no es Luis XIV ni España es una monarquía absoluta (aunque a veces lo parezca), ni fue el Estado el responsable sino el gobierno de Aznar y el ministerio de Trillo, de los que la ministra no dijo una palabra. No estaba disculpándose ante las víctimas, estaba disculpando a los culpables.
Cospedal hacía como que pedía perdón pero, en realidad, les estaba quitando los 62 muertos de encima a los suyos y echándoselos al Estado, que no puede defenderse el pobre, convertido en el contenedor de la basura al que los políticos echan sus inmundicias. La actuación de la ministra de Defensa ayer en el Congreso fue todo lo contrario a lo que parecía y, por tanto, especialmente execrable, porque es una nueva traición a las víctimas y sus familias, una nueva tomadura de pelo y un nuevo intento torticero de exonerar a su partido utilizando, además, el Parlamento y la memoria de los muertos como coartada.
No debería extrañarnos. La ministra y el PP han hecho de las suyas. Cospedal ha hecho una “simulación en diferido”. Ha pedido perdón con catorce años de retraso y lo ha hecho en forma de simulación porque realmente no se estaba disculpando; y el Partido Popular ha hecho lo que hace siempre: no llamar a las cosas por su nombre ni a los culpables por el suyo, hablar de “este señor del que usted me habla” y “esta cuestión a la que usted se refiere”, o sea, utilizar circunloquios para rodear sus responsabilidades.
Porque a todo esto, ni el PP ha asumido sus culpas ni ha pedido perdón como partido, ni lo han pedido Aznar ni Trillo, tampoco Rajoy que era vicepresidente entonces, ni ninguno de los responsables de aquel gobierno ha pagado un precio político por sus errores. Ni siquiera Trillo. Es evidente que le han obligado a dejar la embajada que le dieron como premio y para quitarle de en medio, pero la postura oficial del gobierno es que se ha ido a petición propia. Se va muchos años tarde, sin pedir perdón ni asumir culpas, como si aquí no hubiera pasado nada. Así que es un cese en diferido en forma de simulación de lo que sería una dimisión.
El gobierno de Rajoy ni le ha desautorizado, ni ha señalado su responsabilidad explícitamente, ni le ha afeado sus insultos y humillaciones a los familiares de las víctimas. Tampoco ha mencionado en todo este tiempo a José María Aznar que dirigía aquel gobierno que barrió a los muertos debajo de la alfombra para intentar ocultar la mugre del asunto. Aznar y sus disculpas ni están ni se las espera. El salvapatrias se salva a sí mismo el primero aunque tenga que traicionar a 62 militares muertos.
Eso es lo que ha hecho el PP. Volver a traicionar a los fallecidos en el Yak 42 y a sus familias, mentir incluso cuando piden perdón y dejar que los implicados se vayan de rositas. O con ramos de flores. Ahí sigue el tercero de Trillo, Jiménez Ugarte, de embajador en Suecia aunque también insultó a los familiares de las víctimas repetidamente. Ahí está el jefe de prensa del ex ministro, Alberto Martínez Arias, de director de informativos de RNE, silenciando todo lo que puede las noticias sobre el Yakolev.
Tampoco ha pedido el Partido Popular perdón por condecorar a los mandos militares responsables de la tragedia o por indultar a los declarados culpables por la Justicia. Ya sabemos que los que más rápido se envuelven en la bandera, son los que más se esconden bajo ella.
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