Un club de lectura con menos de 15 personas que ahora supera el centenar: el caso de Noblejas

Inmaculada López-Lillo Pedroche es licenciada es licenciada en Geografía e Historia, en la especialidad de Historia Moderna, pero desde que finalizó sus estudios siempre ha ejercido de bibliotecaria en la localidad toledana de Noblejas. Después, no ha parado de formarse, y en su currículum figuran más de una veintena de cursos de especialización en biblioteconomía.

Cuando en mayo de 1991 abrió la Biblioteca Municipal en el edificio de la Posada de la Cultura, hubo otra chica que sacó la plaza, pero a los cuatro meses se fue a trabajar a un instituto de Ocaña. En septiembre de ese mismo año empezó “Inma”, como se la conoce popularmente, y allí estuvo hasta que, en 2007, la biblioteca se trasladó a su actual emplazamiento en la plaza de José Bono, junto al Ayuntamiento.

Cuenta su trayectoria en una entrevista publicada en la revista 'Noblejeando' publicación municipal de esta localidad, donde el club de lectura ha pasado de contar con tan solo 15 personas a superar el centenar. Todo un éxito de fomento de la lectura que debe mucho a la iniciativa de esta bibliotecaria.

Destaca Inmaculada que la biblioteca municipal cuenta también con unas Jornadas de Animación a la Lectura todos los años, en colaboración con los dos colegios de Noblejas, con encuentros con escritores e ilustradores, cuentacuentos, teatro y recitales. Es una actividad en la que el Ayuntamiento regala a cada niño un libro que yo elijo, según su edad. Después de leerlo, hacemos un concurso literario y otro de dibujo, con entrega de premios el Día de la Constitución. Y si viene el escritor, se los dedica y charlan con él. Lo hacemos con niños desde los tres años hasta que finalizan en el colegio“, explica.

El Club de Lectura empezó en 1997 y hoy es todo un éxito. “A la gente le gusta. Lo que hacemos es dividir la lectura de un libro según sus páginas, y cada semana venimos aquí a comentarlo en grupo. Así, hasta que terminamos de leerlo en dos, tres, o cuatro sesiones. A la gente le gusta porque comentan lo que leen con los demás, sacan otras interpretaciones”.

Clubes que escriben libros

En todos estos incluso han escrito dos libros, uno de recetas del Quijote, cuando el V Centenario, poniéndole nombres de sus personajes; y el otro ha sido un libro viajero, en el que alguien empieza una historia y va pasando por todos los usuarios y usuarias del club. “Eso lo encuadernamos y cada uno tiene el suyo”. La Biblioteca recibió incluso el Premio María Moliner de animación a la lectura por un proyecto con el Centro de la Mujer llamado “La mujer en la literatura española”.

La bibliotecaria destaca que “ha costado que los hombres se incorporen” al club de lectura. “Cuando empezó a funcionar solo había un señor. Después, han estado dos o tres hombres, nada más, y ahora son seis. Les cuesta más que a las mujeres, pero luego, cuando lo conocen, vienen encantados. Es como si pensaran que la lectura es cosa de mujeres”.

También señala que ha hecho dos cursos que se salían un poco de lo habitual. Uno de Lengua de Signos, para poder comunicarse con personas con discapacidad auditiva o sordas; y otro del Trastorno del Espectro Autista, porque hay muchos afectados. Después ha creado una sección con libros inclusivos para disléxicos, para lengua de signos.

“El trabajo de la biblioteca no es solo poner el libro en la estantería y controlar el préstamo. No. Lleva mucho trabajo detrás, desde elegir los libros que vas a comprar; cuándo llegan, catalogarlos, ponerlos en circulación, que lleva su tiempo. Y luego, hacer una serie de actividades para movilizar la biblioteca, porque antes eran sitios donde tú llegabas y había un silencio absoluto, solo se iba a estudiar y poco más. Ahora son centros dinámicos, que tienen que ofrecer actividades como los clubes de lectura, encuentros con autores e ilustradores, cuentacuentos y formación”, concluye.