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Año 1508 o la “revolución educativa” que trajo la fundación de la Universidad de Alcalá

Cuadro que representa la imposición de birretes en la Universidad Complutense de Alcalá de Henares fundada a finales del siglo XV por el cardenal Cisneros, pintado por Antonio Martínez Anaya

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En la plaza de San Diego, unas cadenas a las puertas del edificio que da acceso al Rectorado de la Universidad de Alcalá (UAH) marcan la frontera entre la jurisdicción de la ciudad y la de la universidad que existió allá por el siglo XVI.

El edificio que hoy alberga el Rectorado fue el Colegio Mayor de San Ildefonso. El origen de la primera ciudad universitaria de España que este año celebra su 25 aniversario como Patrimonio de la Humanidad.

¿Quiénes fueron sus primeros estudiantes? ¿De dónde procedían? ¿Qué estudiaban? Son cuestiones que responde la catedrática de Historia Medieval de la Universidad de Alcalá, María Dolores Cabañas.

Para hacerlo pone primero el foco en el contexto histórico de los primeros años de la Institución académica. La Universidad de Alcalá se fundó en un momento “clave”, en los años finales del siglo XV y XVI, un periodo de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna. Fue una época caracterizada por importantes cambios políticos, culturales y de mentalidad. Supuso el inicio del Renacimiento y se impuso la necesidad de reformas en el seno de la iglesia.

Ocurrió durante el gobierno de los Reyes Católicos que propiciaron la creación de una nueva política cultural universitaria que se materializa en la creación de la Universidad de Alcalá.

“No fue una universidad local más porque surgió de un proyecto de alcance nacional, mucho más amplio. Lo impulsó tanto la monarquía y en concreto la reina Isabel, el Arzobispado de Toledo y el Pontificado”, explica Dolores Cabañas.

Era una necesidad de cara a forjar “el proyecto político” tanto de la monarquía de Isabel La Católica como de la propia iglesia. “Entonces no había separación entre ambas esferas que eran conscientes de la importancia de la educación y de la cultura para formar un nuevo Estado y generar nuevas clases dirigentes”, explica la catedrática.

Era un momento de tránsito social de la nobleza guerrera a la cortesana. Unos cambios en los que, apunta Dolores Cabañas, “participaba activamente la nobleza alcarreña”. La que hoy representa la conocida figura de El Doncel que puede verse en la catedral de Sigüenza. “Era un tipo de nobleza que lee, que abandona las armas y que ocupa cargos en la Corte”.

La reina buscaba “una nueva monarquía basada en la centralización que se alejase de lo feudal. Eso no era posible sin un programa de renovación de la sociedad. Y eso requería a gente formada”.

Por eso, añade, la propia Isabel I de Castilla “se implicó en el desarrollo cultural de Castilla con su interés por la formación intelectual de la nobleza y aplicó el mecenazgo cultural, plasmado en la creación de un centro de educación superior nuevo, la futura Universidad de Alcalá”.

Este centro del saber supuso una novedad respecto a los que ya existían en Salamanca o Valladolid. Hasta entonces el modelo organizativo universitario era diferente, pero “gracias al  impulso de los grandes obispos castellanos, se promueve el modelo colegial”.

“Se trataba de un triple modelo: gestión académica, económica y hasta un modo de vida” cuyo objetivo fundamental, explica la catedrática, “era facilitar el acceso a los estudios universitarios de los estudiantes pobres, tanto clérigos como laicos, que recibían una beca en régimen de internado”.

Cisneros fundó el Colegio Mayor de San Ildefonso que determinaría el futuro del centro universitario. “La pobreza no era un elemento de exclusión para aquellos que deseaban ser formados”. No puede hablarse de educación universal, pública y gratuita, pero se acerca. En definitiva, sostiene la docente, “fue una revolución educativa”. Es algo que se refleja en la bula fundacional por la que el papa Alejandro VI autorizó la creación del colegio.

“... a que se funde en Alcalá (lugar de aire saludable y abastecido de mantenimiento) un Colegio y Cátedras donde enseñen las Artes Liberales, la Teología y Sagrados Cánones...”, decía la bula.

Los primeros colegiales

El 26 de julio de 1508 comenzaron a llegar los primeros colegiales (becados) procedentes de Salamanca. Habían sido “seleccionados” por Cisneros. Además, a lo largo del verano de ese año en Alcalá se fueron congregando cientos de estudiantes que se unieron a los colegiales.

¿Quiénes fueron esos primeros universitarios? El grupo era muy heterogéneo, pero tenían algunos puntos en común: “Hombres jóvenes, laicos o eclesiásticos que se vinculan al colectivo de estudiantes de forma transitoria, con una dedicación intensa al estudio”. El 18 de octubre fue el primer día del curso académico. Y eso no ha cambiado en siglos.

Aquellos que estudiaron en la Universidad de Alcalá gozaron de un estatuto jurídico “privilegiado”. Es lo que se conoce como el ‘fuero universitario’. Fue una concesión especial del papa Alejandro VI a Cisneros en una de las bulas otorgadas en 1499.

La Universidad de Alcalá tuvo una autonomía nunca vista hasta entonces. Eso le permitía defender (y castigar) a sus docentes y estudiantes con independencia de cualquier otra jurisdicción, ya fuera civil o eclesiástica.

En aquella época el rector nunca era un profesor, sino un colegial becado que era elegido cada año y al que acompañaban otros dos. Serían el equivalente a los actuales vicerrectores

En este proceso fue clave la promulgación de las primeras Constituciones en 1510, dos años después de la llegada de los primeros estudiantes. Eran el “armazón legal” de la universidad. Cabañas apunta en particular a la Constitución 61 que establece que “todas las personas vinculadas a la universidad solo pueden ser juzgadas por el rector”.

La catedrática detalla que “todos debían prestarle juramento de fidelidad y eso suponía muchas veces un conflicto porque cualquiera de sus tropelías cometidas en Alcalá, o fuera de ella, chocaban con la jurisdicción ordinaria”.

Curiosamente en aquella época el rector nunca era un profesor, sino un colegial becado que era elegido cada año y al que acompañaban otros dos. Serían el equivalente a los actuales vicerrectores. “El poder colegial era enorme”.

La universidad tenía también su propia audiencia y un juez que multaba y castigaba, incluso con penas de cárcel, a los miembros de la comunidad. La gran manzana universitaria de Alcalá tenía hasta prisión propia. Los visitantes pueden todavía hoy contemplar las rejas en uno de los patios que se recorren junto a los guías turísticos.

Era, eso sí, una justicia más laxa. “Cisneros se ocupó de que la Universidad de Alcalá no dependiera ni del Arzobispado de Toledo, ni de la monarquía que le hizo cesión de sus derechos. Consiguió un fuero amplísimo, con una autonomía muy grande”, explica. Ese ‘privilegio’ se extendió también a todas aquellas personas que recibían un salario de la universidad: bedeles, escribanos, panaderos, boticarios, sastres, encuadernadores de libros, impresores…

La relación “bipolar” entre estudiantes y la ciudad en el siglo XVI

Existe amplia documentación sobre los procesos seguidos por esta particular administración de Justicia vinculada al ‘fuero universitario’. Eso ha permitido saber cómo eran aquellos estudiantes, profesores o asalariados en la universidad. “Hay una gran cantidad de noticias sobre sus desmanes. En algunos casos incluso con muertos de por medio”.

Pese a todo, Alcalá se convirtió en la sede de una ‘aristocracia universitaria’ que hizo posible el Siglo de Oro en nuestro país. El estudiante de la época combinó duras jornadas de estudio con diversión que dieron lugar al retrato del ‘pícaro’ de Quevedo: el juego, los excesos en la comida y la bebida, las armas o las mujeres.

La ciudad agradecía la presencia universitaria y su aportación económica, social o cultural pero los conflictos entre estudiantes y vecinos de Alcalá de Henares eran frecuentes

Por eso, bromea la catedrática, la relación entre los estudiantes y el resto de la ciudad fue un tanto “bipolar”. Así lo apuntan las crónicas del momento. La ciudad agradecía la presencia universitaria y su aportación económica, social o cultural. No en vano fue la primera ciudad universitaria de la Edad Moderna con un trazado urbanístico planificado, incluyendo los servicios para la propia universidad y eso, “no existía antes”.

Pero, por otro lado, “la convivencia era difícil y los conflictos eran frecuentes”. La relación entre los estudiantes y el resto de los habitantes de la ciudad no siempre fue fácil. A veces esos conflictos también se hicieron extensivos a la relación entre el rector, el municipio, la iglesia y hasta la jurisdicción real.

Los privilegios fueron decayendo al mismo tiempo que lo hizo el propio centro universitario, según avanzaba el siglo XVII. “Las universidades en general se fueron quedando obsoletas. La de Alcalá de Henares cerró sus puertas en 1836 y fue trasladada a Madrid”. No volvería hasta el siglo XX.

“El logro de Cisneros fue crear un proyecto educativo global desde los ocho años, hasta obtener títulos de bachiller, licenciado o doctor”. La educación pivotaba entre las disciplinas de las Artes, el Derecho Canónico, la Teología y la Medicina. Era un sistema de selección de colegiales becados a los que se formaba gratuitamente. Allí vivían y se formaban junto a otros estudiantes que sufragaban los estudios de su propio bolsillo.

El colegio mayor fue la cabeza del entramado educativo. De él dependían los colegios menores y luego estaba la ‘universidad’, un término que no existía en la época.

Tampoco había un edificio para las clases. La universidad era, explica Dolores Cabañas, “un lugar donde estudiaban los colegiales con beca o cualquier otro estudiante que se matriculaba y se pagaba los estudios. Las clases solían darse en un patio o en el actual salón de actos del Rectorado”.

El de Alcalá de Henares se alejó del modelo de los “estudios generales” que ya existían en Salamanca o en Valladolid. “Podemos decir que era más que una universidad porque el proyecto era global. No se trataba meramente de crear estudios superiores, sino de todo un novedoso sistema”.

Fue además un momento para el Humanismo. “El hombre quería conocer más del mundo y del universo”. No existían las becas educativas, ni había detrás de los estudios un Estado que los financiase, pero “Cisneros fue el que dotó a de una serie de rentas a su colegio-universidad de San Ildefonso para mantener a los estudiantes”.

Se trabajó para atraer a los mejores profesores de cada materia y eso, junto a su magnífica biblioteca, convirtió al centro en un núcleo educativo de referencia. “Muchos de esos alumnos ocuparían cargos importantes de la Administración no solo en el país, sino en América”.

Hoy la Universidad de Alcalá tiene 27.778 estudiantes de los que 16.891 cursan un Grado, hay 4.553 realizando un Posgrado Oficial y otros 6.334 en Estudios Propios y Formación continua. Además, el Personal Docente e Investigador (PDI) está integrado por 451 investigadores y 1.813 profesores y el Personal de Administración y Servicios (PAS) por otras 860 personas.

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