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Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia

Cambio climático, el cada vez más largo verano del mosquito

Foto: UAH

Carmen Bachiller

Si hay algo que ha caracterizado el arranque del verano de 2019 en España han sido las altas temperaturas en forma de calor con valores incluso superiores a los 40 grados. En boca de todos están las advertencias relacionadas con el cambio climático. En Castilla-La Mancha el verano se ha alargado en 21 días en los últimos 30 años y no es un caso aislado sino un fenómeno global.

¿Cómo afectan esos cambios a insectos como los mosquitos? La pregunta la hemos planteado a Consuelo Giménez Pardo, experta en parasitología sanitaria, profesora de Enfermedades Tropicales y Salud Global de la Universidad de Alcalá donde dirige el Máster en Acción Humanitaria Sanitaria.

El cambio climático es un fenómeno generalizado en el planeta, con temperaturas que aumentan progresivamente. Eso significa, dice Giménez Pardo, “que aparecen lluvias donde antes no las había, cambios en los monzones, en las corrientes o en fenómenos meteorológicos como El Niño”.

Sostiene que “todo está conectado. El cambio climático tiene repercusión en todos los organismos, no solo en los grandes mamíferos”. También se ven afectados los artrópodos que se ven obligados a adaptarse: insectos, arácnidos, crustáceos… y, entre ellos, los mosquitos.

Hay miles de especies a las que el cambio climático y la globalización de la acción humana está cambiando su ciclo vital. Los mosquitos se reproducen a través de huevos y en ellos permanecen hasta que las condiciones de temperatura y humedad les permiten eclosionar en forma de larvas. “Normalmente eso no ocurre por debajo de los 16 grados ni tampoco por encima de los 34 grados”, explica Giménez Pardo. Por eso, durante las olas de calor, al igual que los humanos, se refugian en zonas de umbría, bajo las hojas de los árboles, en los pilones de agua, zonas ajardinada o dentro de las casas, especialmente en el baño.

“No hay fronteras, ni para los virus ni para los vectores de transmisión de enfermedades”

El hecho de que tengamos altas temperaturas cada vez más frecuentes fuera de los meses de primavera o verano, dice la profesora, provocará una tendencia entre los mosquitos a poner más huevos. “¿Y qué va a pasar? No es lo mismo que haya dos ciclos de puesta de huevos al año que cinco y que haya hembras que piquen durante todo el año”.

Pero la picadura, aunque molesta, puede ser lo de menos. “No sólo habrá un mayor número de picaduras sino de transmisión de enfermedades. No hay que olvidar que los mosquitos son vectores de trasmisión”. A eso se suma, el hecho de vivir en un mundo global en el que prima el turismo o el comercio internacional de mercancías. “No hay fronteras, ni para los virus ni para los vectores”.

Y es que, abunda, “hoy podemos viajar de un lado a otro del mundo en 36 horas, que es menos de lo que se tarda en incubar una enfermedad infecciosa. Eso significa que las enfermedades se convierten en globales. No hay nada que te proteja. Hay que estar preparados”.

La importancia de la vigilancia epidemiológica

La experta rechaza, no obstante, caer en el “catastrofismo”. Lo importante es la vigilancia epidemiológica y tratar de evitar la alarma o confusiones como la producida el pasado junio cuando, de forma errónea, Islandia diagnosticó tres casos de Chikungunya - una enfermedad vírica transmitida por la picadura del mosquito a tres ciudadanos que habían estado en Alicante.

España no es un país tropical ni está en el corazón de África pero, recuerda la investigadora, “tenemos el mosquito transmisor del Dengue, del Zika, del Chikungunya desde el año 2000”. No es algo nuevo, explica: “En el siglo XIX ya teníamos al mosquito de la fiebre amarilla, Aedes aegypti, que no se nos olvide. Y en el 2004 se introdujo el mosquito tigre, Aedes albopictus”.

“No es fácil que ocurra la transmisión”, recalca, pero tampoco imposible. “Tenemos que estar vigilantes, realizando estudios sobre cómo avanzan los mosquitos, cómo están sus condiciones biológicas de reproducción…No debemos ponernos nerviosos, pero sí estar expectantes”.

Y en este camino, sostiene, “es muy importante que la investigación clínica o de otro tipo se apoye en la investigación de base, por ejemplo, en la vigilancia epidemiológica de muchas enfermedades infecciosas que no existían en nuestro país y ahora sí. Es necesario invertir en investigación básica porque quienes trabajan en ella son los primeros en dar la señal de alarma. Es fundamental para evitar casos de hospital”.

Cambian los mosquitos… ¿Variamos la protección?

Los mosquitos se caracterizan, entre otras cosas, por tener una estructura protegida por una cutícula y por carecer de reguladores de temperatura, lo que les obliga a vivir en condiciones de humedad y temperatura muy específicas.

Solo las hembras pican al ser humano. Lo hacen porque necesitan nuestras hormonas circulantes en sangre para la ovoposición (puesta de huevos). “Los artrópodos no son capaces de sintetizar hormonas”, explica la profesora.

Los mosquitos se adaptan a los cambios climáticos. ¿Eso implica que debamos cambiar nuestra forma de protegernos frente a las picaduras? De momento no. Los baños frecuentes, el uso de repelentes, evitar perfumes con olor a flores, los colores como el rojo o el negro o los lugares con agua encharcada ayudan, aunque casi siempre es difícil evitar la picadura.

Eso sí, “los mosquitos son muy selectivos a la hora de picar”, recuerda la experta, quien pide desterrar “leyendas urbanas” como la que cuenta que prefieren a personas de “sangre dulce”.

Más bien tiene que ver con los receptores olfativos de estos insectos, situados en sus antenas. “Captan determinados olores bioquímicos que para ellos son atractivos como el ácido láctico o el CO que todos sintetizamos a través del sudor”. La diferencia, aclara, está en las bacterias que cada persona tiene en su piel. “No son iguales en todos y la unión del sudor, otros compuestos químicos, como los perfumes, junto a las bacterias, provocan la picadura”.

A los mosquitos les resultan más atractivos los grupos sanguíneos 0 y B o acercarse a las embarazadas que desprenden mayores dosis de CO. Pero como en todo, hay excepciones.

En la actualidad, el mosquito tigre es uno de los más temidos en nuestro país. Su presencia se ha confirmado en Catalunya, algunas zonas de Aragón (Monegros) o Baleares. “¿Puede avanzar? Eso dependerá de si la densidad de población no le parece suficiente y necesita más”.

Se trata de una especie cuya picadura es más agresiva porque su saliva provoca una reacción más alérgena y dolorosa. “Eso ocurre cuando te pica por primera, pero se ha comprobado que después no se tienen reacciones alérgicas tan exageradas”. Como ellos, los humanos también nos adaptamos.

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