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Sobre este blog

Este blog es un espacio de colaboración entre elDiario.es de Castilla-La Mancha (elDiarioclm.es) y el Colegio de Ciencias Políticas y Sociología de Castilla-La Mancha para abordar diversas cuestiones sociales desde la reflexión, el entendimiento y el análisis.

Por mí y por todas mis compañeras

'Escuela de Atenas', de Rafael Sanzio

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Nos levantamos con adelanto electoral, presentándose en pleno verano. Un sol abrasador en nuestra tierra y temperaturas por encima de los 40 grados. Nos cayó un jarro de agua fría tras el 28M. Será una desgracia en toda regla tener que ir a votar. Peor aún tener que estar en la mesa. Pero para las que creemos que el voto es sagrado, iremos al colegio electoral como los feligreses van los domingos a misa.

Unas elecciones anticipadas que no esperábamos. Los resultados fueron demoledores para el lado progresista y el mapa territorial se pintó de nuevos colores. Colores que representan un nuevo ciclo conservador. O eso parece. Y viendo los pactos que se han ido dilucidando en los distintos territorios, valdrá cualquier cosa para llegar al poder. Al final eso es lo que buscan los partidos. Sin embargo, ¿todo vale?

Res Pública y bien común para toda la ciudadanía

Si de algo nos han nutrido nuestros clásicos del pensamiento político es de conceptos esenciales que hoy nos trasladan a un mundo ideal donde tendríamos como pilares la equidad y la justicia, siendo ejes vertebradores de sociedades avanzadas. Son valores que en democracia se traducen en cimientos para la convivencia y el desarrollo de todos los seres humanos en igualdad de condiciones. Se desarrollaron en numerosos textos y en ellos nos hemos reflejado.

La res pública es aquella esfera contraría a la privada, donde se desarrolla la política y la vida en comunidad, estando sus orígenes en la época griega. Y también hace referencia al modelo de Estado que se erige bajo un presidente electo, contrario a la monarquía por nacimiento y herencia. Hoy no quisiera centrar este espacio en el modelo de Estado. Quizá en otro momento. Y es que teniendo en cuenta los acontecimientos que hemos vivido, quería indagar en la esfera pública desde la concepción primera.

¿Por qué es importante lo público?

Se ha visto que el Estado no consigue equilibrar del todo la balanza entre la ciudadanía. Y la ideología predominante en la sociedad y, por ende, a veces reflejo en las políticas, está muy lejos de alcanzar el bien común. Es decir, el interés general.

Lo público o esfera pública es donde se presenta la política y donde se deciden el tinte o color que tendrán las políticas públicas. Son esas medidas que se generan por los distingos gobiernos para que toda la ciudadanía tenga acceso a distintos servicios, tales como los colegios, carreteras u hospitales. Servicios para hacernos la vida más fácil a todas, indistintamente de nuestro ADN.

Gracias a ese incremento de lo público, el bienestar social se ha extendido a todas las clases y todas las personas tenemos la posibilidad de ir al médico, formarnos, o si nos quedamos en desempleo, tenemos una prestación mientras buscamos otro trabajo. Ese cambio ha sido gracias a la inversión pública de todas y cada una de nosotras.

¿Y qué pasa con el bien común?

Un fin que debemos alcanzar para que una comunidad progrese. Se traducen en esas medidas concretas que se desarrollan a través de las políticas y que están encaminadas para que toda la ciudadanía viva con dignidad y se tengan una serie de derechos, tales como la educación o la sanidad, como señalaba antes.

Es un principio primordial en toda democracia, heredado de clásicos como Platón y Aristóteles, también del propio cristianismo, y en la actualidad se traducen en esas políticas para conseguir el interés o bienestar general de todas, sin distinción de ningún tipo. Aquí la sangre no importa.

Para los que invocan al diablo para poder ganar terreno político, les pediría que echaran la mirada atrás con perspectiva. La memoria histórica es necesaria si se quiere sociedades mejores, prósperas y con futuro. Pero rememorar al pasado del Cid de forma simplista será un error que pagaremos todas.

Y es que como hija de la democracia que soy, no asimilo los discursos que quieren presentar la política como una continua guerra, en donde nos trasladan un odio constante hacia lo diferente y se soslayan los principios de nuestra convivencia.

Hay un interés premeditado de invocar a un mundo imaginario de la época de Don Quijote. Quieren que veamos gigantes que encrudecen nuestro día a día. Y, lo peor aún, no resuelven los problemas reales de las personas: la vivienda, el trabajo o el precio ascendente de la cesta de la compra.

En la arena política no debería haber partidos que rompen con las premisas de nuestra Constitución, no respetan los derechos humanos y cuyo discurso es violento

Más allá de los postulados ideológicos de cada partido, hay algo que no debería permitirse en democracia: pactar con el diablo. Y sabemos, no es nada nuevo, que la historia se repite una y otra vez. Pero en la arena política no debería haber partidos que rompen con las premisas de nuestra Constitución, no respetan los derechos humanos y su discurso es violento para todas aquellas personas que creen que no son las elegidas.

No nos vamos a engañar, el auge del extremismo y el radicalismo nacionalista es una mezcla de incapacidades de las sociedades contemporáneas para hacer frente al globalismo y la desigualdad que ha traído el sistema económico capitalista y que los gobiernos no han frenado por el poder que tienen las élites económicas en la gobernanza del mundo.

La pérdida de derechos laborales, la despoblación en zonas rurales o el abandono del sector primario es fruto del cambio de paradigma que hemos vivido en nuestro país, como en el resto de los países del entorno, y no se ha podido parar por la competencia económica internacional que tenemos. Es ese dumping social del que nadie habla.

Evocar a la España de los Reyes Católicos o hablar del proteccionismo del empleo de otras épocas es mezclar “peras con manzanas”, como diría Ana Botella. Es rememorar un pasado sin perspectiva histórica, obviando las transformaciones que ha habido a lo largo de todos estos siglos. Y menos mal. Porque todo no es tan malo como lo pintan los colonos patrios.

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