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Si hiciéramos una estadística de cuántas personas saben el sentido de la frase que encabeza este artículo de opinión, proveniente de una canción de la década de los 80, puede que nos llevásemos alguna que otra sorpresa.
Lógicamente, en condiciones normales en nuestras latitudes, resulta imposible agronómicamente tener naranjas en agosto o uvas en abril si nos ceñimos a los calendarios habituales de cultivo. Sin embargo, la disponibilidad continua de cualquier producto en los mercados a lo largo de todo el año hace que se diluya aún más las referencias temporales de la actividad productiva agraria.
Pues bien, ese desconocimiento general del que la sociedad adolece en materia de agricultura tiene consecuencias negativas e injustas para nuestro sector. En los últimos tiempos cada vez que se habla de la agricultura se está haciendo para transmitir el mensaje de que son responsables de gran parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, de la contaminación de las aguas, de la utilización de “pesticidas”, palabra obsoleta rescatada artificialmente no se sabe con qué fines, etc.
Esta imagen negativa no se corresponde en absoluto con la realidad productiva de la agricultura europea. Nuestra agricultura desempeña un papel fundamental en la conservación del medio ambiente y del medio rural. Es uno de los pocos sectores que pueden considerarse sumideros de carbono, ya que las plantas, a través de su función fotosintética, absorben CO2 de la atmósfera y expulsan oxígeno, evitan la erosión al mantener el suelo con cubierta vegetal, favorece la biodiversidad y, no lo olvidemos, nos alimenta a toda la sociedad con sus producciones, de una forma sanitariamente segura y a un precio asequible.
Respecto a los productos fitosanitarios empleados en la agricultura, tengamos en cuenta que son medios de producción muy controlados, que en Castilla-La Mancha son utilizados en muy baja proporción y que son necesarios para obtener producciones adecuadas en condiciones aceptables desde el punto de vista sanitario y comercial.
Son, en definitiva, las medicinas de las plantas. Cuando acudimos al médico y nos recetan los medicamentos, los adquirimos, nos lo tomamos y, en la mayoría de los casos, nos curamos de las dolencias padecidas. Sin embargo, si un cultivo tiene algún problema fitosanitario, no aceptamos que se usen productos para eliminar esa enfermedad. Resulta muy paradójico.
Respecto al consumo de agua, ¿Nos hemos planteado en alguna ocasión que para producir los alimentos que consumimos se necesita agua? ¿Saben los consumidores que el agua para fabricar unos pantalones vaqueros supera con creces la necesaria para producir la mayoría de los alimentos? El agua usada en la agricultura pasa en gran medida a los alimentos que son consumidos por la población. ¿Por qué dudamos de la bondad del regadío si nos beneficiamos diariamente de su existencia? Lógicamente, el riego debe efectuarse de manera sostenible, eficiente y sensata. Por ello, los sistemas de riego cada vez son más avanzados y aprovechan al máximo el recurso.
Llevamos retraso en la tarea de trasladar a la sociedad el papel que juega el sector agroalimentario en el desarrollo sostenible. Con el nacimiento de ALAS (Alianza por una Agricultura Sostenible) esperamos compensar ese déficit, trasladando los valores que atesoramos. Vivimos en Europa, que cuenta con la legislación más exigente en materia de seguridad alimentaria y medio ambiente a nivel mundial, normas que los agricultores e industrias agroalimentarias deben cumplir obligatoriamente y que en ocasiones suponen una pérdida de rentabilidad respecto a los productos provenientes de países terceros, muchos menos restrictivos en esos ámbitos.
Valoremos nuestros productos, defendamos nuestra agricultura y traslademos al consumidor el valor de nuestro sector, que alimenta a la sociedad y mantiene a la población en el medio rural, cuidando por que el medio ambiente se mantenga en buenas condiciones, ya que su futuro, será nuestro futuro.
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