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De la riqueza del Patrimonio histórico de Sigüenza, que aspira ser Patrimonio de la Humanidad, dan testimonio sus magníficas construcciones, que contienen en su interior verdaderos tesoros. Pasear por sus calles es hacer un recorrido por la Historia de España.
La antigua Segontia romana, que antes de la llegada de los musulmanes había sido sede episcopal, se convirtió en “frontera estratégica” desde 1085 y asistió al pulso decisivo entre cristianos y musulmanes, hasta que asumieron el control del territorio el rey Alfonso VII y el obispo-guerrero Bernardo de Agén. Ellos restauraron la antigua diócesis visigoda entre diciembre del año 1121 y febrero de 1122, y lograron, según la tradición, la conquista definitiva del enclave de Sigüenza en 1124.
Una vez recibido el señorío de la ciudad, los obispos se ocuparon de su repoblación, de mejorar las infraestructuras, del abastecimiento y de la organización municipal. Transformaron la pequeña aldea a la que se había visto reducida Sigüenza en una verdadera ciudad episcopal, capital de una diócesis que se convirtió a lo largo de la historia en una de las más importantes de la Corona de Castilla.
Destacados obispos, como Pedro González de Mendoza, junto a miembros del cabildo catedralicio implicados en el movimiento de reforma de la Iglesia y la sociedad, como Gonzalo Jiménez de Cisneros o Juan López de Medina, y familias nobiliarias del lugar, como los Vázquez de Arce, fueron protagonistas de los importantes cambios socio-culturales que se produjeron en Castilla a lo largo del siglo XV, y que se materializaron, entre otros, en la introducción del Humanismo en Castilla, en la creación de la Universidad de San Antonio de Portaceli, en la organización de una academia bíblica en colaboración con los judíos de la ciudad, y en la promoción de las traducciones.
Y como símbolo de todo ello la imagen del sepulcro de Martín Vázquez de Arce, el Doncel, verdadero símbolo del Renacimiento.
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