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Un puente en un garaje y un río 'fantasma' que todavía inunda Valladolid: “El Esgueva hace más daño que el Pisuerga”

El antiguo puente del ramal del Esgueva, que actualmente está convertido en un garaje.

Alba Camazón

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Hoy apenas quedan restos del viejo cauce del Esgueva en Valladolid, un río que ha condicionado el entramado del casco urbano de la ciudad y que todavía tiene sus efectos en algunas tormentas torrenciales, puesto que al estar en la zona más baja de la ciudad, se producen acumulaciones de agua.

Cuando le preguntan a un vallisoletano por el (o la) Esgueva, muchos saben que circulaba por calles como Platerías, una de las calles históricas y comerciales. Pero no tantos saben descifrar el significado de los adoquines que pisan diariamente y que recuerdan el paso del río y los puentes que hace siglos existían; como Hugo y Estefanía, dos jóvenes que pasean por la calle en plenas fiestas patronales.

Lo que todavía menos gente sabe es que en esa misma calle, a unos metros bajo tierra, todavía se conservan restos del puente que atravesaba el ramal norte del Esgueva. Los cimientos del puente quedan a la vista en unos aparcamientos privados y subterráneos, pero vallados para evitar accidentes.

Ser una ciudad de secano inundable puede parecer un oxímoron, pero Valladolid es realmente así. La ciudad estuvo atravesada por el Pisuerga y dos ramales del Esgueva, uno de los cuales se canalizó en el siglo XIX. El Esgueva ha sido el causante de las inundaciones más graves de la irónicamente conocida como 'la ciudad del Pisuerga'. A pesar de que en la última DANA apenas ha habido inundaciones en Valladolid, es una de las ciudades que tiene más de 15.000 hogares construidos en zonas inundables junto a Palma, Girona y Cartagena.

“Aquí siempre se ha temido al Esgueva”, explica Jesús Anta, que ha investigado la historia de Valladolid durante décadas. “El Esgueva siempre ha hecho más daño que el Pisuerga porque sus grandes crecidas apenas tenían repercusión. Pero el Esgueva pasaba por el centro y cuando se inundaba, crecía el Pisuerga y no permitía desembocar. El Esgueva ha marcado todo el urbanismo del casco histórico”, añade en declaraciones a este periódico.

En la calle Santiago, principal arteria comercial de la ciudad, también se puede ver el puente de la Puerta del Campo y el curso del río gracias a adoquines de diferentes colores. Son huellas que todavía quedan en la ciudad del antiguo cauce de un río que todavía hoy causa estragos.

En 1636 la ciudad vivió la peor de sus inundaciones: más de un centenar de fallecidos y casas enteras derrumbadas. Muchos vecinos fueron aislados ante el desbordamiento del Esgueva y del Pisuerga, que formaban una cuña. El convento de Santa Teresa decidió honrar a las víctimas y se grabó en piedra una lápida al pie de una cruz de madera, que todavía se conserva. El agua derribó el Hospital San Lázaro y dejó “aniquilado” el convento de San Quirce, según las crónicas de la época. En algunas calles la gente tuvo que recurrir a los barcos para intentar rescatar a los que habían quedado atrapados en sus casas.

La nochevieja en que el río desbordó

Ya en el siglo XX, Anta recuerda que en la nochevieja de 1961 una tormenta hizo desbordar el río. “El Pisuerga tapó la calle, anegó Isabel La Católica y derribó casas”. En 1978, el Esgueva estuvo a punto de desbordarse porque las compuertas estaban cerradas y resultaba imposible abrirlas para que desaguara en el Pisuerga. “Tuvieron que ir los militares con goma-2 para intentar reventarlo y produjeron más destrozos por la explosión y rotura de cristales en el Barrio España que otra cosa”, comenta. Al final, consiguieron doblar un poco las esclusas a través de poleas y cables apoyados en los árboles de la ribera.

Muchos todavía recuerdan las crecidas del Pisuerga en 2001 o las inundaciones en las partes más bajas de la ciudad, por donde pasaba el Esgueva. “Técnicamente, la inundación más alta fue la de 2001, pero la que hizo más daño fue la de [nochevieja] 1961 porque tapó la calle, anegó Isabel La Católica y derribó casas en la calle Curtidores”, explica Anta.

La inundación de 2019

En el año 2019, tras una tormenta, algunas calles se llenaban 'inexplicablemente' de agua. La calle Platerías, por la que antaño pasaba el Esgueva, se llenaba de agua como si fuera el propio río. Es una de las zonas más bajas de Valladolid que, además, está en pendiente, así que todo el agua que no tragaban las alcantarillas corría calle abajo.

En esa pequeña calle peatonal, algunos locales están todavía más bajos. Es necesario bajar una escalera, como en la peluquería que Rocío iba a abrir solo tres días después de la inundación. “Había tirado justo antes todos los cartones y todo lo de la obra... El agua llegaba casi a las rodillas y yo no tenía ni las toallas”, explica a este diario mientras lava la cabeza de una clienta. La tormenta la pilló en la peluquería y por eso consiguió vaciar casi todo el local con ayuda de sus amigos.

“Una amiga intentó venir en taxi desde su casa, pero no había, así que vino andando con el cubo de la fregona. Otra con papel de cocina... Me ayudó hasta el del kebab de aquí”, explica entre risas. En ese momento, las gracias brillaron por su ausencia. Ahora, cada vez que hay tormenta en Valladolid, sus amigos la escriben para avisarla. A partir de entonces Rocío ha colocado unos carriles en la puerta y una madera para que “la avería sea un poco menor” que la de 2019.

En la tienda de regalos de enfrente ponen cinta americana en la puerta. “Viene un riachuelo tremendo y nos ha entrado agua en la tienda y en el almacén. Es un estropicio”, apunta Beatriz, que pide que se limpien las alcantarillas con mayor frecuencia para intentar controlar estas inundaciones.

Antonio, en la misma esquina, asegura que fue a la tienda por la noche, en cuanto vio las imágenes. “No sé para qué fui, tampoco podría haber hecho nada”, comenta. Él tuvo suerte: había bajado muy bien la persiana, la puerta aguantó y entró “muy poquito agua”. “Cuando se pasó el agua pude abrir y solo me llegó un poco, pero no tocó ni las cosas que están a ras del suelo”, afirma.

Ana y Carmen no tuvieron tanta suerte. Las dos llevan una tienda de tés, también escaleras abajo. “El agua nos llegaba al tobillo, pero llegó hasta el almacén, porque como el local está inclinado hacia abajo... Nos quedamos sin luz”, recuerda Carmen.

Esas inundaciones se producen por la orografía de la ciudad. “El esgueva es río natural, pasa por las partes bajas de la población. Pasaba por ahí. Lo que pasa es que la ciudad se fue construyendo a lo largo del Esgueva”, remata Anta.

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