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Una semilla, una historia: un agricultor de Valladolid cultiva más de mil variedades de tomates

Eduardo Perote, el agricultor que cultiva más de mil variedades de tomate

Alba Camazón

Valladolid —

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Eduardo Perote cultiva 1.050 variedades distintas de tomate en un pueblo de Valladolid, Piñel de Abajo. En su día a día, es agente medioambiental, pero lo que realmente le gustaría sería poder dedicarse profesionalmente a la agricultura, su gran pasión. Una a una, Perote conserva dos plantas de cada variedad de tomates, que clasifica e incluso nombra en homenaje y recuerdo a los creadores de las semillas que cultiva. Siembra, trasplanta y riega las plantas, mientras su cabeza retiene todas las historias que hay detrás de los tomates.

Una de las cajas que comercializa llegó al programa de televisión de Karlos Arguiñano. Perote ni siquiera sabía que habían hablado de él en televisión, pero ese mismo día le llegó una llamada. “Era uno de San Sebastián, que me había visto en la tele, que tenía unos tomates de Valencia de un amigo suyo que se había muerto y que no los quería perder y me los quería mandar”, recuerda. Otra variedad, por ejemplo, es la del rosado 'Antonio El Okupa'. “Era uno que tenía una casa en el monte público en El Tiemblo en Ávila. La tenía él ocupada y tenía esa variedad de rosado”, apunta Perote desde el salón de su casa.

Este agricultor tiene la mayor colección de variedades de tomate cultivado de España y posiblemente de Europa, según sus cálculos. Cultiva 50 tipos de tomates de Valladolid y muchas más de partes de España, pero también tiene semillas de tomates de Alemania, Canadá, Japón, Uzbekistán, Rusia, Nepal, Suiza o Estados Unidos, entre otros. Tiene tomates verdes, amarillos, azules... tipo bombilla, citrina, ananas, chocolate strips, kiwi, brandy wine... “Alguno me dice: lo que tienes que hacer es seleccionar los mejores tomates y hacer muchas plantas de ese. Ya. ¿Y cómo conservamos el resto?”, se pregunta.

Perote, que ha recibido ya más de diez premios por su labor de conservación —el último, un segundo premio de la Diputación de Valladolid—, cree que este tipo de trabajos solo son “de románticos, hippies y alternativos”. “Es una pena”, confiesa, porque ahora para ser agricultor necesitas “ser millonario”. Por eso defiende el derecho a producir “a pequeña escala” para que las personas sean más autónomas e independientes. “Pero la Administración es muy cuadriculada. Debería ser más sensible hacia los pequeños agricultores, potenciaros y reivindicarlos”, apunta Eduardo Perote, que apuesta por la desconcentración parcelaria.

Empezamos con la huerta del cura en un pequeño invernadero con semilleros y hemos crecido poco a poco

Los cultivos de tomates en Piñel de Abajo empezaron hace veinte años en el antiguo huerto del cura, dentro del pueblo. “Empezamos con un pequeño invernadero con semilleros y hemos crecido poco a poco. Algún vecino nos ayudó. Empezamos con unas pocas variedades y fueron los del 'Centro Zahoz de Conservación de la Agrobiodiversidad' los que nos pincharon un poco. Al ir haciendo jornadas, te va llamando muchísima gente y casi todos los días llama gente. Hay una fiebre muy grande”, asegura Perote, que ha colaborado con la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE) y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).

Cultiva 2.100 plantas de tomates

Este agricultor cultiva unas 2.100 plantas de tomates. Su idea es conservar las especies, y por eso siempre en el huerto de su casa las variedades de las que tiene pocas semillas para que “no se pierdan”. “Es la filosofía que tenemos, el por qué recuperamos las variedades tradicionales. no sabes lo que va a pasar, cada variedad es distinta a otra y también está el aspecto emotivo. Son los tomates de los abuelos”, apunta Perote, que reconoce que el tiempo de almacenamiento y recorrido es “muy corto”, aunque sean “muy sabrosos y con la piel muy fina”.

Perote explica que sigue receptivo a más variedades de tomates tradicionales y de vanguardia. “Distribuimos cajas variadas de tomate, porque si solo hiciéramos de los tradicionales, todo el mundo se cansa aunque sean muy ricos. Entregamos para que luego sea como macedonia, con una ensalada muy colorida o una cata”, afirma. Sí recomienda un orden específico para catar los tomates: “Primero los colores más claros: los blancos, amarillos, naranjas, los negros, los rosados y luego los rojos. Así ves las intensidades”.

A través de la asociación El Prao de Luyas, Pero organiza varias ferias a lo largo del año para financiar los costes: la Feria del Tomate, la Feria de la Biodiversidad, la Feria de la Fruticultura, el Festival de Arte Rural y un concurso de Microrrelatos, entre otros. “En los pueblos lo que hace falta es gente que quiera hacer cosas, porque está todo por hacer. El que se aburre es porque quiere”, afirma Perote.

Según va contando algunos de los trabajos que realizan en Piñel de Abajo, también están trabajando en recuperar mariposas, olmos resistentes a la grafiosis —cuya pandemia mató en pocos años más de seis millones de árboles— o el cangrejo de río. Hace un mes, recuperó unas berzas antiguas de Sanchonuño, Segovia. “La madre del que nos la dio era curandera y ponía una hoja de berza encima de los emplastes que hacía para curar bultos, heridas o fracturas. Pesaba casi 20kilos y el cogollo, unos diez”, explica.

Los tomates de Piñel de Abajo se comercializan —hay semanas en las que venden casi 400 kilos de tomate— de manera individual o en restauración. “Hemos llegado a cinco restaurantes de estrella Michelín”, dice Perote, con orgullo, aunque sí reconoce más dificultades para cultivar los tomates en los últimos años como consecuencia del cambio climático. “Al final tendremos que poner sombrillas para que no les de tanto el sol”, augura.

“Cuando hacemos los semilleros, utilizamos unas 25.000 semillas al año. Producimos unas 20.000 plantas, porque hacemos una selección nos quedamos con las mejores. Y con ese excedente hacemos una Feria de la Biodiversidad y distribuimos unas 6.000 o 7.000 plantas de tomate, y aprovechamos esta iniciativa para financiar actividades”, explica Perote, que calcula que el año pasado participaron unas dos mil personas. Hace unos años también participó en el Día de la Comunidad, en Villalar: preparó 4.000 plantas y ofrecían rellenar los vasos de cerveza que se habían bebido los que acudieron a la campa.

En mayo su casa está llena de plantas: el invernadero está lleno de plantas, el patio también lo llena, y en la terraza de arriba también. Perote recuerda un día en el que se presentó la Guardia Civil en su casa: “Abrió mi mujer, asustada, y los agentes querían plantas de tomate, que se habían enterado. Y al día siguiente vinieron y me trajeron unas variedades suyas: uno temprano de Cigales y otro negro. Y al negro lo llamé 'El negro de la Guardia Civil'”.

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