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La Barceloneta, un barrio desbordado por el turismo

Un grupo de turistas busca su alojamiento en la Barceloneta

João França

Dos centenares de vecinos que llegan al límite del cabreo y las imágenes de unos jóvenes turistas italianos correteando desnudos por el barrio. Son los ingredientes necesarios para poner todos los focos sobre un problema que los vecinos de la Barceloneta llevan tiempo denunciando: los pisos turísticos y el modelo de turismo que afecta al barrio. Esta noche la concentración que repiten hace más de una semana ha crecido hasta el medio millar de vecinos, que han tomado las calles al grito de “No queremos pisos turísticos” y “Este barrio no está en venta”.

En la plaza del poeta Boscà, ante el mercado, algunos de ellos pasaban la tarde y explicaban que este verano el número de turistas ha aumentado aún más que en años anteriores y ya están hartos. “Esto ya parece Lloret”, un referente del turismo masivo y de borrachera, se queja una vecina.

Lourdes López, veterana activista vecinal e hija de pescador que vive en la Barceloneta desde 1970, considera que “el turismo que hay en el barrio este año es atroz, exhibicionista y maleducado”, pero remarca que la raíz del problema se encuentra en el modelo de pisos turísticos. “Sólo hay 63 pisos turísticos con permiso en todo el barrio y no se concederán más licencias, pero en cambio hay 10 agencias”, señala. Según los cálculos de los vecinos hay entre 800 y 1.000 pisos turísticos ilegales en el barrio.

El Ayuntamiento ha respondido a las protestas de los últimos días con el compromiso de aumentar los efectivos de la Guardia Urbana en el barrio. “Los vecinos de la Barceloneta no están solos y trabajamos para garantizar la tolerancia cero con el incivismo en la ciudad”, manifestó el miércoles la concejala del distrito, Mercè Homs.

Los vecinos, sin embargo, no se dan por satisfechos, ya que hace años que denuncian los pisos ilegales sin ver resultados. “No queremos más policía, eso es absurdo, porque estos jóvenes no son delincuentes, lo que queremos es que se cumpla la normativa y no haya pisos ilegales”, declara López.

Un modelo de turismo insostenible

La crítica de muchos vecinos se centra en el turismo de bajo coste o “de borrachera”. “Lo que ocurre ahora es que viene mucha gente joven, no familias, que se ponen ciegos y la lían”, asegura Josep, nacido en la Barceloneta. “Muchos de los vecinos de toda la vida de este barrio son pescadores, o trabajadores del puerto, y muchos trabajan de noche o se tienen que levantar a las cuatro de la madrugada, y si los turistas están de fiesta toda la noche, no se puede dormir”, lamenta.

Para Andrés Antebi, antropólogo urbano y vecino del barrio, el problema no está el tipo de turista. “La Barceloneta ya no está soportando un modelo de turismo que es insostenible, sea de borrachera o sea de élite. Está llegando a un límite sobre todo cuantitativamente”, asegura.

El atractivo del barrio para el turismo de playa y fiesta es evidente. Un grupo de jóvenes francesas que vuelven de la playa no duda cuando se les pregunta porque han elegido estar en la Barceloneta: porque está cerca de la playa. “Y también tenemos las discotecas cerca, nos gusta porque tenemos las dos cosas”, apunta una de ellas. Pero no todo es eso. Una pareja de jóvenes alemanes destaca el barrio por el mar pero también por la arquitectura y la comida.

La novedad, para Antebi, no está en el tipo del turismo sino en la cantidad creciente y los ánimos del vecindario. “Hay mucha gente que no tiene trabajo, que no puede llegar a fin de mes, y se ha quedado más gente de lo habitual en el barrio, en una situación muy dura, y esto se ha solapado con la fiesta permanente de agosto”, dice.

Vecinos reemplazados por turistas

“En el barrio estamos parando desahucios cada quince días, de vecinos que pagan 700 o 800 euros al mes por 30 metros cuadrados, los famosos cuartos de casa, y no llegan a fin de mes”, explica Lourdes López. “Mientras tanto puedes alquilar uno de estos pisos por 1.000 euros durante 10 días, 3.000 euros al mes. Los propietarios prefieren que nos vayamos para alquilarlos a turistas”, concluye.

Josep explica uno de tantos ejemplos de la situación que sufren muchos vecinos del barrio. “Tengo un amigo que vive con un contrato de renta antigua en un edificio lleno de pisos turísticos y el suyo es el único que no está reformado, lo dejan tirado porque quieren que se vaya”, explica. “Hay quien pierde la dignidad”, asegura Lourdes. “A la gente mayor con rentas antiguas le ofrecen mucho dinero para que dejen el piso y al final acaban sus días en una residencia, lo hemos visto muchas veces”, dice.

La polémica de Airbnb

Y a la problemática de los pisos turísticos que hace años que se arrastra, se suma la polémica generada recientemente por portales como Airbnb, que permite a los vecinos poner habitaciones de su casa –o el piso entero– en alquiler para turistas a bajo coste. A principios de julio la Generalitat impuso a la plataforma una sanción de 30.000 por poner en alquiler pisos sin licencia turística. A día de hoy la web muestra 125 habitaciones y 491 pisos enteros disponibles en la Barceloneta.

David es un vecino de la Barceloneta que utiliza esta y ya ha alquilado una habitación de su casa dos veces este año. Asegura que decidió hacerlo por una cuestión económica, pero destaca el papel de las herramientas de economía colaborativa que surgen a través de internet.

“Como vecino de la Barceloneta la masificación del turismo también me preocupa, pero es más arraigado y genera menos desertificación alquilar una habitación unos días al año que un piso entero, porque quien alquila una habitación en mi casa puede conocer la ciudad de otro modo”, declara.

“El problema de la masificación en Barcelona son más los cruceristas que entran por la Rambla que no que yo alquile una habitación tres veces al año”, afirma David. Considera que la polémica y la sanción a Airbnb en realidad parte del quien se lleva el beneficio: “Estas plataformas permiten repartir los beneficios del turismo entre la población, mientras que con los pisos turísticos los beneficios se los lleva una oligarquía hotelera”, concluye.

Protestas en las agencias

Precisamente las agencias que alquilan estos pisos turísticos son el principal objeto de las protestas de estos últimos días. En especial, una que se encuentra frente al mercado y que la policía ha hecho cerrar ante las quejas de los vecinos, que denuncian que a menudo se encuentra abierta hasta las doce de la madrugada y aseguran que alquilan pisos sin licencia.

Una de las trabajadoras, vecina de la Barceloneta, lamenta las protestas y asegura que, aunque está de acuerdo en que hay cosas del barrio que tienen que cambiar, todo lo que hacen es legal. El director de la agencia, David Aguilar, explica que tienen licencia de operador turístico y pueden estar abiertos a todas horas. “Somos como la recepción de un hotel”, apunta. Antes recibían los usuarios de pisos turísticos en otra oficina, pero desde julio lo hacen en la Barceloneta y por ello a menudo abren más horas, cuenta. Y en cuanto a las licencias, niega tener pisos sin licencia. En su web aparecen cuatro en la Barceloneta que sí la tienen.

Aguilar critica duramente la postura de los manifestantes, que asegura que son “una minoría” y que “están en contra del turismo”, una actividad que considera que tiene muchos apoyos en el barrio. En cambio, un grupo de vecinos que pasa la tarde en la plaza critica que, contra lo que se suele decir, los habitantes de la Barceloneta no ven beneficios económicos en este tipo de turismo.

La convivencia con los pisos turísticos

El futuro de los pisos turísticos, según la normativa impulsada por el Ayuntamiento, es que acaben concentrados en edificios exclusivamente para ese uso. Para Andrés Antebi, sin embargo, esto “no soluciona el problema porque el barrio tiene las dimensiones que tiene, los edificios están muy cerca y si la fiesta está en el edificio de enfrente tampoco puedes dormir”, dice.

“Desde el punto de vista del descanso de los vecinos es una aberración el hecho de que estén proliferando los pisos turísticos. Si la Barceloneta se convierte en un espacio de diversión de guiris nos pone en una situación de 'o ellos o nosotros', que no queremos porque acaba generando también una forma de racismo ”, concluye el antropólogo.

Durante las manifestaciones ya hay vecinos que gritan “¡Fuera! ¡Fuera!” a los turistas que miran desde los balcones y quien responde tirando agua a los que protestan. “La gente está cabreada como no lo había visto nunca, y la situación es un punto peligrosa, porque si esto sigue así a alguien un día se le irá la cabeza”, alerta Antebi. De momento, la concejala Mercè Homs ha avanzado a hoy la reunión que tenía pendiente con los vecinos para principios de septiembre.

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