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El Ayuntamiento de Barcelona alerta que el excesivo ruido afecta la salud de los vecinos

Terrazas en el distrito de Ciutat Vella

Sergi Franch

El centro de Barcelona no puede soportar más ruido, y el Ayuntamiento se está armando con estudios, análisis, encuestas y diagnósticos para plantear la batalla a lo que consideran consecuencia de un modelo económico “basado casi exclusivamente en el ocio y un turismo muy focalizado en el alcohol y la fiesta de bajo coste”.

Los fines de semana, los sonómetros distribuidos por todos los barrios del distrito de Ciutat Vella superan los límites del bienestar, que se sitúan por encima de los 70 decibelios, según constata el informe aludiendo datos recogidos en 2015. Junto con el diagnóstico, se recoge una encuesta dónde el 78,1% de los residentes del distrito barcelonés consideran que en su barrio hay mucho ruido.  

El informe que, que lleva por nombre Estudio de valoración del impacto del ruido procedente de actividades relacionadas con el ocio nocturno sobre la salud de las personas en Ciutat Vella., ha sido encargado a la Agencia de Salud Pública de Barcelona, con la intención de que concentrara su análisis en Ciutat Vella, el ojo del huracán turístico de la capital catalana.

El reporte señala las consecuencias para la salud y la calidad de vida de los vecinos que están sometidos al ruido a medio y largo plazo. Según recuerdan sus autores, el ruido es el tercer factor ambiental más relevante de carga de enfermedad, tras la polución y el humo del tabaco. El documento constata efectos como la somnolencia, fatiga, tensión nerviosa o jaquecas en un plazo corto de tiempo; y dolencias a largo plazo como la excitación del sistema endocrino, alteraciones del metabolismo o desarrollo de enfermedades cardiovasculares, entre otras consecuencias.

Para recoger datos, los vecinos consultados para dicho informe narran su estado de irritación, cómo les cuesta realizar “tareas cognitivas”, cómo se encuentran cansados de manera extrema, nerviosos, intranquilos y estresados. Describen “miedo y incapacidad para pedir a la gente que deje de hacer ruido, impotencia y desesperación”, y concluyen que en general viven “la situación de manera traumática”.

Además, señala el informe, el ruido puede generar en los vecinos “una agresividad no deseada o reprimida por la sensación de vulnerabilidad o falta de empoderamiento y hostilidad, desvinculación social y movilidad residencial con la percepción de ser expulsados del barrio”, señalando directamente “intereses económicos relacionados con el turismo”.

Fruto de las encuestas, el Ayuntamiento constata cómo los vecinos intentan adaptarse al ruido, por ejemplo, alojando a los niños en habitaciones interiores para mantenerlos lejos del ruido constante, utilizando medicamentos o tapones en los oídos para dormir, marcharse a la biblioteca para realizar tareas o mantener las ventanas cerradas. A parte de la reorganización de los servicios de limpieza, el despliegue de un equipo de informadores para señalar los horarios de la basura a los comerciantes, el ayuntamiento recuerda la existencia de un programa de subvenciones para instalar doble cristal en las ventanas. 

Con este y otros informes, el ayuntamiento espera facilitar el máximo consenso político y social para plantear un nuevo Plan de Usos del distrito de Ciutat Vella, que vaya más allá de la suspensión de licencias para “actividades de concurrencia pública, comerciales y alimentarias”, aprobada el pasado mes de octubre. Se prevé que el próximo mes de setiembre se produzca la aprobación inicial de un nuevo plan que ponga veto a las molestias de los vecinos. 

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