Cargar maletas en el puerto y no llegar a fin de mes: cuando encontrar trabajo no te saca de pobre
Luis Antonio Andrade lleva un par de meses trabajando en el Puerto de Barcelona. Se dedica a cargar maletas de cruceristas, pero no le da para vivir. Son solo 16 horas a la semana a razón de 400 euros mensuales, y si no fuera por su mujer, que se dedica a los cuidados en domicilios, su familia –con tres hijos– no llegaría a final de mes. Este hombre, que vino de Honduras hace dos años, es uno de los miles de personas que están en riesgo de pobreza pese a tener empleo, un fenómeno que, según explican sindicatos y entidades sociales, ha aflorado con la salida de la crisis. Cada vez hay más trabajos que no te quitan de pobre.
En Catalunya son el 14,1% de los trabajadores los que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Esto significa que ingresan menos de 10.981 euros al año –en el caso de un adulto solo–, ya sea con un contrato o encadenando varios. Este porcentaje no ha parado de subir desde 2015, cuando afectaba al 12,2% de los trabajadores. “Durante la primera fase de la crisis sufrimos la destrucción de empleo, pero en la segunda fase, de 2013 a 2018, la creación de puestos de trabajo ha ido asociada a un empeoramiento de la calidad: tanto de la remuneración como de la estabilidad”, resume Ricard Bellera, secretario de Trabajo y Economía de CCOO.
Estos días Luis Antonio acude a Cáritas Diocesana de Barcelona para encontrar otros trabajos con los que compaginar con su actual ocupación. A través de su programa 'Treballant amb Cor' de inclusión laboral, esta entidad ya le ayudó a encontrar su empleo en el muelle de cruceros. La situación económica de este padre de familia es complicada, explica, puesto que debe asumir con su salario y el de su mujer la manutención de sus hijos y alquiler de 700 euros de un piso de Nou Barris que se ven obligados a compartir con la hermana y su cónyuge.
“Las ofertas de trabajo que nos llegan en general son cada vez más cortas de tiempo, a veces de semanas o de solo un día. Ferias, suplencias de verano... Esto provoca no solo precariedad, sino que los usuarios que vienen vayan volviendo a lo largo del tiempo”, expone Maira Costa, jefa de proyectos de la Fundación Mambré, que se dedica a la inserción laboral de personas sin techo o que han estado en situación de pobreza extrema. Entre los sectores de mayor oferta y a la vez más precaria, señala el turístico y la atención domiciliaria y los cuidados del hogar.
Este es el caso de Maria Soledad Rosa, también usuaria del programa de Cáritas en Barcelona, que estos días empieza su primer empleo remunerado en España cuidando a una mujer mayor los fines de semana. En Venezuela, de donde emigró hace un par de años, ella era maestra de preescolar, pero aquí no ha encontrado trabajo en un sector repleto de jóvenes recién titulados optando a muy pocos puestos. Es por esta razón por la que intentó recurrir a otros sectores. Se presentó a una entrevista de trabajo para agente comercial, pero la descartaron por su edad. “Eso me tocó mucho la moral”, confiesa a sus 54 años.
Actualmente el sueldo de camarera de su hija menor, con la que vive en un piso en Barcelona, es el principal sustento para ambas. Para aliviar la situación económica de su hija, María Soledad buscó otras oportunidades laborales y se apuntó a cursos gratuitos de mensajería y de monitora de ocio. “A veces sentimos tener una preparación, pero en realidad necesitamos desaprender para volver a aprender”, opina. Además del empleo de fin de semana, ahora busca conseguir otros parecidos para ingresar algo más que la saque del apuro.
Mujeres y el trabajo parcial involuntario
Tanto Luis Antonio como María Soledad son trabajadores a tiempo parcial que querrían serlo a jornada completa. Y no son pocos los que se encuentran en esta situación. En concreto, en 2018 en Barcelona eran 169.531 las personas con empleo parcial involuntario, un 49,8% del total. La mitad.
La parcialidad en el trabajo, sea involuntaria o no, afecta a un 14,1% de la población. Pero esta tasa varía completamente en función del género, puesto que el empleo a tiempo parcial en España y en Catalunya tiene rostro de mujer. Mientras que sólo el 6,9% de los hombres están en esta modalidad de contrato, en el caso de las mujeres es el 22,2%. Respecto a la parcialidad no deseada, de las 169.000 personas que están en esta situación en la capital catalana, 122.000 son mujeres.
Bellera recuerda, además, que quienes trabajan a tiempo parcial no solo ingresan menos porque dedican menos horas, sino porque se les paga menos por hora en un mercado de trabajo cuyos salarios se han devaluado en la última década en casi todos los sectores. Según el Índice de Precios del Trabajo, solo en la hostelería, en la industria manufacturera y en el comercio al por mayor han subido los sueldos respecto a 2008. En el resto, las caída es de entre el 0,8% (industrias extractivas) y el 9% (información y comunicaciones).
Otro factor que incide en la precariedad, y que de nuevo afecta más a mujeres que a hombres, es el de la temporalidad de los trabajos. La población con empleo temporal en Catalunya va subiendo año a año (del 24,0% en 2014 al 26,8% en 2017) y se estima que, de media, cada trabajador catalán firmó 2,5 contratos en 2018, según el Observatorio del Trabajo y el Modelo Productivo. La gente que encadena trabajos de corta duración no para de crecer: si en 2014 fueron 149.000 las personas que firmaron cuatro o más contratos, en 2018 fueron 173.000.
Del SMI a las políticas activas de empleo
Para revertir la creciente precariedad en el trabajo, una de las medidas necesarias según Maira Costa, de la Fundación Mambré, sería seguir aumentando el Salario Mínimo Interprofesional, que, desde el 1 de enero, es de 900 euros tras una histórica subida de un 22% desde los 735,9 euros en los que se encontraba hasta ahora. “Ni siquiera el actual salario mínimo encaja con el coste de la vida en ciudades como Barcelona, sobre todo, con el precio de los alquileres; no te quita de pobre”, sostiene Costa.
“De lo que se trata es de articular un mercado de trabajo más inclusivo, y esto solo se consigue con políticas activas de empleo”, sostiene Bellera, en referencia, sobre todo, a una inversión en formación que permita adaptar los trabajadores a la demanda de los sectores más cualificados.