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Jordi Herreruela: “El Cruïlla es un festival comprometido, se interesa por el estado del mundo y las posibilidades de transformación de la sociedad”

El director artístico del festival Cruïlla, Jordi Herreruela

Oriol Puig

Barcelona —

El festival, que nació en Mataró en 2005 bajo el nombre “Cruïlla de Cultures”, dejó el Maresme 5 años más tarde, por falta de espacios adecuados donde celebrarlo. Desde que se celebra en Barcelona ha ido creciendo y consolidándose como una de las citas musicales del verano y pese a que, en este tiempo, se ha ido ampliando (de uno a tres días) y ha atraído más público en cada edición, el Cruïlla sigue siendo un festival cercano y funcional.

En esta edición contará con la actuación en exclusiva en España de Kendrick Lamar presentando el excepcional To pimp a butterfly, la primera actuación en Barcelona de Lauryn Hill (ex Fugees), el soulman Aloe Blacc y la primera actuación en España de la estrella del R&B británico Emeli Sande. Una programación ecléctica en estilos como la procedencia de los grupos que actuarán. Una cita obligada para los amantes del mestizaje y ávidos de nuevos experimentos musicales.

¿Qué lugar ocupa el Cruïlla dentro de la oferta de festivales de Barcelona?

Nos gusta decir que es el festival de verano de Barcelona. Entendemos que la ciudad tiene tres grandes festivales en un único recinto. Venimos de celebrar el Primavera Sound y el Sónar. Somos el gran festival del mes de julio en Barcelona con cinco escenarios, más de cuarenta grupos, una única entrada y todo tipo de servicios.

El Cruïlla refleja el carácter de la ciudad de Barcelona y de sus habitantes ¿Cuál es el secreto para no perder la singularidad?

El festival es el reflejo de Barcelona porque es variado, abierto y cosmopolita. Jugamos al máximo a nivel internacional pero también tenemos mucho cuidado y respeto por la cultura propia. No nos interesa convertirnos en un gran festival, nos gusta cuidar a nuestro público, queremos que sea un festival cómodo y amable. Por eso situamos los escenarios el uno delante del otro, hacemos que los grupos actúen noventa minutos o setenta minutos como mínimo. Que los servicios, con una gran oferta gastronómica, estén bien dimensionados, sin necesidad de hacer colas. Este año hacemos una apuesta tecnológica importante con la pulsera inteligente para que el público pueda moverse cómodamente por el recinto.

Este año incorporáis un cambio de imagen donde aparece el subtítulo en inglés, Barcelona summer festival ¿Es una llamada al público extranjero?Barcelona summer festival

Un 90% de nuestro público es mayoritariamente local. La palabra Cruïlla, que define perfectamente el festival y también la ciudad de Barcelona, es muy identitaria pero difícil de pronunciar para la gente de fuera. Pensábamos que la habíamos de acompañar de algo que fuera más sencillo de entender. Cruïlla es muy definitorio, pero hemos querido añadir este pronombre internacional para abrirnos al público extranjero. No es un objetivo prioritario del festival pero estamos abiertos a que venga nuevo público.

¿El Cruïlla ejemplifica que el tipo de consumo musical ha cambiado?

Tiempo atrás teníamos que formar parte de una tribu urbana. La tecnología ha socializado el consumo musical. Hoy en día puedes escuchar música por el solo hecho de descubrirla y canciones en lugar de discos. Hasta ahora este fenómeno no se ha visto reflejado en la propuesta de festival, esta nueva manera de consumir y entender la música no se había introducido en la programación de los festivales. Tenían una programación que mostraba muy extensamente, muy específicamente, una escena musical. Los festivales que han tenido éxito son los que se han dedicado a escenas musicales que tienen un consumo cultural altísimo. Cuentan con un público que está muy pendiente de un grupo que publica una canción, un vídeo o un nuevo disco. Ahora bien, mucha gente consume música sin estar pendiente de la industria. El público del Cruïlla no es un gran consumidor. Los últimos años este tipo de público ha crecido sustancialmente. No había una propuesta de festival para este público que disfruta de la música sin prejuicios, sin formar parte de una tribu urbana concreta y un modelo establecido de vestimenta. Es un público muy singular que no sigue ningún patrón a la hora de vestir y comportarse.

¿Tal vez por eso el Cruïlla es un festival de carácter social?

El Cruïlla es un festival comprometido, se interesa por el estado del mundo y las posibilidades de transformación de la sociedad. Lo comprobamos con el mensaje de los artistas que actúan, la manera de comportarse del público, la relación que mantenemos con Amnistía Internacional, Som Energia o Triodos Bank. Toda una serie de factores que el público valora y que nos hace diferentes respecto otras propuestas musicales.

¿Qué destacarías del cartel de esta edición?

Uno de los caramelos es Kendrick Lamar, uno de los artistas más importantes de los Estados Unidos que ha publicado uno de los discos del año. Un hombre en la línea de los artistas de hip hop con mensaje y comprometido, mucho más social. Nos hace mucha ilusión la presencia de Lauryn Hill que hace veinte años que no actúa en Barcelona. Vino con Fugges pero nunca ha actuado en solitario. Encontrarnos a Lauryn Hill haciendo versiones de Nina Simone puede ser maravilloso. También me gustaría destacar propuestas de segundo nivel y gran calidad artística. Uno de los conciertos del festival será Vintage Trouble, será como juntar Led Zeppelin con James Brown. Tienen un directo impresionante. CocoRossie, una propuesta musical en la línea de Björk, delicadas en los matices y en los detalles. Así como propuestas nacionales que llegan en un momento especial; Els Catarres, Carlos Sadness o Mi Capitán. Nos hace mucha ilusión que actúen por la proximidad y la relación personal que tenemos con estos artistas.

¿Como ha sobrevivido el festival al altísimo nivel impositivo que vive la cultura en España?

La experiencia de los festivales grandes que han sobrevivido en España, aquellos que han generado una manera de hacer única y singular, que han creado tendencia, les ha costado varios años de inversión hasta que han recibido el apoyo del público, los medios y los patrocinadores. Nosotros estamos en este proceso. Estamos viviendo estos primeros años de inversión en el peor momento impositivo. Si subimos un 11% los impuestos la actividad se encuentra en situación de riesgo. Es muy complicado que un festival sea rentable. La gente que organizamos festivales aguantamos por una cuestión de fuerza de voluntad y la sensación de que todo pasará. Estaría bien que pasara pronto para recuperar un nivel impositivo razonable, en la línea de países de la Comunidad Económica Europea. Quien termina pagando los platos rotos es el público. No tiene ningún sentido que el público pague más del doble de lo que se paga en cualquier otro país europeo.

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