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Escuelas contra la segregación: eficacia de puertas adentro, un reto hacia fuera

Los alumnos de la escuela Santa Eugenia de Girona, en una clase de xilófono. / CARLES PALACIO

Pau Rodríguez

Con un 80 % de alumnos recién llegados -o mejor dicho, hijos de inmigrantes-, la escuela Santa Eugenia de Girona hace seis años que cuenta con un proyecto educativo especializado para, entre otros objetivos, romper la barrera de la segregación. Inspirándose en las escuelas magnet de los Estados Unidos -ideadas para deshacer la concentración de inmigrantes en los centros durante los años 60 y 70-, este centro ha desarrollado el atractivo proyecto Montsalvatge, mediante el cual incorpora la música- un lenguaje universal que comparten todos los alumnos- como elemento vertebrador de la educación. La intención es construir un proyecto con suficiente atractivo -o magnetismo- para captar alumnos de otras zonas de la ciudad, y aumentar la diversidad socioeconómica y cultural del centro.

Santa Eugenia no es el único centro en Girona que ha apostado por la filosofía magnet -también existe el Dalmau Carles y el Mare de Déu del Mont-, y todos ellos coinciden en el diagnóstico. A nivel escolar, esta apuesta ha logrado grandes hitos: cohesionar el alumnado, mejorar las competencias, estimular el equipo de maestros y -muy importante- implicar a las familias. Pero los centros, a menudo de barrios periféricos, están lejos de haberse abierto a familias de otras zonas de la ciudad.

Por tanto, a pesar de que los proyectos funcionan de puertas adentro, la segregación se mantiene elevada. “Este curso hemos apreciado un aumento de la demanda en p-3, de familias que vienen porque quieren que sus hijos hagan música, pero son siempre familias de perfiles similares, que se han enterado por boca a boca ; nunca son de nivel socioeconómico más elevado”, apunta Magda Campistol, jefa de estudios del Santa Eugenia. En una línea similar, la directora de la escuela Virgen del Monte de Girona, Montse Marquet, se muestra muy satisfecha con los resultados de los proyectos educativos que tienen en el centro- en su caso, de educación artística-, pero considera que para combatir la segregación “son necesarias actuaciones integrales más allá de las puertas de la escuela”.

Así lo constata Xavier Bonal, sociólogo de la UAB y director del estudio Municipios contra la segregación escolar: “Simultáneamente a estos planes hay que activar otros mecanismos, como la distribución de alumnos con necesidades educativas especiales, disminuir las ratios o cambiar la zonificación”, apunta. El informe, que analiza actuaciones de diversos ayuntamientos, desarrolla algunas posibles soluciones. Evitar que las zonas escolares equivalgan exactamente a los barrios marginales, detectar con rapidez los alumnos con necesidades educativas especiales y distribuirlos -si es necesario financiando transporte y comedor escolar- o hacer políticas de información a las familias son algunas de las propuestas que se desprenden del estudio, elaborado por la Fundación Jaume Bofill.

Las familias más cerca, los maestros, más unidos

A la hora del patio, una veterana maestra del Santa Eugenia recuerda que, antes de iniciar el proyecto musical Montsalvatge, la escuela era mucho más ruidosa y caótica. “Desde hace un tiempo parece que los alumnos están más calmados”, valora. En esa opinión coincide Magda Campistol, que no duda en valorar positivamente el Montsalvatge. “No sólo hemos conseguido un clima más sosegado en las aulas, sino que se nota en la motivación de los alumnos, en la del equipo de profesores, que hacen más piña, y en la implicación de las familias”, celebra.

“Al principio, hacíamos audiciones de los alumnos -reciben clases de flauta, guitarra o percusión con grupos desdoblados- y las familias no venían”, explica Campistol, “pero poco a poco han ido viendo la importancia de su participación, fundamental para que los alumnos vean valorado su trabajo”. Igualmente lo valora Marquet, del Virgen del Monte, que ha desarrollado estrategias concretas para atraer a padres y madres: un laboratorio matemático el material del cual está elaborado por las familias y los maestros conjuntamente -se encuentran una vez al mes-, un espacio de alfabetización para padres y madres, los cursos Juntos eduquémos de resolución de conflictos familiares- y la biblioteca abierta regularmente a padres e hijos. Todo con la intención de que las familias “sientan suya la escuela”, explica Marquet.

Refuerza esta idea Xavier Besalú, profesor de la Universidad de Girona y miembro del Grupo de Investigación en la Diversidad: “Cuando una escuela arranca un proyecto estimulante se revitaliza de manera tal que traspasa las puertas del centro para llegar a las familias”. Sin embargo, Besalú recuerda que el hecho de atraer a las familias es un reto que afecta al conjunto del sistema educativo, no sólo en los centros de entornos más desfavorecidos. “Para ir bien”, aventura, “todos los centros deberían tener una singularidad, una imagen que pudiera proyectar al exterior”, y con la que los profesionales se sintieran identificados.

En una línea similar se expresa Bonal, al afirmar que “el modelo magnet pone en valor la labor pedagógica de los maestros, dota de identidad la escuela y sube la autoestima de los alumnos”.

Los planes, afectados por los recortes

En Girona, la iniciativa de las escuelas magnet viene del año 2008, cuando el Ayuntamiento se propuso romper con las desigualdades entre centros educativos. La entonces concejala de educación e impulsora de los proyectos, Nuria Terés (ICV), cree que era la apuesta “adecuada” para “dar la vuelta” a la demanda en los centros, pero que la falta de apoyo por parte de la Administración ha minimizado los efectos. Según Terés, el departamento de Enseñanza y sobre todo el actual consistorio -en manos de CiU- son culpables de haber paralizado algunas medidas de acompañamiento para romper la segregación, como la mejora del transporte público o la centralización de las preinscripciones.

La exconcejal también apunta que los proyectos requerían una presencia de las instituciones en los barrios, para tejer complicidades entre entidades y escuelas y crear comunidad, que se ha abandonado. Aunque se mantienen acuerdos como el de la escuela Santa Eugenia con la escuela municipal de música o la escuela Dalmau Carles -que tiene un proyecto magnet de audiovisual- con la Eram, el centro de audiovisuales adscrito a la Universidad de Girona. En cualquier caso, muchos de estos proyectos -no solo en Girona-, que necesitan financiación extra, estaban reforzados por los planes educativos de entorno del departamento de Enseñanza, que se han ido reduciendo en los últimos años.

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