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La economía española desaprovecha la inversión en educación al demandar empleos sin cualificar

Formación de adultos.

Pau Rodríguez

Un 37% de la población considera que tiene un trabajo inferior a su nivel de formación. Más en concreto, si se comparan las titulaciones con los puestos de trabajo, resulta que el 27% cuenta con una calificación superior a la que necesita. Se trata de unos porcentajes muy superiores a los de la media de los países de la OCDE -30 y 18%, respectivamente- que conducen a una pregunta: ¿hay un exceso de universitarios entre la población adulta española?

“A menudo se ha dicho que el mercado laboral interpela al sistema educativo diciéndole: 'no me das los recursos que necesito'. Pues es al revés: el sistema educativo le debería decir al mercado: 'no estás a la altura'”. Así se expresaba Ismael Palacín, director de la Fundació Jaume Bofill, durante la presentación del estudio Els reptes en matèria de competències de la població adulta (Los retos en materia de competencias de la población adulta), que a través de los datos de PIAAC -el llamado informe 'PISA para adultos'- radiografía las competencias de los adultos.

Entre las conclusiones más destacadas del estudio resalta que España sufre de “sobreeducación”, es decir, que la población está más formada de lo que el mercado laboral requiere. Es el cuarto país de la OCDE, después de Rusia, Japón y Corea del Sur, con un desajuste más pronunciado. “Se está desperdiciando la inversión hecha en capital humano, porque el sector productivo no aprovecha suficientemente las competencias de la población”, identifica Óscar Valiente, director de la publicación y profesor de sociología de la Universidad de Glasgow, que añade que es en los contratos temporales donde esta sobrecualificación más se acentúa.

Ante el diagnóstico, en el que la oferta formativa no se ajusta a la demanda laboral, hay dos caminos: rebajar el nivel de estudios o subir el número de trabajos cualificados. Los investigadores lo tienen claro: “La economía no crecerá sin una base cualificada; esto es una condición indispensable”, apunta Jorge Calero, catedrático de Economía Aplicada de la UAB, que también ha participado en el estudio. El profesor lo ejemplifica así: “Hay arquitectos e ingenieros en paro o con trabajos poco cualificados, es cierto, pero es preferible que estén bien formados por si se vuelve a reactivar la economía”.

España lidera ahora mismo, junto con Italia y Corea, la proporción de trabajadores asalariados en trabajos elementales, el 13,5%, frente a la media del 7,8% de la OCDE. En el otro extremo, sólo un 34,8% de los españoles ocupa un puesto de trabajo cualificado, mientras que muchos países del norte de Europa o Estados Unidos tienen más de la mitad de la población empleados en esta franja.

Además, España no cuenta con más licenciados que el resto de países de su entorno: los asalariados con estudios superiores representan el 43% de la población, ligeramente por encima del 39% de la OCDE. En cambio, el 34% tiene estudios inferiores, un nivel de trabajadores muy superior al 13% de la media de países. “Tenemos el culo gordo”, resume de manera gráfica Valiente.

En sus conclusiones el estudio de la Fundació Jaume Bofill reclama “actuar sobre el mercado laboral para asegurar que se creen más empleos cualificados”. “Es necesario que las administraciones públicas trabajen conjuntamente con los empleadores para garantizar que las actividades económicas y productivas hagan un mejor uso de la formación” de los ciudadanos, concluye el informe.

El 41% se forma a lo largo de la vida

Del estudio PIAAC, elaborado con encuestas realizadas durante los años 2011 y 2012, se desprende que el 41% de los españoles ha participado en actividades formativas en el último año. El porcentaje va en aumento, pero todavía sigue lejos del 60% alrededor del cual oscilan países líderes como Finlandia, Dinamarca, Holanda o Gran Bretaña. Además, recuerda Calero, “los que más reciben esta formación son los que ya tienen un nivel alto, lo que provoca un efecto acumulativo que acentúa las desigualdades”.

Pero lo que más preocupa a los autores del estudio es el poco impacto que tiene esta formación sobre las competencias de las personas. “Hemos encontrado que tiene poca incidencia sobre las competencias de los adultos”, valora Valiente, que añade que “se ha hecho un esfuerzo para vehicular muchos fondos a la formación a lo largo de la vida, pero no sabemos si está resultando del todo útil”.

En este sentido, y teniendo en cuenta que el Parlamento de Catalunya ha aprobado recientemente la ley de la Formación Profesional, que regula también este tipo de formación, el profesor de la Universidad de Glasgow reclama a la Generalitat “liderazgo” para acercar los intereses de todos sus departamentos involucrados en la formación a lo largo de la vida.

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