Durante estos días y hasta el próximo domingo tiene lugar la 12a edición del Festival Internacional de Cine Documental Musical de Barcelona o, como todos lo conocemos, el Beefeater In-Èdit. Un acontecimiento con 49 proyecciones y otras actividades que está en progresión y que ha superado la década con un amplio y fiel público. Actualmente está presente en ocho países, además de algunas ciudades españolas. Cristian Pascual, su director, habla sobre su programa y otros asuntos de cultura.
¿Qué sería la diferencia entre el In-Èdit de este año y el de la edición pasada?
El año pasado hablábamos de resetear y volver a empezar para cerrar un ciclo de diez años y empezamos algunos apuntes como el Fast Forward e hicimos un primer aviso en Madrid, Bilbao y Pamplona. Ahora, en el nuevo ciclo, queremos profundizar todo el comenzado. A parte de que el eje central siempre es y será los 50 documentales, alrededor desarrollamos la cultura del espectáculo dentro del festival de cine. Por ejemplo, este año hay cuatro o cinco eventos que pasan dentro de la sala de cine, que son en directo y que de alguna manera desacralizan la sala como sala de proyección.
Te refieres a cosas del programa como el Radio Show o el Bug…
Sí, el Radio Show es un programa de radio en directo sobre si el In-Èdit puede ser un programa de radio; con público, con actuaciones musicales, con humor… es otro formato. Así mismo tenemos actividades que hablan de vídeo corto, de cápsula y también en formato en directo con un presentador que hace de conductor y público: Bug muestra lo más destacado del videoclip internacional con un toque de humor. La gente de Cachitos realizará una master class dentro del cine donde utilizaremos la pantalla pero de otras formas; y el Doc Alive será una proyección con un concierto: Reese tocará en formato íntimo después de American Interior… Hemos hecho que Aribau Club 2 se convierte en un lugar de pequeños experimentos y experiencias. Intentamos que la gente salga de casa, no sólo hacer que la gente vea el documental. Queremos que pase algo especial, que vengan los directores a hablar del documental, que se note que estás en un evento. Además, vivimos la consolidación del Fast Forward, un encuentro de tecnología, audiovisual y música. No hay excusa para no venir!
¿Cuál sería para ti la hoja de ruta por el programa de este año?
Más allá de lo personal, quién sea novato se puede fiar de los nombres que conozca musicalmente (Freddy Mercury, Spandau Ballet…) porque el criterio de selección y el departamento artístico son exigentes. Sólo exhibimos 49 títulos de una preselección de 300 y el filtro de entrada es potente. Así, si es la primera vez, puedes confiar bastante al coger un nombre propio como referencia. Si ya nos conoces y has venido otros años, la tuya es la Sección Oficial Internacional donde encontrarás historias que tienen sentido con una mirada, las dos cosas que para nosotros son lo ideal. Este año Mateo, Broken Song, We Don’t Wanna Make You Dance… son documentales súper pequeños pero que tienen 'algo', te están explicando 'algo' y el artista es el de menos. Da igual quién son los protas, qué disco han hecho o si te gusta su música… ¡Son historias! Por otro lado, todo lo del director Frank Scheffer, nuestro homenajeado, es muy fino: Zappa, John Cage…
La SGAE está de nuevo en campaña por el tema de la piratería. ¿El problema es también por qué no hay una respuesta de la industria con nuevas fórmulas?
Creo que todo suma y que lo que falta es un discurso más amplio sobre el tema que no sólo acuse las descargas. Es el problema que se está planteando cuando se apunta a que sólo hay un culpable. Es un error. En ningún caso defiendo las descargas ilegales, pero el entorno no lo puedes comparar: no puedes decir que yo hoy descargo más que hace quince años… pero es que hoy estoy consumiendo quince veces más de lo que consumía entonces en el ámbito cultural. La fórmula que plantean no me parece justa: tanto descargas, tanto penalizas al sector. Que yo lo vea no quiere decir que yo lo hubiera comprado. Es una relación trampa. Creo que falta mucho camino por hacer y nosotros como festival de cine que nos interesa mucho la tecnología y las nuevas formas de distribución, somos partidarios de hablar de esto. Tenemos nuestra propia plataforma de vídeo on demand en In-Èdit TV: como el modelo tradicional no funciona y la gente no compra dvds, les damos un alquiler online para que lo vean en streaming de una forma legal. Intentamos ofrecer este tipo de contenidos. El tema es que hay problemas mucho más amplios, no sólo la piratería, hay el problema del IVA, de la crisis… Y además culturalmente se tiene que trabajar sobre el valor de las cosas independientemente de la piratería. Las industrias culturales están viviendo al límite desde hace mucho tiempo. En el modelo antiguo se vivía muy bien y nadie lo quiere readaptarse, estrecharse el cinturón, reestructurarse, hacerse pequeño y entender que el modelo ha cambiado.
Habéis creado un público fiel, gente que independientemente de que pueda descargarse la película vendrá al festival… el festival es un elemento icónico de Barcelona
Es un evento cultural que está implementado en la ciudad y lo que ofrecemos es una experiencia en directo. Ver el contenido está bien, pero verlo en pantalla grande con mil personas en la sala con tus inquietudes y un meeting point después de la proyección para comentar la jugada, un In-Èdit TV no te lo puede dar. Durante diez años hemos hecho un trabajo del que no éramos conscientes hasta que espectadores nos han dicho que somos nosotros quienes los hemos enseñado a ver documentales de música. Entonces te lo miras en distancia y vas subiendo el nivel de exigencia porque tu público está creciendo contigo. No tiene nada que ver con los documentales musicales que dábamos hace diez años con los de ahora que hay un bagaje acumulado. Esto es muy bueno para el sector.
Tenéis el festival en ocho ciudades del mundo y ahora volvéis a la carga en diferentes ciudades de España
En Bilbao, Madrid y Pamplona se proyectará una selección de nueve docus durante dos fines de semana en las salas Golem. Es una pequeña muestra del festival casi simultánea a Barcelona. Los tres primeros años del In-Èdit también se hacía en Madrid de manera clónica pero había un resultado desigual, éramos unos novatos y reculamos. Madrid era una espina clavada y el año pasado volvimos. Este año estamos dando un paso más reforzando el equipo y hemos percibido que el público espera el In-Èdit. Años atrás no pasaba, finalmente parece que esta pequeña extensión puede coger un poco de músculo. Es un camino largo pero lo estamos haciendo. Por otro lado, el 70% de la programación estará disponible online por todo el país y, a la vez, nos hemos sumado a la Fiesta del Cine y habrá sesiones en 290. Esta edición está cargada de cosas alrededor.
En cuestión de políticas culturales y de ayudas institucionales, ¿cómo está el tema?
Tal y cómo están las cosas, nos mantenemos, teniendo en cuenta que nuestra proporción de lo privado es muy elevada sobre lo público, que no llega al 25% del presupuesto. En el audiovisual y los festivales de cine normalmente hay mucho público y poco de privado, nosotros estamos a la inversa. Las caídas se han mantenido bastante estables dentro de lo que cabe y desde hace tres años la misma gente nos ayuda con cantidades similares. Apesar del susto, vamos aguantando.
¿In-Èdit es marca Barcelona?
Una cosa es que tú digas que el ciudadano de Barcelona nos tiene integrados en su agenda cultural, y aquí tenemos que decir que sí. La otra es como te vas hacia fuera –In-Èdit está en ocho países– o como nos relacionamos con marcas de otros festivales como Primavera Sound o Sònar. No sé si nos han integrado o si somos marca Barcelona, creo que está más implícito en cómo hacemos las cosas aquí que realmente que nos estén agrupando. Aunque esto después puedas capitalizarlo y decir que es marca Barcelona, este concepto de marca no me gusta nada. Aún así, hay algo en la ciudad, en los agentes culturales, en la manera de hacer... En otro lugar podría ser sorpresivo, aquí forma parte de la manera de hacer las cosas.