La novela negra se ha convertido (si es que no lo ha sido siempre) en un reflejo de la realidad. Las páginas de los grandes novelistas del género, desde Chandler a Vázquez Montalbán pasando por los maestros Sjöwall y Wahlöö, Markaris o Camilleri, han sido el escaparate de la sociedad americana de mediados del siglo XX, de la española surgida de la Transición, de la ejemplar escandinava, de la caótica griega o de la decadente siciliana. El pasado sábado, la librería Negra y Criminal, de Barcelona, acogió una doble presentación de novelas negras: No es lo que parece, segunda aventura del inspector Julián Ortega y de la periodista Leire Castelló, de José Sanclemente, y El gran engaño, primera incursión en el género del inspector de hacienda Agustín Bernaldo Palatchi, los dos libros editados este verano por Roca Editorial. De la charla entre los dos escritores sacamos una primera conclusión: la verdad está en la ficción. Lo que leemos en los periódicos tradicionales es... otra cosa.
La librería se llenó el sábado de cómplices para investigar qué hay de realidad en la ficción, qué hay de ficción en la prensa, qué se puede contar y qué no, qué intereses mueven todo este engranaje. Por una parte, Bernaldo reconoce abiertamente que en la Agencia Tributaria se dan cuenta de que “hay desajustes que, vistos desde dentro [es decir, desde la propia Agencia] nos producen una gran indignación”. Así los refleja en su novela, en la que un inspector de Hacienda investiga los negocios de un magnate que se ha suicidado. Se encontrará con fraudes de IVA y de Seguridad Social, con tráfico de droga, con explotación de inmigrantes, con paraísos fiscales, con blanqueo de dinero… “Podemos hablar perfectamente de un tratado económico en medio de un thriller”, apunta de El gran engaño Sanclemente. Este, economista y experto en medios de comunicación, también “peca” de “escribir sobre la realidad”. En su novela, una periodista debe luchar contra los propios medios de comunicación para contar lo que realmente ocurre. Son novelas, es ficción, pero de ahí a que pueda decirse aquello de que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia hay un trecho.
Bernaldo ha vivido prácticamente todos los casos fraudulentos que cita en la novela; Sanclemente ha sabido de mil injusticias relativas a los medios de comunicación o a las redes sociales. Ni el uno ni el otro las pueden contar por tratarse de tramas muy bien urdidas, estudiadas y, sobre todo, protegidas. Para recurrir a una expresión del género: por falta de pruebas. Las coartadas son perfectas. De ahí que ambos escritores elijan la ficción para contar la realidad.
Cuestión de credibilidad
Sanclemente recurre a Andreu Martín, un clásico de la novela negra en España, para dignificar el género, de alguna manera: “Andreu siempre dice que está hasta los cojones de que a la realidad haya que pedirle un poco de verosimilitud”. Lo mismo dice el periodista mexicano Jorge Zepeda Patterson, amigo de Sanclemente: “A menudo la realidad es menos creíble”, nos comentó el autor de Los corruptores (Planeta). Ellos, periodistas, observadores de la realidad, investigadores de rastros burocráticos, han investigado la realidad de muchas situaciones conocidas y coinciden: no se las creería nadie. Y, paradójicamente, se les exige darles credibilidad al escribir (presuntamente) una ficción.
Las dos novelas respiran una Barcelona actual, actualísima, la que vivimos día a día. Los bares, las tiendas, los personajes… Y, por encima de todo, la actualidad nos conduce al callejón sin salida de la corrupción económica y política, a una podredumbre que conocemos de sobra pero de la que sabemos bien poco: “La prensa nos explica cómo funciona esta realidad; las novelas nos la hace conocer”, comenta Sanclemente.
A Bernaldo le asalta una duda: “¿El periodismo, tan subvencionado por los distintos poderes, puede sacar a relucir la verdad que sí podemos leer en la ficción?” La respuesta de Sanclemente es absoluta: “No. A pesar de que hay muy buenos periodistas”. De ahí que la protagonista de No es lo que parece y, también, de la anterior novela de Sanclemente, Tienes que contarlo, Leire, periodista de raza, en palabras de su creador, sea considerada poco menos que una heroína… “¡por hacer lo que deberían hacer todos los periodistas: contrastar y contar la verdad”, se queja el autor. Pero Leire, a pesar de que vaya de copas al Milano y a bailar al Luz de Gas, a pesar de que sea una mileurista explotada, a pesar de que tenga que compartir piso con una amiga, a pesar de ser, en resumen, una mujer joven como cualquiera, es un personaje de novela. ¿O… no?