Josep María Álvarez será durante cuatro años más secretario general de UGT. El congreso del sindicato le ha renovado la confianza. Con el voto del 81,94% de los delegados, el veterano sindicalista ha revalidado una vez más su cargo al frente del sindicato de tradición socialista.
Las propuestas que UGT ha llevado al congreso pretenden detener los efectos más negativos de la reforma laboral, especialmente el intento de las patronales de dejar sin efecto la retroactividad de los convenios, lo que obligaría a renegociar desde cero muchas de las condiciones laborales hasta ahora invariables. Otro de los puntos planteados es la reclamación de una moratoria de los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) y el retorno al control judicial de dichas actuaciones.
UGT ha aprobado además un protocolo de unidad de acción con CCOO que evite que la división en el campo sindical a la hora de negociar perjudique aún más la débil posición obrera. Todo ello en una clara estrategia defensiva, lógica en un momento difícil para el sindicalismo tradicional, que lucha contra la dureza de las medidas del gobierno conservador del PP y observa al mismo tiempo la eclosión de los movimientos sociales que ven críticamente el papel jugado por las grandes organizaciones obreras, a las que acusan de connivencia con la lógica del capital. Quizás por ello UGT de Cataluña exige una auditoría de la deuda pública, que detecte si ésta es injusta e ilegítima y promueva un cambio radical de políticas. También defiende abiertamente la dación en pago en relación a la crisis hipotecaria y reclama que no se criminalice a los colectivos que luchan por la vivienda digna.
Líder en longevidad
Álvarez, si termina el nuevo mandato, habrá estado al frente de UGT de Catalunya 27 años, cuatro más de los que permaneció Jordi Pujol como president de la Generalitat, que en su momento era considerado el paradigma de la longevidad política.
En esta última legislatura sindical, Álvarez se concentrará en asegurar el relevo. Por eso UGT ha nombrado como secretario general adjunto Matías Carnero, el líder de la organización en Seat. Carnero está muy curtido en la negociación de ámbito europeo y tiene el perfil clásico del sindicalista industrial. Porqué este es hoy uno de los ámbitos donde las organizaciones obreras tienen un cierto campo de juego, dañada su incidencia en el sector servicios y con el sector de la Administración duramente golpeado por recortes y despidos.
Pujol ya sabe quién es
Si se lee entre líneas, aparte del nombramiento de su delfín, Álvarez ha mantenido algunos rasgos característicos de sus mandatos anteriores. Un núcleo duro de dirigentes afines, como Diego Martínez, vicesecretario general, y Miguel Ángel Escobar, responsable de la imagen exterior. Al mismo tiempo, Álvarez mantiene en la dirección a otros sindicalistas que permiten que UGT tenga buena interlocución con las fuerzas políticas catalanas: Camil Ros, secretario de política sindical, tiene hilo directo con ERC, mientras que José María Violant, secretario de administración, asegura los puentes con CDC, no en vano en 2009 era el jefe de Gabinete del consejero de Benestar Social, Antoni Comas.
Sea como sea a Álvarez hay cosas que a estas alturas nadie le discute: haber hecho de UGT un sindicato arraigado en Cataluña y no sólo en el cinturón industrial de Barcelona. En segundo lugar, haber propiciado que la central catalana tenga respecto a la confederación estatal una autonomía real, similar a la de Cataluña con España. También ha reducido la influencia del PSC sin romper amarras. Y, también destacable, ha mantido una interlocución aceptable con el gobierno de CiU.
Josep Maria Álvarez, cuando cese, habrá hecho olvidar la anécdota vivida hace 23 años cuando acompañado de José Luis López Bulla, de CCOO, fue a visitar al presidente Pujol para iniciar unas negociaciones. Acababa de ser nombrado secretario general de UGT tras unos sonados incidentes que habían llegado a la opinión pública. Pujol, pícaro como siempre, aprovechó que los periodistas habíamos entrado acompañando a los sindicalistas en su despacho, donde se grababa un mudo para las televisiones, para saludar a los dos dirigentes. Primero a López Bulla y luego a Álvarez, a quien preguntó ante de todos, “¿y usted quién es?”.