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Bonos, títulos y capital social voluntario, la alternativa cooperativa al préstamo bancario

Clientes en una de las tiendas de Coopmercat

Tomeu Ferrer

Barcelona —

La crisis ha hecho que las pequeñas y medianas empresas topen con la falta de financiación. Para superar este escollo hay dos fórmulas. La primera es que los propietarios aporten fondos de su bolsillo. La segunda es recurrir a créditos u otros mecanismos externos.

Las cooperativas, históricamente habían usado los dos mecanismos mencionados, pero con restricciones. Era habitual escuchar quejas de los gestores de las cooperativas respecto del trato displicente recibido de los directivos de bancos y cajas cuando iban a negociar préstamos.

La situación, con el estallido de la burbuja especulativa, aún ha empeorado la disponibilidad de crédito. Los grifos tradicionales han dejado de manar. Y, como suele ocurrir, las nuevas necesidades ayudan a crear mecanismos alternativos.

A menudo sucede que hay cooperativas que se dirigen a la Federación de Cooperativas de Trabajo de Cataluña (FCTC) para pedir información sobre financiación, entonces la Fundación Seira, se encarga de acompañarlas o redirigirlo hacia entidades que, cooperativas o no, ofrecen financiación para cooperativas. Entre estas entidades que tienen productos para Cooperativas hay entidades como Gicoop, Coop57, la Caja de Ingenieros, o entidades “tradicionales” con productos pensados para la economía social.

Pero, la sequía financiera ha hecho que algunas cooperativas, que tienen un grosor social importante o un empuje comercial significativo, creen otras figuras. Unas veces se llaman títulos participativos, otras obligaciones, o también capital social voluntario. Pero el esquema es similar en todos los casos.

La idea que sustenta los nuevos productos financieros es obtener dos grandes objetivos. El primero es conseguir financiación de forma más fácil ya mejor precio que la que recibirían de las entidades bancarias. El otro es remunerar mejor que los bancos las aportaciones de ahorros de quienes suscriben los títulos. Se trataría, pues, de un mecanismo en el que tanto gana el que presta el dinero como quien lo recibe. Los únicos que no ganan son los bancos porque pierden el papel de intermediario.

Pepa Muñoz, directora de comunicación del grupo cooperativo TEB, de centros especiales de trabajo, explica: “nuestra cooperativa está en un momento expansivo. A través de la marca Coopmercat, el grupo está abriendo tiendas en Barcelona para generar puestos de trabajo para personas con discapacidad ”.

Para financiar estas iniciativas se decidió crear obligaciones por un valor total de 300.000 euros. “Nosotros, que no tenemos cerrado el grifo del crédito de los bancos, sabemos que esto habría supuesto pagar a las entidades una cifra que oscilaría entre el 5% y el 6%”.

Por otra parte, en TEB hay muchos familiares de trabajadores que, como ocurre en los casos con discapacidades mentales, a pesar de tener una capacidad económica modesta suelen ahorrar mucho para prever cualquier contingencia para sus hijos. Estas personas están recibiendo de los bancos por sus ahorros unos intereses de entre un 1,5% y un 2% en los mejores casos. “Si estos familiares, o simpatizantes de la cooperativa compran las obligaciones emitidas tienen una remuneración asegurada del 3,75%”, explica Pepa.

El producto creado por CoopMercat puede ser comprado en participaciones que van de 500 a 10.000 euros. En caso de que se quieran vender la cooperativa se compromete a la recompra durante los primeros tres años y, además, los bonos dan derecho a voz en las asambleas ordinarias de la entidad. En este sentido, incluso se pensó en asegurar el producto, pero se vio que no era necesario, aunque se puede hacer, afirma la responsable del grupo TEB. El resultado es que sin hacer casi ninguna promoción el 90% de la emisión está cubierta.

Abacus, una cooperativa que tiene cientos de miles de socios consumidores en Cataluña ha hecho uso varias veces del procedimiento descrito para financiar su expansión. En 2012 se hizo una aportación de capital social voluntario. Los títulos eran de 6000 euros y se en podían comprar hasta 10 por persona socia. El interés que se pagaba en aquel momento era del 4,25% anual, que se entregaba en el mes de enero de cada ejercicio. Los que aportaban fondos podían recuperarlos en cualquier momento, con sólo pedirlo por escrito al Departamento Financiero de la cooperativa. Más tarde se han emitido títulos por valores diferentes y por intereses distintos, ya que los intereses los fija la asamblea de socios una vez al año.

Otras cooperativas han puesto en marcha procedimientos para conseguir dinero para hacer nuevas inversiones. Entidades como L'Olivera han realizado con éxito operaciones de financiación como las descritas. Incluso la cooperativa Encís ha afinado más y asegura un interés determinado y una parte variable en función de las ventas que realice la entidad en un período estipulado.

Miquel Miró es un inversor atípico. Junto con otro compañero y la fundación Seira, creada a su vez en 2008 por los ex socios de una gran cooperativa, Ecotècnia sccl, y la Federació de Cooperatives de Treball de Catalunya (FCTC) para preservar y dar sentido al patrimonio colectivo que generó Ecotècnia en el momento de su transformación, constituyeron en 2012 la empresa Gicoop. Se trata de una sociedad que invierte a largo plazo en cooperativas que necesitan fondos en un abanico que va de los 20.000 a los 150.000 euros y que cuenta con un capital de 1, 250 millones. Hasta ahora esta empresa ha realizado 6 operaciones, todas exitosas.

Gicoop ha desarrollado lo que Miró llama una tecnología que permite hacer con garantías de legalidad y eficiencia emisiones de crédito para entidades cooperativas. “Se basa en la ley de cooperativas de 1964”, afirma Miró, aunque ya tiene claro que con la nueva ley catalana de cooperativas este tipo de financiaciones también será posible realizarlas.

El responsable de Gicoop considera que, en general, las cooperativas pueden acogerse a la emisión de deuda porque suelen ser empresas muy saneadas. Pone en un ejemplo: lo que ha pedido TEB, no llega ni al 10% de los activos que tiene esta entidad. Aunque la ley fija que la deuda emitida no puede ser superior al valor de la empresa que se quiere financiar, y se pueden aplicar, además, también garantías suplementarias a través de sociedades de garantías recíprocas.

Hay algo remarcable. Los productos creados a partir de la tecnología de Gicoop tienen una garantía añadida. Ante cualquier problema el título que la cooperativa entrega a cambio de la inversión se puede llevar directamente a un juzgado que sería, si fuera necesario, quien ejecutaría con rapidez el cobro, ya está contemplado en la ley la exigencia del reembolso a la entidad emisora.

“Se trata, de cara a las personas que invierten, de dar al ahorro un destino coherente. Esto significa apoyar una cooperativa con la que se pueden sentir identificados y hacerlo de forma directa, ya que no hay comisiones que encarezcan las emisiones”, dice Miquel Miró. También se consigue así una mejor compensación por los ahorros. Al mismo tiempo, las personas prestatarias pueden participar con voz en las asambleas de las empresas, ya que la norma contempla la participación a través de sindicatos de obligacionistas.

La solvencia de las cooperativas ha hecho que sociedades como Gicoop asuman directamente cubrir las necesidades de capital de estas entidades. “Lo hacemos porque creemos que estas inversiones dan un doble retorno. Por un lado, la función social que realiza la cooperativa, y por la otra la compensación por la inversión, que es superior a la que ofrecen los depósitos bancarios”, explica.

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